lunes, 20 de agosto de 2018

El anfiteatro anatómico y la mesa de disección








Mesa de disección 
(s. XVIII)

Mesa de mármol.
Anfiteatro anatómico.
Real Academia de Medicina de Barcelona. 



En una entrada reciente comentaba el emblema del ojo y la mano que representaba el Colegio de Cirugía de Barcelona (actual sede de la Real Academia de Medicina). También hice alusión al magnífico anfiteatro anatómico circular, uno de los más destacados de estos salones en toda Europa. Hoy lo describiré con mayor detalle.


Vista de la sala desde la parte superior



El edificio del Colegio de Cirugía fue erigido en 1760 como parte del Hospital de la Santa Creu, el histórico hospital de la ciudad de Barcelona. Se trata de uno de los pocos ejemplos de arquitectura neoclásica en Barcelona. Fue construido entre 1761 y 1764, y es obra de Ventura Rodríguez, el mismo arquitecto que construyó el museo del Prado de Madrid. Es también la sala de disección orientada a la enseñanza más antigua de Europa.  Actualmente también se le da el nombre de Sala Gimbernat, en honor al eminente cirujano que desarrolló ahí una parte importante de su labor docente. 

Como que la práctica de la Cirugía requería un buen conocimiento de la Anatomía humana, una de las principales salas del Colegio de Cirugía estaba dedicada a la disección de cadáveres: el anfiteatro anatómico. En su parte posterior el edificio lindaba con el fossar, el cementerio donde se sepultaban los cadáveres de los que allí fallecían. Esya proximidad era conveniente, como veremos, para sepultar rápidamente los restos de los cuerpos diseccionados tras las clases. 



Una vista del anfiteatro anatómico, con la mesa de disección de mármol en el centro.


La estancia del anfiteatro es una amplia sala de planta ovalada, dotada de una inmensa cúpula con una gran linterna en la parte superior y enormes ventanales con vidrieras emplomadas en el piso superior que le garantizaban una intensa iluminación natural, importante para la correcta observación de la disección. El centro de la sala está ocupado por una mesa de mármol, ovalada y giratoria, con un orificio central. Ahí era donde se depositaban los cuerpos que iban a ser estudiados. El orificio tenía la misión de eliminar la sangre y otras secreciones líquidas de los cuerpos. Comunicaba con una conducción que transcurría por el pie de la mesa y desembocaba en un colector que dirigía estas secreciones a la fosa común del fossar colindante. 

Las disecciones solían hacerse en los días fríos y soleados de invierno, con la finalidad de aprovechar la luz al máximo. 

En los meses calurosos no se practicaban disecciones debido a la dificultad de conservar los cadáveres en condiciones, ya que no se disponía de ningún sistema efectivo de conservación. 

El resto de la sala estaba ocupado por graderías de piedra, en la que los alumnos podían seguir los pormenores de la lección sin dificultar la visión de los que ocupaban lugares más distantes. Actualmente en las gradas se han dispuesto butacas de madera tallada y cuero repujado, de estilo rococó, obra de Llorenç Rosselló. En ellas se sientan ahora los asistentes a los actuales actos académicos que se celebran en la sala, pero las sillas no existían en origen, sino que solamente se usaban las gradas de piedra. Ante la mesa se ha dispuesto también una butaca para el catedrático o el ponente, que desde allí puede realizar la explicación correspondiente o desarrollar su tesis. Es de notar que a este asiento se le denominaba cátedra, de donde deriva el nombre de catedrático que se da a los profesores universitarios todavía hoy. 

Busto y placa conmemorativa de Pere Virgili
El Real Colegio de Cirugía mantuvo su actividad hasta 1843, año en el que se integró en la Facultad de Medicina, que también se instaló en este edificio.  En esta etapa hay que destacar algunos profesores ilustres como Santiago Ramón y Cajal, que fue catedrático de Histología de la Universidad de Barcelona desde 1887 a 1892, y donde desarrolló la mayor parte de su teoría de la neurona que le valió el Premio Nobel. También aquí dió sus clases el polifacético Joan Giné i Partagàs, el autor del primer libro de Dermatología de Catalunya (1880).

Posteriormente en 1906, la construcción del Hospital Clínico de Barcelona en la Eixample implicó el traslado de la universidad y por tanto el fin del uso del anfiteatro como clase de prácticas. En 1929 el edificio comenzó a albergar la sede de la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya.


             
Busto de Antoni de Gimbernat

               

La sala está presidida por dos bustos, el de Pere Virgili , el cirujano fundador del Colegio, y enfrente de él el de su discípulo y continuador de su escuela, Antoni de Gimbernat (1734-1816).  

Como curiosidad hay que reseñar que fue probablemente en la mesa de disecciones oval de esta sala donde se describió el ligamento de Gimbernat, una extensión triangular del ligamento inguinal antes de su inserción tubérculo púbico. Una parte de la anatomía humana que se conoce con el nombre del ilustre cirujano catalán. Gimbernat publicó el libro titulado Nuevo método de operar en la hernia crural, que no sería publicado hasta 1793, y en el que describe una nueva técnica ideada por él, aplicable en el tratamiento de las hernias femorales. También se dedicó a la oftalmología. 

En la sala hay otros dos bustos: el del rey Carlos III bajo cuyo reinado se constituyó el Real Colegio de Cirugía de Barcelona y la de otro monarca, Alfonso XIII, que aprobó la constitución de la Real Academia de Medicina de Barcelona, entidad que ocupa el edificio desde 1929. 

La cúpula de la sala está profusamente decorada, y en ella se pueden leer algunos de los nombres de nuestros compatriotas médicos  más destacados: Servet,  Ramón y Cajal, Pere Mata, Arnau de Vilanova...  Del centro de la cúpula pende una espectacular lámpara, una araña de cristal de Murano, de gran tamaño, que fue una donación del rey Alfonso XIII cuando el edificio pasó a ser la sede de la Real Academia de Medicina. En un principio esta lámpara sostenía un gran número de velas y tenía un mecanismo para bajarla y subirla, operación necesaria para el encendido de las bujías. Más adelante se modificó para poder iluminar mediante energía eléctrica. 


Uno de los bellos ventanales emplomados de la parte alta de la sala


Desde el piso superior también se veían las disecciones, aunque de forma más distante. Llaman la atención unas celosías doradas dispuestas en este nivel. Servían para permitir ver la disección sin ser vistos. Para la Barcelona de la época, el morbo de ver un cuerpo inerte, diseccionado y de donde se extraían los órganos era sin duda un contraste de sensaciones. Algunos miembros de la burguesía de la ciudad, ajenos a la profesión, experimentaban cierta curiosidad morbosa por ver las disecciones y querían asistir a ellas, cosa que hacían de forma ocasional. De todas maneras, hubiese sido un escándalo que se les pudiera identificar (y mucho más si pertenecían al sexo femenino). De ahí la conveniencia de unas discretas celosías que permitían su asistencia sin peligro de que los vieran a ellos.  



En el piso superior unas celosías permitían a algunos burgueses de la ciudad
contemplar algunas disecciones sin ser vistos.
Por lo visto poder ver los entresijos del cuerpo humano (cosa que había estado prohibida por la Iglesia durante siglos) les daba un cierto morbo. 

El anfiteatro anatómico es sin duda uno de los lugares más interesantes de la Ciudad Condal y todavía sigue siendo es desconocido por la mayoría de barceloneses. Un preciado testimonio de las ciencias médicas en la capital de Catalunya. 



          
                             
Escudos heráldicos de Pere Virgili y Antoni de Gimbernat, tan unidos al Colegio de Cirugía              




                   




Anfiteatro anatómico de Barcelona:





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