Aparte del duelo, y del culto, el amor fue también un motivo que justificaba guardar los cabellos. Los cabellos tienen una particular influencia sensitiva, porque no solo refiere a las emociones sino a la parte física del ausente, es una parte de su cuerpo.
Una muestra del poder del pelo como símbolo inequívoco de amor lo tenemos en la historia de Napoleón con una aristócrata polaca. La condesa María Walewska (1786-1817), amante de Bonaparte, le envió dentro de un camafeo un mechón de su cabello como testimonio de un amor que se vió forzado a apagarse de forma súbita. En 1810, Napoleón había conseguido la anulación de su matrimonio con Josefina y contrajo nuevo matrimonio con María Luisa de Habsburgo-Lorena, quien puso como condición que se alejara definitivamente de la que se conocía como "la reina polaca".
François Gérard. Retrato de la condesa polaca María Walewska. |
Cristo con cabellera natural, donación de una dama. Iglesia de San Francisco. Guimarães (Portugal) |
Jorge IV, rey de Inglaterra, tuvo una extraña relación con el cabello, promiscuo hasta la demencia, coleccionaba pelos púbicos de cada uno de sus amantes y los conservaba en sobres.
Recuerdo de amor |
Durante todo el siglo XIX e incluso principios del XX era habitual enviar mechones de pelo de la persona amada, sobre todo el día de el día de San Valentín, fecha por excelencia de los enamorados.
Salvatore Adamo: Un mechón de su cabello
Salvatore Adamo: Un mechón de su cabello
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