lunes, 4 de febrero de 2019

Cangrejos y enfermedad (III): Queloides





Jean Louis Alibert

Chéloïde polipode

Litografía 
Colección Dr. J. Chevalier. 
Vaulx-en-Velin




Comentábamos en un post anterior la etimología de la palabra cáncer, que deriva de los vocablos usados en griego y en latín para designar a los cangrejos. Otras enfermedades derivan de vocablos relacionados con este crustáceo marino, como los queloides, que hacen referencia a las pinzas de estos animales. El término se forma de la voz griega “χηλη” (chēlē) pinza y del sufijo “oide”, de la raíz “ειδος” (eidos) que indica "en forma de". Otras palabras derivan de esta etimología, como por ejemplo, los quelíceros  (mandíbulas de los arácnidos).


Pieter Claesz: Bodegón con cangrejo (1644)
Musée des Beaux-Arts. Estrasburgo
Un queloide es una formación tumoral espontánea rica en fibroblastos y fibras colágenas que hace relieve sobre la piel, extendiendo unas prolongaciones que recuerdan las patas de un cangrejo. Su superficie es lisa y brillante y suele presentar algunas telangiectasias o pequeños vasos filiformes en los bordes. Son especialmente frecuentes en la zona esternal. A veces una lesión similar tiene lugar en el lugar de una cicatriz. En estos casos se habla de cicatriz queloidea o hiperplásica. 

Se acepta que el médico francés Jean-Louis Alibert describió el primer keloide (sic), que definía como una "singular afección de la piel", distinguiendo entre queloide verdadero y el falso (1816). Lo clasificaba entre las enfermedades cancerosas, que tienen en común "algo irreparable que desconcierta todas las esperanzas". Según él se caracterizaba por: 
"...una y raramente múltiples excrecencias, más o menos prominentes, duras y resistentes ante la compresión del dedo; a veces cilíndricas, a veces redondeadas o cuadrangulares, aplanadas en su centro y sobreelevadas por los bordes como un ribete, y proyectando por los lados prolongaciones semejantes a raíces que se implantan en la piel."  
Alibert constataba que la localización preferente era:  
"la parte superior y anterior del tórax, por encima y entre los dos senos".

"Queloide verdadero" en una de las litografías
del libro de Alibert. 
También refería que la primera vez que había observado esta lesión había sido en una mujer 
"grande y bella, de alrededor de 36 años (...) que llevaba entre los dos senos una excrecencia larga y cilíndrica de alrededor de dos pulgadas y media de largo por una pulgada de ancho (...) más roja que la piel circundante y que sobresalía del resto del tegumento; por sus bordes laterales proyectaba dos prolongaciones bifurcadas que parecían las patas de un cangrejo" 
La enferma sentía un vivo prurito que la impelía a rascarse continuamente, así como pinchazos dolorosos y opresivos como dardos. 

Por la misma época, Alibert fue a ver a una actriz que 
"presentaba en la parte superior de la región esternal una especie de protuberancia cordiforme que escondía cuidadosamente tras un medallón a fin de que esta desgracia de la piel no fuera percibida por los espectadores del patio de butacas mientras ella cantaba (...) Este tumor era duro, oval (...) tenía el aspecto de implantarse en la piel por cuatro raíces o prolongaciones que podían tomarse por los pies de una tortuga. Se podían ver trepar, por la periferia de esta excrecencia pequeños vasos sanguíneos semejantes a las líneas rojizas que pueden verse en el ruibarbo de China. La enfermedad había comenzado por un pequeño granulado que le daba el aspecto de una fresa."   
A Alibert le gustaba mucho recurrir a descripciones un tanto novelescas para que sus alumnos recordaran mejor los síntomas de las enfermedades. Así describe los dolores intermitentes de los queloides:  
"Una campesina era tan crédula y supersticiosa que se imaginaba que un sapo venenoso estaba pegado a su pecho para morder su carne (...) Otra dama me escribió diciendo que tenía en el pecho el áspid de Cleopatra." 

Me parece muy probable que estas descripciones estuvieran inspiradas en imágenes religiosas presentes en el subconsciente colectivo. Si tenemos en cuenta que en algunos claustros e iglesias románicas se representaba el castigo a la lujuria como serpientes y sapos que mordían los senos de las pecadoras no es de extrañar este tipo  de comparaciones por parte de las pacientes de Alibert. 



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