martes, 14 de marzo de 2017

Historia del ácaro de la sarna (y IV): Renucci, la evidencia definitiva






Jules Meresz

La demostración de Renucci 
25 de agosto de 1834

Dibujo al carboncillo 



Simon François Renucci era un joven estudiante corso que se había licenciado en letras en la Academia de París y estudiaba Medicina en el Hôtel-Dieu de esta ciudad. Estaba atónito por la absurda polémica que se mantenía por aquel entonces referente al ácaro y por el escaso conocimiento que sobre la sarna mantenían los dermatólogos oficiales. Renucci había visto multitud de veces a las mujeres de su país extraer el ácaro productor de la sarna. Y él mismo lo había hecho muchas veces. Pero el ácaro no debía buscarse en las vesículas, sino en el borde de los surcos. Éste era el fallo. 


Sarna pústulo-ampollosa. Lámina de  J.E. Olavide. Dermatología General y Atlas de la clínica iconográfica de enfermedades de la piel o dermatosis. Madrid 1871-1881 


Renucci se convirtió en uno de los alumnos más asiduos de las clases de Alibert, y convenció a su maestro de que podía extraer el ácaro con total garantía de éxito. Alibert accedió a suspender sus vacaciones y el 13 de agosto de 1834 tuvo lugar por fin el histórico suceso. Renucci nos lo relata así:
 "Después de haber asistido a una lección de Monsieur Alibert, tuve la ocasión de demostrar al profesor la existencia de este animalillo maravilloso, tantas veces buscado vanamente al microscopio, objeto de tantas controversias y contradicciones, y las dudas que él me manifestó sobre la posibilidad de encontrarlo hicieron que yo tomara partido proporcionándole pruebas irrefutables. Así que cuando el 13 de agosto de 1834, acudió a la consulta una joven cuyas manos presentaban numerosas vesículas de sarna y que no había realizado ningún tratamiento, anuncié a todos los médicos y alumnos que estaban allí que iban a ver el insecto fabuloso. En efecto, hice la extracción con la ayuda de una aguja; el ácaro caminó sobre mi uña y todos pudieron verlo a simple vista. El nutrido grupo de asistentes me pidió que repitiera la misma operación en otro sarnoso, y al cabo de poco tiempo se pudo repetir el resultado. En seguida, el profesor Alibert hizo levantar un acta, que tras ser firmada por todos fue enviada a la Facultad"
En efecto, el 16 de agosto, la noticia apareció en la Gazette des Hôpitaux, aunque fue acogida con un escepticismo general. La experiencia se repitió públicamente el 20 de agosto. Uno de los más firmes detractores de la existencia del ácaro, el Dr. Lugol comentó, burlándose: 
"Alibert ha interrumpido sus vacaciones, que creo que las necesitaba de verdad. Es muy valiente: atreverse a volver otra vez al combate, estando ya al final de su carrera, y tras sus repetidas derrotas" 
Y desafiante, añadió: 
"Yo renuevo mi oferta de 300 francos para el estudiante que encuentre el sarcoptes"

Tesis de Simon François Renucci (1935)
Así que una nueva reunión se programó para el 25 de agosto a las 9 de la mañana. Se anunció adecuadamente en la Gazette des Hôpitaux, en un lugar neutral para ambos bandos, la clínica de Edouard Émery. Entre los numerosos asistentes estaban figuras destacadas y reconocidas de la medicina: Sabatier, Pinel, Legros, Emery, Lugol, Alibert, Raspail... A las 10 de la mañana Renucci, con la ayuda de una aguja, extrajo ante todos un ácaro y lo puso bajo el objetivo de un microscopio. El más imparcial de los asistentes, el anfitrión Émery repitió la experiencia con facilidad. Raspail constató la similitud del ácaro con las planchas de De Geer. Lugol no tuvo más remedio que aceptar su derrota. Renucci había demostrado plenamente la existencia del ácaro y ya no fue puesta en duda nunca más. 

Renucci publicó poco después su descubrimiento en su tesis "De la découverte de l'insecte qui produit la contagion de la gale, du prurigo et du phylacia" (Sobre el descubrimiento del insecto que produce el contagio de la sarna, del prurigo y de la phlyzacia" (6 de abril de 1835). En ella dejó claro que el ácaro de la sarna no se encuentra nunca en las vesículas. Renucci fue recibido triunfalmente en la Charité por Rayer, en el Hôpital des Vénériens por Ricord, y en la Facultad por Cloquet. Lo que no sabemos es si Renucci llegó a cobrar los 300 francos que había ofrecido Lugol. De hecho, Lugol desapareció y no se volvió a saber nada de él. 





Bibliografía

Beeson BB. Acarus scabiei. Study of its history. Arch Dermatol Syphilogr 1927;16:294-307.

Crissey JT, Parish LC The Dermatology and Syphilology of the Nineteenth Century. New York: Praeger, 1981. 

Díaz R, Vidauzárraga C. Historia del ácaro de la sarna. Piel 2003; 18 (9): 471-3

Galvañ Pérez del Pulgar JI, Piel 2004;19:533-7 - DOI: 10.1016/S0213-9251(04)72909-

Janier M. Histoire du sarcopte de la gale. Histoire des sciences médicales, Tome XXVIII, 4, 1994. http://www.biusante.parisdescartes.fr/sfhm/hsm/HSMx1994x028x004/HSMx1994x028x004x0365.pdf


lunes, 13 de marzo de 2017

Historia del ácaro de la sarna (III): Controversia y escepticismo






Retrato de 
François-Vincent Raspail

Fotografía 



Comentábamos en una entrada anterior  la polémica que se desencadenó en el primer tercio del s. XIX en París, referente al parásito productor de la sarna. Galès pretendía saber extraer los ácaros de la sarna de las vesículas cutáneas, pero sus descripciones demostraban que en realidad era un fraude, y que lo que él mostraba eran en realidad, ácaros del queso. El enfrentamiento entre los que creían en el ácaro de la sarna y los que creían que se trataba de una pura superchería estaba cada vez más enconado.  


François-Vincent Raspail (1794-1878) fue uno de los espíritus más brillantes del s. XIX. De formación autodidacta fue a la vez químico, higienista, citólogo (uno de los inventores de la teoría de la célula) y sobre todo microscopista. Además era de espíritu contestatario, anti-conformista, librepensador socialista con ribetes anarquistas. En fin, tenía una personalidad muy compleja. 

Raspail se interesó en la polémica del Sarcoptes de la sarna. Comenzó haciendo sus propias investigaciones, que resultaron negativas. No tenía ninguna idea preconcebida, y al principio atribuyó sus fracasos a su falta de experiencia, a los tratamientos previos recibidos por los enfermos e incluso al clima de París. 

Más tarde, comparando los dibujos de Galès y de De Geer vió el gran parecido que había entre los ácaros del queso y los que decía extraer Galès. Llegó así a la conclusión de que Galès era un embaucador, que había sustituído el pretendido ácaro de la sarna por el del queso. Desde este momento (1829), Raspail tomó parte en la polémica y se implicó en desenmascarar el fraude. Pronto Raspail encontró con quien aliarse. 

El Dr. Jean Lugol (1788-1851) era un médico muy respetado, que había estudiado a fondo la tuberculosis. También había hecho aportaciones terapéuticas: una solución yodo-yodurada (hoy se conoce como solución de Lugol). Lugol era un acérrimo opositor a la teoría del ácaro. Además era muy provocador y había prometido un premio de 300 francos a quien demostrara la existencia del ácaro. Era una suma muy importante, lo que demuestra que estaba totalmente seguro de que nadie lo lograría.  

Patrix, un médico de Saint Louis, había secundado a Galès en su momento y le había ayudado a dibujar los famosos ácaros. Tal vez por fidelidad a su amigo, por inconsciencia o por ingenuidad quiso intentar responder al desafío de Lugol, pero Alibert lo impidió (1829), creyendo que entrar en ese juego no era el camino más conveniente. 


Jean Lugol (1788-1851), uno de los principales detractores
del origen acarino de la sarna
El cirujano Arnal, discípulo de Lugol, atacó a Patrix manteniendo una agria polémica en la revista "La lancette française". Patrix se defendió como pudo. Pero cada día aumentaba más y más el número de los escépticos

El 2 de septiembre de 1829, un tal Meynier comunica a Lugol que ha encontrado el "insecto" y que lo va a demostrar en público. Tras reunir a personalidades como Bailly, Cloquet, Lugol y un escogido público, Meynier tomó una muestra de un sarnoso, la puso sobre una gota de agua bajo el microscopio y agitando con su uña la mezcla hizo aparecer el ácaro ante la admiración de todos. Los de más edad reconocieron el ácaro de Galès, idéntico al ácaro del queso. Alibert está eufórico, ante la demostración.

Pero pocos días más tarde, Meynier renuncia al premio de 300 francos y Raspail aclara la confesión de Meynier: tenía un trozo de queso podrido en su bolsillo y había puesto ácaros del queso con su uña bajo el microscopio. Ahora es Lugol el que se muestra eufórico. 


Moldeado de cera representando un caso de sarna noruega .
Museo de cera del Hospital de Saint-Louis, Paris. 
Tras la flagrante derrota de los defensores de la etiología acarina, Alibert, ya muy desprestigiado, no tiene más remedio que autorizar a Patrix a hacer la demostración en el Hôtel Dieu. Pero el ácaro no aparece. El fracaso es total. Las risas y comentarios jocosos de los asistentes hacen que la derrota sea cada vez más hiriente. Patrix es severamente amonestado por la Facultad de Medicina, aunque todo el mundo sabe que la amonestación va en realidad dirigida a Alibert. 


Llegamos a 1830, en plena Revolución. Raspail se olvida momentáneamente del ácaro para ir a las barricadas. Los médicos ya no quieren ni oir hablar del insecto. Hasta Alibert duda ya de su existencia. 

Los dermatólogos tienen muy mala opinión de Galès, a quien juzgan muy duramente: 

Devergie: 
"el pretendido ácaro hizo que el Instituto diera a su inventor una recompensa honorable en vez de la reprobación y el desprecio que en realidad merecía"

Raspail: 
"Galès ha mostrado fraudulentamente el ácaro del queso para adquirir gloria y dinero"

Biett: 
"Este éxito constante de un bando y el fracaso constante del otro llegan a fatigar el espíritu. No sé de ninguna duda que tenga tan poca defensa"

Cazenave: 
"Se puede dudar de la buena fe de este farmacéutico"

Probablemente el ácaro de Galès era un fraude. Tal vez había visto alguna vez el ácaro y perpetuó fraudulentamente su descubrimiento, ávido de fama, de amor propio y de dinero. Desapareció de Saint Louis en 1815. Vivió, explotando sus negocios hasta 1854. Pero nunca dijo una palabra ni participó en la polémica, dejando que afectara a la reputación de Alibert, para el que se convirtió en una auténtica pesadilla. 




Bibliografía

Beeson BB. Acarus scabiei. Study of its history. Arch Dermatol Syphilogr 1927;16:294-307.

Crissey JT, Parish LC The Dermatology and Syphilology of the Nineteenth Century. New York: Praeger, 1981. 

Díaz R, Vidauzárraga C. Historia del ácaro de la sarna. Piel 2003; 18 (9): 471-3

Galvañ Pérez del Pulgar JI, Piel 2004;19:533-7 - DOI: 10.1016/S0213-9251(04)72909-

Janier M. Histoire du sarcopte de la gale. Histoire des sciences médicales, Tome XXVIII, 4, 1994. http://www.biusante.parisdescartes.fr/sfhm/hsm/HSMx1994x028x004/HSMx1994x028x004x0365.pdf




domingo, 12 de marzo de 2017

Historia del ácaro de la sarna (II): Galès, ¿descubridor o embaucador?





Barón de Geer

Ácaros 
 Ilustración del libro 
Mémoirs pour Servir à l'Histoire des Insectes 




La sarna es una enfermedad producida por un parásito, Sarcoptes scabiei. Un ácaro que cava túneles en el interior de la piel, y por este motivo se le conoce con el nombre popular de "arador de la sarna". Las hembras ponen sus huevos durante la noche y por eso el principal síntoma es un prurito intenso, sobre todo nocturno. Observando con atención se pueden ver los surcos que excavan y unas pequeñas vesículas. 

Por el hecho de estar dentro de la piel (y no encima de ella), descubrir la auténtica causa de la enfermedad no fue tarea fácil. Al parecer, el ácaro de la sarna había sido ya descrito por el médico árabe andalusí Ibn Zuhr (Avenzoar). También fue descrito por la monja Santa Hildegarda de Bingen. Y también por los biólogos Bonomo y Redi en el s. XVIII. Pero en todos estos casos, por una razón o por otra, estos descubrimientos cayeron en el olvido. 

Cuando Jean Louis Alibert llegó al Hospital de Saint Louis de París, se propuso clasificar las enfermedades de la piel. Lo hizo a la manera de los botánicos e incluso propuso una forma de árbol (Árbol de las dermatosis) para explicar los grandes grupos de enfermedades cutáneas. El simbolismo del árbol fue tal, que el propio Alibert impartía sus clases tres veces a la semana bajo un tilo, cerca del pabellón real del hospital. 

Un día, al terminar una de estas clases, el joven farmacéutico del hospital, un chico de 29 años,  Jean Chrysanthe Galès (1783-1854) se entrevistó con el gran médico. Este encuentro constituyó el principio de uno de los episodios más rocambolescos de la historia de la medicina. Galès pretendía realizar su tesis doctoral y Alibert, petulante, se permitió contestarle con sorna, haciendo un juego de palabras bastante malo: 
"Puede escribir su tesis sobre la sarna, ya que por su  nombre está predestinado" (El nombre de Galès se parece a gale, que significa sarna en francés)
En aquel momento, tenía lugar un franco enfrentamiento en la Academia de Medicina entre los partidarios de la teoría acariana (que ya había sido planteada por Bonomo y Redi) y los que defendían la discrasia psórica. No se sabía a ciencia cierta si el ácaro existía o no. La Academia de Medicina había prometido incluso una recompensa para quien descubriera o redescubriera el controvertido ácaro. 

Pocas semanas más tarde, el 26 de mayo de 1812, Galès volvió a visitar a Alibert para comunicarle que ya había encontrado el parásito productor de la sarna. Según él, lo había podido hallar repetidas veces en las vesículas acarinas. Alibert, que era partidario de la doctrina acarina se excitó mucho, y propuso realizar sesiones ante grupos de médicos para demostrar y confirmar el experimento. 


El estudio sobre la sarna de J.C. Galès.
Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid. 
En las reuniones que tuvieron lugar a continuación, Galès extrajo el insecto con destreza de las vesículas de la sarna ante médicos y estudiantes de medicina. Estas actuaciones algo teatrales provocaban cerradas ovaciones de los asistentes al acto. Ante el éxito de estas demostraciones, el doctor Latreille, en representación de la Academia de Medicina, le hizo entrega del premio en metálico y lo reconoció oficialmente como descubridor del ácaro productor de la sarna. 

Tras embolsarse el premio, Galès se hizo famoso. Repitió la exhibición numerosas veces, ante gran número de médicos, naturalistas, entomólogos y sabios de la Academia de Medicina, la Academia de las Ciencias y ante el Consejo General de los Hospicios de París. Poco después publicó su "Ensayo sobre el diagnóstico de la sarna, sobre sus causas y sobre las consecuencias médicas prácticas de las que se deducen las verdaderas nociones de esta enfermedad(Tesis 21 Agosto 1812- París).


Ilustración del libro de Galès sobre fumigaciones para tratar los casos de sarna.
Paris, 1816
Galès supo aprovechar bien su fama. Creó un consultorio dermatológico privado tras haber probado en el hospital de Saint Louis una nueva técnica de tratamiento, la fumigación con vapor de azufre. Usando una cabina de la que sobresalía la cabeza del enfermo que se tenía que tratar, procedía a fumigar el cuerpo de los sarnosos con vapores sulfurosos obtenidos echando flor de azufre sobre brasas ardiendo. Fumigó así a 355 pacientes. 

Mientras Galès se dedicaba ya plenamente a su floreciente consultorio privado, comenzaron a surgir las primeras sospechas. Nadie, a excepción de Galès, era capaz de encontrar los ácaros en las lesiones de sarna. El naturalista Cuvier fue el primero que llamó la atención: los insectos de Galès eran muy diferentes de las descripciones como las que habían dibujado otros naturalistas como el Barón de Geer en Suecia y se parecían sospechosamente a los ácaros del queso (En la lámina que encabeza esta entrada los ácaros del queso son los 2-4 y el de la sarna el 13).  


Lámina del libro de Alibert mostrando las lesiones clínicas de la sarna. Al lado aparecen tres ácaros, que por su morfología pueden identificarse con los ácaros del queso, que eran los que mostraba Galès en sus demostraciones. Esto acarreó un gran desprestigio a Alibert, que no obstante, no hizo retirar la lámina. 


Esto supuso un retorno al escepticismo. Comenzaron a circular los rumores de fraude. Alibert, al principio, se negaba a creerlo. La Academia de Medicina había reconocido el género Sarcoptes y ya se habían representado tanto en los tratados de Alibert como en el Diccionario de Ciencias Médicas de 1816 los animalículos de Galès (que ahora ya muchos denominaban jocosamente "ridículos")

Alibert hizo buscar los sarcoptes según el método de Galès. Pero ni él ni nadie lo conseguían encontrar. Ni Biett, Lugol ni Rayer en Francia; ni Bateman ni Willan en Inglaterra; ni Galeotti o Chiarugi en Italia. Las investigaciones de Galès ya eran multitudinariamente rechazadas. 

Mientras tanto, Galès hacía oídos sordos a sus detractores. Hacía tiempo que había abandonado Saint Louis (1815) y se dedicaba a la explotación de sus múltiples establecimientos de  baños fumigatorios que se repartían por todo París. No respondía nada a las crecientes acusaciones de fraude. 

Mientras tanto, Alibert, que había reproducido el supuesto ácaro en sus libros quedaba en una mala posición. Sus adversarios, especialmente Biett, no perdían ocasión para lanzar biliosos comentarios sobre él y aumentar su desprestigio.  


Bibliografía

Beeson BB. Acarus scabiei. Study of its history. Arch Dermatol Syphilogr 1927;16:294-307.

Crissey JT, Parish LC The Dermatology and Syphilology of the Nineteenth Century. New York: Praeger, 1981. 


Díaz R, Vidauzárraga C. Historia del ácaro de la sarna. Piel 2003; 18 (9): 471-3

Galvañ Pérez del Pulgar JI, Piel 2004;19:533-7 - DOI: 10.1016/S0213-9251(04)72909-

Janier M. Histoire du sarcopte de la gale. Histoire des sciences médicales, Tome XXVIII, 4, 1994. http://www.biusante.parisdescartes.fr/sfhm/hsm/HSMx1994x028x004/HSMx1994x028x004x0365.pdf

viernes, 10 de marzo de 2017

Historia del ácaro de la sarna (I): Ideas precursoras.






Giovanni Cosimo Bonomo

Ácaro de la sarna 
 Dibujo a tinta incluído en la carta a Francesco Redi 
18 de julio de 1687




La sarna es una enfermedad producida por un parásito, Sarcoptes scabiei. Un ácaro que cava túneles en el interior de la piel, y por este motivo se le conoce con el nombre popular de "arador de la sarna". Las hembras ponen sus huevos durante la noche y por eso el principal síntoma es un prurito intenso, sobre todo nocturno. Observando con atención se pueden ver los surcos que excavan y unas pequeñas vesículas. 

Por el hecho de estar dentro de la piel (y no encima de ella), descubrir la auténtica causa de la enfermedad no fue tarea fácil. Al parecer, el ácaro de la sarna había sido ya descrito por el médico árabe andalusí Ibn Ahlil Ala-Zuhr (Avenzoar), que ejerció en Sevilla en el s. XII /1070-1172). En su libro "Taisir el medaouat oua el tedbir" describe el "souab" que vive dentro de la piel y que es un animal tan pequeño que el ojo apenas puede distinguir. 

El ácaro de la sarna también fue entrevisto por la monja Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179), probablemente la primera mujer que inició el estudio de las enfermedades de la piel en su libro "Physika". La santa monja desde su convento de Rupertsberg llamaba al parásito "suren" o "suern" y proponía remedios para exterminarlo eficazmente. 
Francesco Redi. 

Pero en ambos casos, por una razón o por otra, estos descubrimientos cayeron en el olvido. La mayoría de médicos de los s. XV y XVI, concebían las enfermedades según la teoría humoral y creían que el intenso prurito de los sarnosos era debido a transtornos y desequilibrios de la sangre o de la bilis.  

El descubrimiento del microscopio cambió la percepción de las cosas. El 18 de julio de 1687 Giovan Cosimo Bonomo (1663-1696) un médico naval, escribió una carta a Francesco Redi (1626-1697), médico y naturalista empírico, que defendía la generación de todos los seres vivos.
  
La carta de Bonomo a Redi donde se comenta
la existencia del "insecto" de la sarna
En la carta, Bonomo describía cómo algunas mujeres extraían un «insecto» de las pústulas de los enfermos de sarna, y que su contagio era posible a través de la ropa y de algunos objetos del paciente. Ésto último interesaba mucho a Redi, que sostenía que todo ser vivo procedía de otro por reproducción de otros seres vivos que los engendraban. Además era un detalle fundamental para probar la contagiosidad de la sarna a partir de ropas contaminadas. En la misiva también se señalaba que los tratamientos tópicos eran más eficaces que los de uso interno. En la carta incluía un dibujo del supuesto agente causal, relativamente aproximado a como es en realidad. Bonomo se refería a Diacinto Cestoni (1637-1718), farmacéutico de Livorno, como su ayudante en dichos descubrimientos.

Redi y Bonomo:
Osservazioni intorno a' pellicelli del corpo umano 
(1687) 
Francesco Redi, tras recibir la carta de Bonomo logró aislar el ácaro y observarlo al microscopio. Los investigadores publicaron el resultado de sus observaciones en el libro Osservazioni intorno a' pellicelli del corpo umano (1687) 

Pero la teoría humoral y la generación espontánea de los seres vivos eran todavía las ideas predominantes en el pensamiento médico, muy conservador y poco dado a los cambios y a las nuevas ideas en aquel momento. Por eso las investigaciones entorno al ácaro fueron pronto olvidadas. Se tuvo que esperar al segundo tercio del s. XIX para que fueran plenamente aceptadas. 


Bibliografía

Beeson BB. Acarus scabiei. Study of its history. Arch Dermatol Syphilogr 1927;16:294-307.

Díaz R, Vidauzárraga C. Historia del ácaro de la sarna. Piel 2003; 18 (9): 471-3

Galvañ Pérez del Pulgar JI, Piel 2004;19:533-7 - DOI: 10.1016/S0213-9251(04)72909-

Lane JE. Bonomo's letter to Redi - an important document in the history of scabies. Arch Dermatol Syphilogr 1928;18:1-25.


Montesu MA, Cottoni F. G.C. Bonomo and D. Cestoni. Discoverers of the parasitic origin of scabies. Am J Dermatopathol 1991;13:425-7.


Redi F. Osservazioni intorno a pellicelli del corpo umano fatte dal Dottor Gio: Cosimo Bonomo e da lui com altre osservazioni scritte in una lettera all'illustriss. Sig. Francesco Redi. Florencia: Piero Matini, 1687. 

Ramos e Silva M. Giovan Cosimo Bonomo (1663-1696): Discoverer of the etiology of scabies Int J Dermatol 1998;37(8):625-630





jueves, 9 de marzo de 2017

Las pelucas egipcias






Peluca de Merit
(XVIII dinastía, s. XV-XIV a.C.) 

Cabello humano tratado
Museo Egipcio. Turín.   



Kha fue el arquitecto jefe que dirigió las obras de la necrópolis al servicio del faraón Amenhotep III. (Reino Nuevo: dinastía XVIII) Su tumba (identificada con el número TT8) fue encontrada intacta por el egiptólogo italiano Ernesto Schiaparelli en 1906. Contiene el ajuar funerario de su mujer, Merit. Actualmente su contenido se encuentra en el Museo Egipcio de Turín. 

La importancia de esta tumba es que es una tumba no real con una gran cantidad de objetos de uso cotidiano al lado de los sarcófagos de los esposos: camas, soportes para la cabeza, escabeles, juegos de senet, vestidos y ropas de lino, contenedores con lencería e incluso ofrendas de comida fosilizada (varias clases de pan, aceitunas, ajos). Y naturalmente un papiro con el Libro de los Muertos, un texto imprescindible para entrar en la otra vida. 

El arquitecto fue sepultado con algunos instrumentos de su oficio: varas para medir (una de ellas plegable y dotada de un estuche para llevarlo atado a la cintura). Destaca también una silla decorada con una estatuilla representando a Kha.  

Arriba: Cofre de cosméticos del ajuar funerario de Merit.
Abajo: Parte de su contenido. Museo Egipcio. Turín.
Cerca del sarcófago de su mujer, Merit, hay una completa colección de objetos personales, que nos proporciona un documentado testimonio de cuáles eran los hábitos higiénicos y cosméticos en el Antiguo Egipto. Entre joyas y colgantes destacan los instrumentos y materiales para el maquillaje, y especialmente una espléndida peluca negra, confeccionada con cabellos reales y perfectamente conservada.

Las pelucas, en Egipto solían estar confeccionadas con cabello humano. La mayoría de las que se han estudiado hasta ahora, se usaron cabellos humanos castaños posteriormente teñidos de negro. Su corte era perfectamente simétrico. Las realizaban los peluqueros o eran confeccionadas por las mujeres en la casa. 

La confección de una peluca era simple: el pelo natural, retorcido, en mechones o en pequeñas trenzas, se entrelazaba muy tirante entre las aberturas de un soporte almohadillado que podía ser de fibras  vegetales. 


Diversos tipos de peines y agujas para el pelo. Museo Egipcio. Turín.

Para dotar de consistencia y fijar el cabello al soporte se procedía a sumergir (solamente la raíz y el soporte) en un líquido compuesto por resina y cera de abejas. La resina endurecida actuaba como un adhesivo, manteniendo los mechones en su lugar. La cera le confería una cierta estabilidad. Funde a 60ºC por lo que la peluca permanecía intacta incluso en los días más calurosos de verano.  Una vez fijada, se procedía al peinado de la peluca. Se calcula que para confeccionar una peluca como la descrita se necesitan por lo menos unos 120.000 cabellos. Por ello eran imprescindibles los peines (de madera, hueso o, menos frecuentemente, de marfil) y las agujas del cabello, que presentaban a veces decoraciones en su parte superior con pequeñas cabezas de animales o motivos geométricos. 

Las damas acaudaladas tenían sirvientas para peinar las pelucas, mientras que las mujeres de las clases populares recurrían a arreglarse unas a otras. 

Los hombres llevaban en general pelucas cortas, compuestas de pequeños mechones superpuestos, o a veces pelucas que llegaban hasta los hombros, con mechones paralelos. También las mujeres llevaban pelucas hasta la mitad del cuello, especialmente en las épocas más antiguas. Naturalmente, a lo largo de los siglos las pelucas fueron cambiando de tipo de peinado. Así en el Reino Medio se estilaban las pelucas tripartitas abierta en dos partes que caían sobre el pecho a ambos lados y otra por la parte de atrás. Un tipo de peluca tripartita con dos grandes rizos laterales era la llamada "hathórica" ya que se solía representar a la diosa Hathor - en su forma humana - con este peinado. También los capiteles hathóricos presentan cabezas con estas pelucas característicos que permiten la identificación de la diosa.  


Descubrimiento de la tumba del arquitecto Kha y de su esposa Merit (Museo Egizio di Torino): 















miércoles, 8 de marzo de 2017

Alarico, saqueador de Roma, vencido por la malaria?








Thomas Cole

El curso del imperio: Destrucción
(1836)
 Óleo sobre lienzo 99 x 161 cm
New-York Historical Society, Nueva York




Thomas Cole (1801-1848) nació en Lancashire (Inglaterra). A los 19 años emigró con su familia a América, donde transcurrió el resto de su vida.  Tras formarse en la escuela de Artes de Pennsylvania, destacó como pintor paisajista. 

Una de sus obras más destacadas es "El curso del imperio", una serie de cinco cuadros de tema histórico en los que relata la evolución del imperio romano. En el cuarto cuadro de esta serie, "Destrucción", muestra el saqueo de Roma por las tropas de Alarico en 410 d.C. en un estilo apocalíptico: El ejército invasor saquea la ciudad, quemando edificios y dejando el suelo sembrado de cadáveres. El humo de los incendios se funde con espesos nubarrones como un funesto presagio. En una esquina destaca una estatua colosal de un guerrero (inspirada en el gladiador Borghese del Louvre), que avanza decidido hacia el enemigo. Pero su intento es vano: ya ha perdido una mano derecha y la cabeza yace despedazada en el suelo. Una bella metáfora de un imperio que ve como avanza inexorablemente su fin.  

Alarico I (370-410) fue rey de los visigodos entre 395 y 410. Los visigodos estaban establecidos en Mesia (en las riberas del Danubio, actualmente territorios de Serbia y Bulgaria) y aliados con los romanos como foederati por un acuerdo con el emperador Teodosio I

Alarico se erigió como caudillo militar de un ejército aliado de los romanos (387–395) y tras la muerte de Teodosio I se proclamó rey de los visigodos (395). Según comenta  San Isidoro: 

«Los godos, rehusando el patrocinio de foedus romano, proclamaron en asamblea a Alarico como rey suyo, juzgando que era indigno ser súbdito del poder de Roma, de cuyas leyes y compañía se habrían separado vencedores en la batalla». 

Segunda campaña de Alarico en Italia (según F. A. Galassi)

El rey Alarico fue crucial en el proceso de descomposición del  Imperio romano de Occidente.

En 396 Alarico condujo las hordas visigodas a través de Macedonia, Tracia, Fócida y Beocia, atacando y arrasando las ciudades griegas de Corinto, Esparta, Argos y Megara, y llegando a amenazar al gobierno romano de Cosnstantinopla, pero, atacado por Estilicón, se vio forzado a replegarse.  

El Imperio romano se enfrontaba a múltiples síntomas de descomposición:  vándalos y godos en el norte de Italia, insurrección de las tropas de Britania y pronunciamientos de militares que se autoproclamaban césares, y, además, los suevos, vándalos y alanos cruzaron el Rhin (406).

Los visigodos de Alarico, aprovechando la débil situación del Imperio de Occidente, forzaron al emperador Honorio a refugiarse en la bien fortificada ciudad de Rávena y marcharon de nuevo sobre Italia, llegando incluso a saquear la ciudad de Roma en agosto del año 410 (tras tres asedios e intentos frustrados de llegar a un acuerdo con Honorio). Alarico reclamó al emperador Honorio ser nombrado general de los ejércitos del Imperio (magister militum), pretensión que no vería jamás cumplida. Sin embargo, de Roma se llevó como botín a la hermanastra del emperador, a la princesa Gala Placidia como rehén. A la muerte de Alarico, su cuñado Ataúlfo se casó con ella y se instalaron en Barcino (actual Barcelona).

El saqueo de Roma, que duró seis días, fue relativamente respetuoso. Alarico quería ser proclamado emperador de Roma y tuvo especial cuidado en respetar templos y monumentos. A pesar de todo, produjo una gran conmoción en todo el mundo civilizado, como puede verse, por ejemplo en los escritos de San Agustín, obispo de Hipona, una ciudad norteafricana. Según el historiador Eduard Gibbon:

"La caída de Roma desencadenó el temor por todo el Imperio e incluso logró que vacilara la fe en Dios de muchos cristianos y el regreso al paganismo de otros, al considerar que aquel era un castigo de sus antiguos dioses por haberlos abandonado.
Alarico había planeado invadir el Norte de África, el gran granero de Roma, y por eso se dirigió al sur de la península itálica, pero murió súbitamente en la ciudad de Cosenza a los 35 años, antes de conseguirlo. 

La muerte súbita de Alarico ha llamado la atención de muchos investigadores. Evidentemente se deben contemplar algunas posibilidades como un fallo cardíaco, un ictus, o disección de la aorta, aunque no hay antecedentes ni parece que coincidan los síntomas descritos por los Jordanes, el principal cronista de la época, que destaca un fuerte acceso febril en sus últimos días. El paleopatólogo F. A. Galassi de la Universidad de Zurich, cree que probablemente Alarico murió de paludismo. El paludismo está causado por un protozoo del género Plasmodium (P. falciparum, P. vivax, P. ovale, P. malariae), que es transmitido por la picadura de un mosquito.  La mayoría de los casos actuales (438.000 muertes al año) están producidos por P. falciparum (+ de 75%) y P. vivax (20 %). Los síntomas iniciales de paludismo (malestar, náuseas, vómitos, tos) son muy poco específicos y se confunden frecuentemente con otras infecciones bacterianas o víricas (gripe, brucelosis, fiebre tifoidea...) 

Alarico I, por Ludwig Thiersch


El pronóstico del paludismo depende en buena medida de la respuesta inmunitaria. Las personas que habitan en zonas endémicas de paludismo desarrollan una inmunidad parcial, que les preserva de complicaciones graves y que desaparece a los dos años si van a vivir en zonas no endémicas. Muchos personajes célebres romanos que vivían en zonas endémicas (Julio César, Atico, Cicerón) habían desarrollado una inmunidad parcial, por lo que padecieron la malaria y la superaron sin consecuencias graves. Pero la mayoría de las tropas de Alarico (una mezcla de soldados godos y de otros pueblos aliados) procedían de zonas en las que la malaria no era endémica. 

Alarico había vivido de 401 a 410 en el norte de Italia y en la península de los Balcanes, zonas en las que en principio, no estaban infestadas por la malaria. Sin embargo, se han demostrado secuencias de ADN de Plasmodium falciparum en el esqueleto de un niño encontrado en Lungnano in Teverina (a 90 km. al norte de Roma) y que ha sido datado en 450 d.C. De hecho, en opinión de Sallares, los alrededores de Roma debían ser zonas endémicas de malaria desde hacía mucho tiempo, como sugiere el antiguo culto a la diosa Febris. Alarico gozaba de perfecto estado de salud durante el saqueo de Roma (finales de agosto de 410) y tras un largo viaje llegó a Calabria, una región de alto endemismo malárico y que fue zona endémica de paludismo hasta tiempos muy recientes. En octubre, una época en la que se dan la mayoría de muertes por paludismo, al darse las condiciones climáticas óptimas para la reproducción y diseminación del parásito, Alarico tuvo un violento acceso febril, muriendo poco después

Heinrich Leutemann: La muerte de Alarico  (1895) Grabado
Publicado en Ridpath, John Clark: Universal History.
  

Los paleopatógrafos creen que Alarico podría haber sido infectado por P. falciparum, que presenta una incubación muy breve (7-8 días). De ser cierta esta hipótesis, podríamos afirmar que así como Napoleón fue vencido por el "general invierno", el invicto rey de los godos habría sido vencido por el "general mosquito".  


Bibliografía

Faure E. The death of Alaric I (c. 370–410 AD), the vanquisher of Rome: Additional arguments strengthening the possible involvement of malaria. Eur J Intern Med 37 (2017) e14-e15. 

Galassi FM, Bianucci R, Gorini G, Paganotti GM, Habicht ME, Rühli FJ. The sudden death of Alaric I (c. 370-410 AD), the vanquisher of Rome: a tale of malaria and lacking immunity. Eur J Intern Med 2016; 31, 84-7

Jordanes. De Origine actibusque Getarum. En: Mierrow CC (ed) The gothic history of Jordanes. Princeton University Press, 1915. 

Sallares R. Malaria and Rome: a history of malaria in ancient Italy. Oxford University Press, 2002.