viernes, 30 de octubre de 2020

Séneca: (III) La muerte del filósofo

 





Manuel Domínguez Sánchez 

Muerte de Séneca
(1861)

Óleo sobre lienzo 270 x450 cm
Museo del Prado. Madrid.  




Este cuadro fue premiado en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1871, y significó el retorno de la pintura española de historia a la Historia de Roma, interpretada desde una modernidad verista, buscando un efecto moralizante.  El cuadro llevaba originalmente por título "Séneca, después de abrirse las venas, se mete en un baño y sus amigos, poseídos de dolor, juran odio a Nerón que decretó la muerte de su maestro" se suele simplificar como "La muerte de Séneca". 

La escena del cuadro es fundamentalmente descriptiva de la muerte del filósofo. Aunque el filósofo cordobés estaba aquejado por una disnea que interpretamos en una entrada anterior como posibles crisis de asma o de angina de pecho, no fueron estas las causas que terminaron con su vida, sino el suicidio. 

Lucio Anneo Séneca fue acusado ante Nerón (de forma probablemente calumniosa) de haber participado en la conjura de Pisón para asesinarlo. Encolerizado, el emperador dio la orden de detener a su antiguo preceptor. 

Conocedor Séneca de que la guardia pretoriana tenía la orden de prenderle, decidió quitarse la vida por su propia mano, en un gesto de dignidad y de desprecio hacia quienes lo hubieran querido ver morir con vilipendio.



Dos versiones de La muerte de Séneca, por Luca Giordano. 




Séneca decidió cortarse las venas en la bañera, ante sus discípulos, y morir mientras hablaba de filosofía. Domínguez en su título, añade dramáticamente que sus allegados juraban odio a Nerón, ante la muerte de su maestro.  Este es precisamente la escena que refleja la pintura. Ambientada en una fría estancia circular, que parece representar la sala de unas termas, decorada con ricos mármoles y relieves. En ella ese sitúa una bañera, en la que asoma el cuerpo macilento y huesudo del anciano filósofo (Domínguez toma equivocadamente la fisonomía del Pseudo-Séneca, que era la que se consideraba auténtica en aquel momento). La cabeza del suicida cae hacia atrás, con el brazo caído y fláccido. Su desnudo cuerpo se cubre con un paño sobre el que reposa una corona de laurel, como homenaje póstumo a la sabiduría del viejo filósofo. Reclinado sobre él, llora desconsolado uno de sus discípulos, sentado en una banqueta de bronce, que intenta ocultar el llanto cubriéndose con la mano el rostro. Los demás permanecen en pie, contemplando con consternada serenidad la última exhalación del filósofo. Uno de ellos se lleva el puño al pecho jurando venganza por la muerte de su maestro con la mirada fija en su cadáver, viéndose detrás el pebetero con las brasas humeantes. La composición pues, es muy dramática y poco verosímil, pero del gusto del s. XIX. 



David: La muerte de Séneca. Petit Palais. París. 


Cortarse las venas para suicidarse es un método que tiene fama de causar un final dulce y poco doloroso. El desangramiento produce en este caso, una hipovolemia que conduce a un adormecimiento suave y la muerte puede llegar casi de forma inadvertida. Pero hace falta que la hemorragia sea suficiente. Parece ser que no fue el caso de Séneca, y que su muerte no fue tan épica como se intenta reflejar en éste y en otras pinturas famosas. Para acelerar su final, Séneca recurrió después a ingerir una poción de cicuta venenosa, que tampoco terminó con su vida. 

Al final fue el humo de un brasero el que logró su fatal objetivo. Tal vez Domínguez conocía este detalle, ya que en su obra aparece también un brasero. Los braseros mal encendidos desprenden la liberación de monóxido de carbono (CO) y su inhalación causa una intoxicación mortal. Cuando hay demasiado monóxido de carbono en el ambiente, el cuerpo reemplaza el oxígeno en los glóbulos rojos con monóxido de carbono. Esto puede generar un daño grave en el tejido, y puede causar la muerte. El monóxido de carbono es un gas incoloro, inodoro, insípido, y no se detecta su presencia, por lo que las intoxicaciones accidentales se producen con cierta frecuencia. 

La muerte de Séneca ha sido representada numerosas veces por otros artistas, como Luca Giordano o por David. 


Bibliografía 

Díez, J. L., El Siglo XIX en el Prado. Madrid, Museo Nacional del Prado, 2007, pp. 236-238).
 


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