miércoles, 7 de octubre de 2015

El cirujano Velpeau







Augustin Feyen-Perrin

La lección de anatomía del Dr. Velpeau en la Charité
(1864)

Óleo sobre lienzo. 182 x 243 cm
Museo de Beaux-Arts de Tours





Alfred Armand Velpeau (1795 - 1867) fue un anatomista y cirujano francés. Había estudiado en Tours y posteriormente se doctoró en París, donde desarrolló su vida profesional ejerciendo la Cirugía y como Profesor de Anatomía. Escribió numerosas obras sobre cirugía,  anatomía, embriología, y obstetricia.  

Vendaje de Velpeau
En 1827 realizó una detallada descripción de la leucemia. Muchos recuerdan su nombre porque ideó un vendaje útil para inmobilizar el brazo sobre el pecho (vendaje de Velpeau) y que todavía se sigue usando. 

Otros epónimos recuerdan su labor: 
  • Hernia de Velpeau (hernia femoral) 
  • Canal de Velpeau (canal inguinal)
  • Fosa de Velpeau (fosa isquiorectal). 

Los dermatólogos lo recordamos especialmente al diagnosticar la llamada  enfermedad de Velpeau o hidrosadenitis de Velpeau (hidroadenitis supurativa) infección de las glándulas apocrinas conocida popularmente como "golondrinos".


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Alfred Velpeau
Destacado profesor, clínico extraordinario, de diagnóstico rápido y seguro, de máno hábil y firme, son otros tantos elogios que encontramos entre los testimonios coetáneos para referirse a Velpeau. A pesar de ser uno de los mejores cirujanos de su tiempo, no creía posible la cirugía sin dolor. Para él cirugía y dolor eran inseparables. Para comprender esta manera de pensar debemos tener presente la gran influencia del pensamiento cristiano y jansenista de la época, para el que el dolor era un camino de penitencia y de perfección, pero también el vitalismo, que consideraba el dolor como una reacción necesaria para la curación. Cuando alrededor de 1840 se introdujo la anestesia con éter o cloroformo, Velpeau se sorprendió considerablemente.  

El pintor Augustin Feyen-Perrin (1826-1888) lo representó en este cuadro en el Hospital de la Charité, disponiéndose a impartir una clase de disección anatómica y rodeado de un grupo de sus discípulos. La obra es un retrato colectivo que muestra diversos alumnos y amigos alrededor del maestro. El autor, tratando uno de los grandes temas de la pintura universal - las lecciones de anatomía - abandona su habitual estilo relamido para evocar con simplicidad y realismo el destino humano. Probablemente es una de sus mejores obras.

Una réplica de este cuadro, un dibujo sobre tela, con fondo de grisalla, está expuesto en el Musée de l'Assistance Publique de París. Asimismo hay numerosos bocetos de esta obra en las colecciones privadas parisinas.  



martes, 6 de octubre de 2015

Las cicatrices de un hombre robusto






Robert Campin

Retrato de un hombre robusto 
(1425 circa) 

Óleo sobre tabla. 34'5 x 27'7 cm 
 Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid. 




Robert Campin (1375-1445) fue un artista flamenco de gran prestigio. De su taller salieron pintores de la talla de Jacques Daret y Rogier van der Weyden

En el s. XV aparece en los Países Bajos una nueva manera de representar la realidad, completamente diferente de la visión del gótico internacional. Campin y Van Eyck fueron los iniciadores de este nuevo estilo, que conocemos como el de los primitivos flamencosHasta entonces, los donantes, encargaban y costeaban obras religiosas para ser exhibidas en iglesias y estimular la devoción de los fieles. Los que costeaban estas obras se hacían representar, en actitud orante  y a una escala generalmente menor como espectadores de la escena principal. Su papel era anecdótico y sólo servía para dejar constancia de su caritativa contribución económica. A partir de ahora, aparece el retrato, es decir, la figura del donante es en sí misma la protagonista de la obra artística. Sus rasgos están ejecutados con gran realismo y minuciosidad, puesto que este tipo de pintura estaba concebida para contemplarla a corta distancia. 


Nicodemo, del Descendimiento de la Cruz de Van Eyck (Museo del Prado)
Obsérvese la perfección de los detalles: venas de la región temporal;
barba crecida y canosa en el mentón; lágrimas...
Aparte del parecido del rostro, el cuello de piel del vestido es
idéntico al que aparece en la tabla de Robert Campin. 

Algunos críticos creen que el personaje del retrato que hoy comentamos se podría identificar con Robert de Masmines, un militar borgoñón de la Orden del Toisón de Oro, que estuvo al servicio de Felipe el Bueno. Sin embargo, esta identificación no está plenamente documentada, a pesar de su general aceptación. 

En cambio, en mi opinión, el hombre robusto de Campin tiene un notable parecido con el Nicodemo que aparece en el Descendimiento de la Cruz de Van Eyck, del Museo del Prado

Al contemplar la tabla de Campin, llaman la atención los detalles de su rostro, en el que se pueden apreciar con gran precisión la expresión de los ojos, las ojeras, las arrugas, el rasurado imperfecto de la barba y zonas temporales, según la moda de la época y la prominente papada. También el cuello de piel de su vestido o los cabellos mal peinados están representados minuciosamente. 



Detalle de la cicatriz "en Y" en la zona frontal
En diversos puntos de la cara, presenta algunas cicatrices. La más evidente, en forma de "Y", se encuentra en la frente, pero tiene también algunas otras como en el surco nasogeniano, lo que hace pensar en un antiguo accidente. Sobre la región superciliar izquierda hay otra lesión cicatricial, pero esta vez de forma redonda. Esta cicatriz es más similar a las que dejan algunas enfermedades dermatológicas (acné, varicela, viruela...) por lo que posiblemente no estaría relacionada con las anteriores, más sugestivas de heridas contusas. 

Existe otra versión de este retrato, muy similar, conservada en la Gemäldegalerie de Berlín.



Robert Campin:





lunes, 5 de octubre de 2015

El pie del artista








Adolph Menzel

El pie del artista 
(1876)


Óleo sobre cartón 38'5 x 33'5 cm
 Altes Galerie, Berlín





Adolph Menzel (1815 - 1905) fue un pintor alemán, que se destacó sobre todo a pinturas históricas en la línea del realismo pictórico del s. XIX del que constituye uno de los más representativos ejemplos. 

Al parecer un día que se disponía a pintar y carente de recursos para contratar a una modelo, tuvo una original idea: pintar su propio pie descalzo, como único tema del cuadro. Así realizó esta pequeña obra maestra, genial estudio de un pie que forma parte de las colecciones de la Altes Galerie.

La pintura, muy influída por el impresionismo, refleja las características de un pie de un individuo entrado en años (Menzel tenía 61 años cuando pintó este cartón). El pie ocupa el centro de la composición. Los dedos aparecen enrojecidos, encallecidos y algo deformados por el uso habitual del calzado. Las uñas también presentan deformidades. La vena dorsal del pie aparece llamativamente engrosada, varicosa y resalta todavía más ingurgitada por la posición forzada del dedo gordo. El pie no da una impresión de gran limpieza, e incluso te deja con las ganas de separar los dedos para ver si hay o no un pie de atleta, es decir, una micosis interdigital. 

Una pintura en todo caso que llamó poderosamente mi atención cuando la pude contemplar en la Altes Galerie de Berlín, y de la que conservo un grato recuerdo. 


Adolph von Menzel: 




domingo, 4 de octubre de 2015

Felipe IV, adicto al sexo y sifilítico






Diego Velázquez

Retrato de Felipe IV 
(1653-1655) 


Óleo sobre tela. 69 x 56 cm
Museo del Prado. Madrid.




Tras la prematura muerte de Felipe III, su hijo Felipe IV (1605-1665) heredó los reinos hispánicos desde 1621 hasta su muerte. Muy poco interesado en ejercer el gobierno, delegó esta función en su valido Gaspar de Guzmán, Conde Duque de Olivares, a pesar de los graves problemas políticos y la crisis económica y social con la que se enfrentaban sus súbditos. El monarca estaba más interesado en la caza y en las espectaculares fiestas barrocas de la Corte, que celebraba con gran boato. Era además un auténtico adicto al sexo y mantenía continuas aventuras galantes con todo tipo de mujeres: 
Toda clase de mujeres eran buenas para su erótico deporte: doncellas, casadas y viudas, altas damas, sirvientas de palacio, burguesas, actrices, menestralas y hasta tusonas y cantoneras, como entonces se decía a las que hacían tráfico profesional de su cuerpo. Desde el Alcázar a la mancebía, pasando por el corral de comedias, no había frontera para sus ardores; pero sus preferencias iban más a las mujeres humildes que a las linajudas.” 


  Retrato que se atribuye a La Calderona, peinándose.
Monasterio de las Descalzas Reales, Madrid
Felipe frecuentaba además los burdeles de Madrid y los teatros, en los que conocía a muchas actrices de costumbres ligeras:  Precisamente una de ellas, la joven actriz María Calderón, conocida con el apodo de la Calderona, protagonizó uno de los más sonados amoríos reales. El rey se enamoró perdidamente de ella, y esta historia de amor tuvo como consecuencia el nacimiento de un hijo, Juan José de Austria en 1629. Fue éste el único de los hijos ilegítimos reconocido por el rey (1642). Juan José fue criado por una aya y recibió una esmerada educación. Como que el monarca no podía instalarlo en el Real Alcázar por su condición de hijo bastardo, lo instaló en el Palacete de la Zarzuela (actual residencia de los Reyes de España, y a la sazón, pabellón de caza). Probablemente, Felipe IV pensó en él como una posible alternativa sucesoria. La Calderona no quiso continuar la relación amorosa con el monarca y profesó  como monja benedictina en el monasterio de Valfermoso, en la Alcarria (del que llegaría a ser abadesa años más tarde).


Como decimos, Felipe IV tuvo un sinfín de correrías amorosas (algunas muy novelescas, como la de seducir a monjas del convento de San Plácido, al que el rey accedía discretamente por un túnel oculto). No se sabe exactamente el número de hijos ilegítimos que tuvo, aunque se le calculan entre 36 y 40. Aunque solamente Juan José de Austria fue reconocido,  la mayoría de ellos gozaron de la protección real y llegaron a ocupar importantes jerarquías, especialmente como altos cargos eclesiásticos. 


José de Ribera: Retrato ecuestre de Juan José de Austria

Como consecuencia de su voraz apetito sexual, Felipe IV contrajo una sífilis, mal muy frecuente en aquel momento. Tal vez fue la Calderona quien se la contagió, o quizá la contrajo en algún burdel. Lo cierto es que probablemente la transmitió a la reina Doña Isabel primero, y a su segunda esposa y sobrina Mariana de Austria más tarde. La sífilis y el alto grado de consanguineidad de los Habsburgo explicarían la desgraciada historia de abortos y mortalidad infantil de la descendencia legítima del rey. 



La infanta Margarita Teresa (la de Las Meninas)
hija de Mariana de Austria y Felipe IV
Velázquez: El príncipe Baltasar Carlos a caballo.
Hijo de Isabel de Borbón y Felipe IV.
Murió prematuramente a los 17 años.
















En efecto, mientras Felipe tenía un gran número de bastardos, no tenía fortuna con los hijos habidos con las reinas. Con Isabel de Borbón tuvo ocho hijos de los que solamente dos vivieron más de 2 años: María Teresa, que se casaría con Luis XIV de Francia y Baltasar Carlos, que era el heredero del reino, pero que murió inesperadamente a los 17 años. 


Tras la muerte de la reina Isabel, Felipe IV se casó con su sobrina Mariana de Austria, una jovencita que estaba  previsto que se casara inicialmente con el príncipe Baltasar Carlos. Con Mariana tuvo 5 hijos más (además de una niña nacida muerta), De éstos sólo dos alcanzaron la edad adulta.

La primera fue una niña, Margarita Teresa (la infanta rubia central del famoso cuadro de Las Meninas, de Velázquez). Margarita se casó más tarde con el emperador Leopoldo I de Austria. 

El otro hijo que sobrevivió fue Carlos. Éste último reunía un cúmulo de patologías probablemente debidas al alto grado de consanguineidad y  probablemente también a una sífilis congénita (acromegalia, retraso mental, posible síndrome de Klinefelter, entre otras) lo que hizo que sus padres se avergonzaran de él y fue inicialmente ocultado. Sin embargo, a falta de otra alternativa, llegó a reinar con el nombre de Carlos II el Hechizado (1665-1700). Con él se extinguió la Casa de Austria de la monarquía hispánica y estalló la sangrienta Guerra de Sucesión, que tantas consecuencias trajo y que terminó con la instauración de la dinastía de Borbón. 


Otros ojos para ver el Prado. Felipe IV, de Velázquez: 






Felipe IV y su familia:




Bibliografía

Benigno, Francesco.  “La sombra del rey: válidos y lucha política en la España del siglo XVII”.  Madrid.  Alianza. 1994.
Brown, Jonathan. “Un palacio para el rey: el Buen Retiro y la corte de Felipe IV”.  Madrid.  Alianza. 1981.
Chamorro, Eduardo. “La vida y la época de Felipe IV”.  Barcelona.  Planeta. 1998.
Colomer, José Luis (dir.).  “Arte y diplomacia de la Monarquía Hispánica en el siglo XVII”.  Madrid.  Fernando Villaverde. 2003.
Chaves, Teresa. “Espectáculos en la corte de Felipe IV”.  Madrid. Centro Cultural del Conde Duque.  2005.
Deleito y Piñuela, José.  “La mala vida en la España de Felipe IV”.  Madrid. Alianza. 2005.
Elliot, John H. “El conde-duque de Olivares. Barcelona. Crítica. . 2004.
López Vela, Roberto. “Inquisición y Estado en el reinado de Felipe IV”. Madrid.  Universidad Autónoma de Madrid. 1991.
Melo, Francisco. “Manual de de Historia de los movimientos y separación de Cataluña y de la guerra entre la majestad católica de D, Felipe IV rey de Castilla y Aragón y la Diputación General de aquel Principado: crónicas”.  Barcelona.  Universidad de Barcelona.  1981.
Negro Del Cerro, Fernando. “Política e Iglesia: los predicadores de Felipe IV”.  Madrid.  Universidad Complutense. 2005.
Negrero Del Cerro, Fernando.  “Los predicadores de Felipe IV: corte, intrigas y religión en la España del siglo de Oro”.  Madrid. Actas.  2006.
Pujol Buil, Carlos.  “Inquisición y política en el reinado de Felipe IV: los procesos de Jerónimo de Villanueva y las monjas de San Plácido, 1626-1660”.  Madrid.  CSIC.  1993.
Ríos Mazcarelle, Manuel. “Mariana de Austria, esposa de Felipe IV: 1635-1696”.  Madrid.  Aldearabán.  1997.
Silvela Cantos, Raimundo. “Felipe IV: el rey galán”. Barcelona.  GRM. 2004.
Solano Camón, Enrique. “Poder monárquico y estado pactista (1626.1652): los aragoneses ante la Unión de Armas”.  Zaragoza.  Institución Fernando el Católico.  1987.
Torrente Ballester, Gonzalo.  “Crónica del rey pasmado”. Barcelona.  Planeta. 2004.
Valladares, Rafael.  “Banqueros y vasallos: Felipe IV y el medio general (1630.1670)”.  Cuenca. Universidad de Castilla la Mancha. 2002.
Vilela Gallego, Pilar.  “Felipe IV y la condesa de Paredes: una colección epistolar del Rey en el Archivo General de Andalucía”.  Sevilla.  Consejería de Cultura.  2005.

viernes, 2 de octubre de 2015

La isla de los leprosos





Édouard Clifford

Retrato del P. Damián en Molokai 
(1801) 

Pastel sobre papel 




Josef de Veuster (1840-1889) fue un misionero belga que dedicó su vida a mejorar las condiciones de vida de los leprosos en Molokai, una isla del archipiélago de Hawai, en la Polinesia. En el año 2009 fue canonizado por la Iglesia Católica como San Damián de Molokai y se le considera como el patrón de los leprosos y de los marginados, como los enfermos de sida. 





De una familia de granjeros flamencos muy católicos,  Josef nació en Tremeloo. Junto con su hermano mayor August estudió en Lovaina, abrazando ambos la vida religiosa y profesando en la Compañía de los Sagrados Corazones, ya que querían ser misioneros.  En este momento (1859), Josef tomó el nombre religioso de Damián con el que se le conocería en adelante. 

Su hermano August fue destinado a Hawai, pero una inoportuna enfermedad le impidió embarcarse. Damián se ofreció inmediatamente para reemplazarlo. Fue así como llegó en 1864 a Honolulú, donde se ordenó sacerdote en la Catedral de Ntra. Sra. de la Paz.

Los nativos de Hawai, que durante mucho tiempo habían estado aislados, sufrían muchas enfermedades de importación, contagiadas por los emigrantes y comerciantes chinos. Miles de ellos murieron de gripe y sífilis, y había una alta incidencia de casos de lepra. 


El P. Damián auxiliando a un leproso.
Monumento en Kalaupapa


El rey de Hawai, Kamehameha IV, preocupado por la alta incidencia de lepra, dispuso que todos los enfermos de este mal fuesen concentrados a Kalaupapa, un valle rodeado de montañas en el norte de la isla de Molokai, para evitar contagios. A pesar de conocer el alto riesgo que corría, Damián solicitó ser destinado allá. 




Monseñor Maigret, cuando presentó al P. Damián a los miembros de la colonia de leprosos diciendo: 
 "será como un padre para vosotros, y os quiere tanto que no duda en ser como uno de vosotros y en vivir y en morir con vosotros"
La vida en Kalaupapa no era fácil. El gobierno negligía los envíos de víveres y de material médico. La precariedad de la vida propiciaba el caos y continuas peleas entre los 600 enfermos recluídos en la "colonia de la muerte". El P. Damián pronto organizó y lideró las normas sociales, contribuyendo a construir casas, organizar granjas, fundando colegios, infundiendo entusiasmo y predicando con su ejemplo.

  Estatua del Padre Damián en la iglesia de St. Joseph.
La labor del misionero belga llegó a oídos del nuevo rey de Hawai, David Kalākaua, y le concedió la medalla de Caballero Comandante de la Real Orden de  Kalākaua. La propia hermana del rey, la princesa Lydia Lili'uokalani viajó a Molokai para entregarle personalmente el galardón. Lo que vió la princesa en la colonia de leprosos, le causó una conmoción tan grande, que fue incapaz de leer su discurso. A su regreso, la princesa difundió por los Estados Unidos y Europa lo que estaba haciendo el misionero en la colonia, y empezaron a llegar ayudas y donativos de todo el mundo. 

En diciembre de 1884, Damián llegó cansado a casa y decidió tomar un baño de pies. El agua estaba muy caliente y le causó quemaduras, pero él no sintió dolor alguno. Enseguida comprendió que la anestesia regional era la primera manifestación de la lepra, y que se había contagiado del mal. 

A pesar de su enfermedad, Damián siguió trabajando incansablemente durante cinco años más. Finalmente, en 1889 murió, a los 49 años de edad. 

Estatua del P. Damián representando a Hawai
en el Capitolio de Washington
La leyenda del P. Damián se transformó en una creciente veneración. En 1936, sus restos fueron trasladados a Lovaina, donde reposan en la iglesia de los Sagrados Corazones. Cuando en 1959, Hawai se convirtió en el 50 estado de los Estados Unidos, las autoridades de Hawai eligieron la estatua del P. Damián para representar el archipiélago en el Capitolio de Washington. En 2005, la televisión abierta flamenca (VRT) lo proclamó el belga más grande de todos los tiempos. Sus escritos y objetos personales fueron declarados como Patrimonio Cultural Flamenco en 2013.




En todo caso, el P. Damián y su abnegada entrega a los enfermos es un símbolo innegable de la lucha contra la lepra en todo el mundo. 




Padre Damián de Molokai:













jueves, 1 de octubre de 2015

El quiste de Stuart Mill





George Frederick Watts

Retrato del filósofo John Stuart Mill 


Óleo sobre lienzo
 National Portrait Gallery, Londres



George Frederick Watts (1817-1904) fue un pintor y escultor inglés encuadrado en el movimiento simbolista. Realizó muchos retratos de personajes importantes de su época siendo considerado como uno de los retratistas ingleses más importantes del s. XIX. 

El retrato que hoy aportamos es el del filósofo y economista inglés John Stuart Mill (1806-1873) un personaje que participó muy activamente en la política de su tiempo, siendo miembro del Parlamento por el Partido Liberal. A nivel teórico dejó obras de gran importancia como Sistema de la lógica inductiva y deductiva (1843), Sobre la libertad (1859), y El utilitarismo (1861). En su obra Consideraciones sobre el gobierno representativo, Stuart Mill hizo importantes aportaciones para la elaboración de los sistemas electorales. 


En el Retrato del filósofo John Stuart Mill, Watts refleja a la perfección la piel senil, pálida y amarillenta, algo engrosada, fláccida y surcada de arrugas. A nivel frontal destaca una lesión prominente, de bordes mal definidos, lisa, que con toda seguridad corresponde a un quiste epidermoide.  



John Stuart Mill and utilitarianism: