lunes, 10 de septiembre de 2018

El gran enemigo de Napoleón era pequeño






Illarion Pryanishnikhov

Retirada de los soldados 
franceses de Rusia en 1812
(1874)

Óleo sobre lienzo. 
Galería Tretiakov. Moscú.



Illarion Pryanishnikhov (en ruso, Илларио́н Миха́йлович Пря́нишников, 1840-1894) fue un pintor ruso realista, uno de los fundadores del grupo Peredvizhniki, una cooperativa que protestaba por las restricciones de la pintura académica. 

En esta obra, el pintor nos traslada una escena de la retirada de Rusia del ejército napoleónico en 1812. Una estampida tras una dura derrota. Una trágica epopeya que ha dejado recuerdos en diversas obras pictóricas, en la literatura (Tolstoi, Balzac...) y también en la música (obertura 1812 de Tchaikovsky) 


Los cañones napoleónicos abandonados en Rusia,  se alinean frente al Kremlin
La retirada, por Cheloumov

Napoleón había comenzado la invasión de Rusia el 23 de junio de 1812, con un ejército - La Grande Arméeformada por 691.500 europeos (de los que 450.000 eran franceses) y marchó sobre Rusia, defendida por una tropa de 400.000 rusos. Tras una campaña victoriosa durante el verano fue derrotado en la batalla de Winkowo por el general Koutouzov. El 18 de octubre de 1812, se dio la orden de repliegue. 



Sacrificando un caballo para poder comer, por Auer




      Tropas cocinando carne de caballo, por W. Kossak      


Pero Rusia era un país lejano y extenso, y la retirada se prolongó durante unos meses. Durante este tiempo, las tropas francesas se tuvieron que enfrentar a un enemigo peor que los cosacos rusos: el llamado "General Invierno". En noviembre la temperatura descendió bruscamente. En diciembre se alcanzaron temperaturas de -35ºC. Los restos de la Grande Armée, se dirigieron como pudieron hacia Vilnius, en Lituania. El peor momento fue al llegar al río Berezina, que se hallaba completamente helado. Los rusos habían destruído los puentes. El ejército imperial del zar Alejandro les atacó allí, en la batalla conocida como batalla de Berezina, que se convirtió en una ratonera. Los franceses, desorganizados y congelados sufrieron un serio revés que terminó definitivamente con la aventura napoleónica en Rusia. Se calcula que se produjeron unas 45.000 bajas entre muertos y prisioneros. 


Piojo del cuerpo o de los vestidos
(Pediculus humanus corporis) 
Hasta aquí llegaba la versión oficial. Napoleón había sido derrotado por el frío y la nieve.  Sin embargo, a esto hay que añadir ahora otro enemigo, 
aparentemente pequeño: los piojos (Pediculus humanus corporis). 

En 2001 se descubrió una fosa común en las cercanías de Vilnius. En la fosa se hacinaban los restos de entre 2500 y 3000 soldados napoleónicos. El hallazgo fue estudiado por un equipo de científicos franceses y lituanos. Según el Dr. Rimantas Jankauska, patólogo de la Universidad de Vilnius, los soldados allí enterrados no habían muerto en combate, sino como resultado del hambre, el frío y las enfermedades. 


En la tierra de la fosa aparecieron también 5 restos de piojos del cuerpo, un parásito parecido al piojo de la cabeza pero que vive en las costuras de los vestidos y solamente pica al huésped para alimentarse, especialmente en tórax, cuello y axilas.

Según el artículo que publicaron en la revista médica The Journal of Infectious Diseases, los científicos decidieron estudiar el ADN a partir de la pulpa dental de los esqueletos, intentando identificar posibles enfermedades transmitidas por estos parásitos.


Civiles y soldados juntos durante la retirada,
por B. Villevalde

Fue así como llegaron a identificar Bartonella quintana, un microorganismo responsable de la fiebre de las trincheras, (enfermedad desconocida en tiempos napoleónicos, ya que fue descrita durante la I Guerra Mundial). Asimismo, en el análisis genético de una treintena de cadáveres encontraron restos de la bacteria del tifus epidémico, Rickettsia prowazekii, y del agente causal de la fiebre recurrente, Borrelia recurrentis. Los investigadores calculan que alrededor de un tercio de los soldados de la fosa murieron por alguna de estas enfermedades, cuyo denominador común es que están transmitidas por piojos. 

Es fácil imaginar que la escasa higiene de los soldados franceses -que no se cambiaban de ropa durante semanas- facilitó seguramente la proliferación de los parásitos, y a su vez éstos propagaron el tifus exantemático y las otras infecciones. Un escrito de un testigo presencial confirma estas sospechas: 
«Bourgogne se durmió sobre un jergón de cañas, pero no tardó en despertarse por la actividad de los piojos. Al verse literalmente cubierto de bichos, se sacó la camisa y su pantalón y los echó al fuego. Estallaron como los disparos de dos filas de fusileros. Pero no pudo librarse de ellos durante dos meses. Todos sus compañeros eran un hervidero de piojos; a muchos de ellos les picaban y contrajeron la fiebre manchada (tifus exantemático)»
La proliferación de piojos deja excrementos sobre la piel con alto contenido en Rickettsia. El piojoso, al rascarse, provoca inevitablemente excoriaciones que son una puerta de entrada de microorganismos en el cuerpo. Así es como se transmite el tifus exantemático. Cuando Rickettsia prowazekii llega a la sangre, se multiplica, provocando vasculitis y trombosis. A los dos o tres días de debutar aparece estupor y delirios en el enfermo, con postración. 
A los 4-7 días tras la aparición brusca del cuadro, surge un exantema centrífugo que respeta característicamente las palmas de las manos y las plantas de los pies. Curiosamente, cuando a consecuencia de este proceso sube la temperatura (fiebre alta), los piojos, incómodos, abandonan el huésped y buscan un nuevo individuo sano a quien parasitar.  


De los 691.500 soldados napoleónico de la Grande Armée solamente regresaron a casa 22.000. El resto sucumbió por el rigor invernal y por la acción de los piojos. Y es que no hay enemigo pequeño. 


Tchaikovsky: obertura 1812 para cañones y orquesta:  





 





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