martes, 7 de junio de 2016

Anecdotario secreto de Ramón y Cajal (VI): Vida académica






Mariano Benlliure: Medallón con la efigie de Ramón y Cajal.
Colegio de Médicos de Madrid





 Mariano Benlliure

Santiago Ramón y Cajal 

Medallón

Colegio de Médicos. Madrid. 





Cajal colaboró en peritar un caso de asesinato

En el Trull de les Valls, una finca solitaria en Torrelles de Foix (Vilafranca del Penedès), tuvo lugar un horrible suceso que encolerizó a la opinión pública. Se habían encontrado los cadáveres de dos menores degollados salvajemente. 

Pronto se detuvo a un sospechoso al que todos los indicios apuntaban como el culpable, un joven llamado Joan Mestres Solé, personaje muy introvertido, aficionado a la caza y a vagar en solitario por los montes del lugar. Por lo visto, los chicos asesinados se reían de él y le hacían continuas bromas y chanzas, y algunos testigos declararon que Mestres los había amenazado en más de una ocasión.

Robert Thom. Ramón y Cajal en el laboratorio (1926) 
Óleo sobre lienzo. 92 x 107 cm. Universidad Complutense. Madrid. 


La prueba inculpatoria definitiva, fue el hallazgo de una camisa manchada de sangre entre las posesiones del inculpado. Se acusó al sospechoso de haber intentado lavar la prenda para eliminar los restos de sangre. El fiscal presentó a un perito, Álvaro Becerra del Toro, que certificó que la sangre era humana y se pidieron dos penas de muerte. El abogado defensor, Clos pudo demostrar que no se había lavado la camisa, pero lo cierto es que la mancha de sangre seguía siendo una prueba delatora. 

A pesar de que era difícil soslayar el argumento del fiscal, el abogado Clos intentó una última baza. Pidió la opinión del más insigne histólogo del país, Santiago Ramón y Cajal, que por entonces residía en Barcelona, ya que era catedrático de la Facultad de Medicina, que escuchó el relato del letrado atentamente. Tras la exposición de Clos, Cajal se extrañó de que el perito de la fiscalía determinara sin haber hecho ninguna prueba y con tanta seguridad, que la sangre era humana. Y más cuando de ello dependía la vida de un hombre. Cajal le dió ciertos argumentos al abogado, que no tuvo más que repetirlos ante el tribunal. 


Placa conmemorativa en el aula donde Cajal impartía sus clases de Histología.
Colegio de Médicos de Madrid.  


Además, Cajal designó a su mejor ayudante, el Dr. Josep Soler i Roig, como perito en el proceso. Soler i Roig (que más tarde fue un eminente cirujano) y dos médicos más demostraron que la sangre de la camisa procedía de un conejo de monte, que sin duda Mestres había cobrado en una de sus cacerías.  

Ante la irrefutabilidad de los argumentos de la defensa, el fiscal se encolerizó, sintiéndose engañado por su perito. Se descubrió que el perito de la fiscalía se había presentado como médico, cuando era solamente un estudiante de la Facultad de Medicina, y el fiscal acabó querellándose contra él. 

A pesar de todo, el jurado se encontraba muy dividido (6 votos a favor de la absolución y 6 en contra). Finalmente, el magistrado, León Bonel aplicó el principio jurídico de In dubio pro reo y decretó la puesta en libertad del acusado.

Pero a pesar de la absolución muchos seguían creyendo en la culpabilidad de Joan Mestres. Incluso su abogado tenía sus dudas. Pero años más tarde, un individuo, in articulo mortis confesó el doble crimen. Así que la ayuda de Cajal y su colaboración en el proceso sirvió para salvar a un inocente acusado injustamente de asesinato. 


Cajal y un grupo de estudiantes realizando una autopsia.
Colegio de Médicos de Madrid




Consejo a un opositor 

finales del s. XIX las plazas de profesor universitario se cubrían mediante una dura oposición, consistente en una batería de exámenes y pruebas que debía valorar un tribunal. Se llamaba oposición porque al haber una sola plaza, los otros candidatos que se presentaban se oponían, intentando señalar todos los defectos y errores que se detectaban en los ejercicios de los contrarios. Y naturalmente, ejercían este derecho para hacerse con la plaza. 

La opinión del presidente del tribunal era crucial para la valoración de los candidatos y las simpatías o compromisos que éste tenía con uno u otro podían ser decisivos. Muchas veces, desgraciadamente, influían factores no meramente académicos en el veredicto. 

El propio Cajal sufrió la injusticia del "amiguismo" en propia carne en la primera oposición a la que se presentó, en la que se optaba a la plaza de profesor de la Universidad de Granada (1879). Cajal había realizado un ejercicio mucho mejor que los otros opositores, pero no le dieron la plaza, que estaba reservada a un amigo del presidente del Tribunal, mucho menos preparado que él:



"En efecto, el tribunal, salvo alguna excepción, constaba de amigos y clientes del que por entonces ejercía omnímoda e irresistible influencia en la provisión de cátedras de Medicina".                
Cajal: Recuerdos de mi vida (I, XXVI) 

Cajal se enfadó muchísimo ante tamaña injusticia. Más tarde, en otra oposición, sacó la plaza de catedrático de Valencia. Con los años Cajal, de natural escéptico, fue viendo que la lacra del enchufe era difícil de soslayar en la Universidad Española.

Un día un opositor, candidato a una de estas plazas de profesor le preguntó a Cajal si le veía posibilidades de éxito. Había estudiado mucho y se había esforzado considerablemente. 
- ¿Me ve usted posibilidades, Prof. Cajal? ¡Me he preparado mucho!
Cajal, muy serio, miró largamente al preocupado opositor. Al final le dijo: 
- ¿Sabe jugar usted al billar?  
- Pues no - respondió azarado el candidato - ¿por qué me lo pregunta? 
- Es una lástima. El presidente del tribunal juega cada día después de comer. Dice que le ayuda a hacer la digestión. Y todos los opositores intentan jugar con él. Me temo que ha perdido usted el tiempo y la oposición. 



Una supuesta broma de los estudiantes

Un día de 1906, hacia la madrugada, llamaron a la casa de Cajal. Su esposa Silveria abrió. Era un telegrama de Estocolmo, en el que la Academia de Ciencias de Suecia comunicaba a don Santiago que había recibido el Premio Nobel de Medicina. Su mujer fue a decírselo, muy excitada. Pero Ramón y Cajal no se lo creía.

- "Bah! Esto son cosas de los estudiantes - dijo - Una broma que me han querido hacer. Cosas de chicos". 
Y tranquilamente, se giró y continuó durmiendo. Después, al leer la prensa, supo que era verdad.


Diploma del Premio Nobel otorgado a Ramón y Cajal en 1906


Aunque Ramón y Cajal intentó pasar desapercibido tras recibir la notificación en la que se le notificaba su galardón.
"Ante la perspectiva de felicitaciones, mensajes, banquetes y otras molestias tan honorables como conflictivas, traté durante los primeros días ocultar la noticia, pero todo fue en vano, pronto la chismosa prensa la difundió a los cuatro vientos y no tuve más remedio que hacerme visible a los ojos de todo el mundo".













lunes, 6 de junio de 2016

Anécdotas secretas de Ramón y Cajal (V): Trabajar, investigar...








 Santiago Ramón y Cajal

Autorretrato con microscopio





Las selfies de Don Santiago


Muchas de las fotos que han llegado a nosotros de Santiago Ramón y Cajal son autorretratos. A Cajal, gran aficionado a la fotografía,  le gustaba mucho fotografiarse a sí mismo en su gabinete, leyendo o trabajando con el microscopio. 

En estos autorretratos generalmente aparece con el puño cerrado. La razón es que en aquel momento no había mandos a distancia que permitieran disparar las fotos, por lo que Cajal disponía un cable disimulado entre sus ropas y que accionaba con la mano cerrada, para disimular el dispositivo. En realidad, era un aficionado a hacerse selfies "avant la lettre".


Santiago Ramón y Cajal, con un grupo de alumnos, en el laboratorio de histología. Colegio de Médicos de Madrid. 




Un ojo de feto sifilítico en la calle


Es conocida la afición que tenía Cajal por la fotografía, y la fluida correspondencia que mantenía con el Dr. Jaume Ferran i Clúa (descubridor de la vacuna anticolérica) sobre este tema. Algunos reactivos y técnicas fotográficas le sirvieron para realizar las tinciones que le permitieron el descubrimiento de la neurona. 

Microscopio Leitz, en el que investigaba
Santiago Ramón y Cajal.
Colegio de Médicos de Madrid
Algunas veces recurría a tinciones especiales para visualizar mejor los tejidos, que estudiaba en su propia casa. Un día trató un ojo de feto con sífilis congénita con nitrato de plata para visualizar mejor la retina. Necesitaba que el nitrato de plata oscureciera los tejidos al exponerlos a la luz, por lo que puso el ojo a estudiar en el alféizar de la ventana de su despacho, para que le tocara el sol. Pero aquel día se levantó una brusca ventolera que hizo que el ojo rodara y cayera a la calle. 

El revuelo que se originó entre los viandantes al ver aquel ojo deforme y ennegrecido en medio de la calle fue mayúsculo. Incluso llegaron a avisar a la policía que acudió rápidamente a aclarar lo que había sucedido. 



La maniobra de Cajal

En la última época de su vida, Cajal seguía investigando en su laboratorio, situado en el hospital Clínico de San Carlos (actual Museo Reina Sofía). Este edificio tiene larguísimos pasillos y el lavabo estaba bastante alejado del laboratorio, que quedaba en un ángulo. 


Los largos pasillos del Hospital de San Carlos, de Madrid,
actualmente Museo Reina Sofía, en los que los urinarios
estaban muy lejanos. 
Cajal, como todos los varones de cierta edad, tenía algunas urgencias urológicas, pero apasionado como estaba en la observación de lo que veía al microscopio, demoraba la necesaria micción más de lo que era prudente. 

Cuando ya no podía más, le decía a su fiel colaborador, Don Pío del Río Hortega: 
Don Pío, vigile!
Y el bueno de Don Pío se apostaba en la puerta del laboratorio, cuidando de que nadie entrara, mientras Don Santiago aliviaba su vejiga orinando en la pila de lavarse las manos, dejando luego correr el agua. 

Esta práctica era conocida por todo el mundo, y era muy comentada entre los médicos del hospital. Algunos la llamaban socarronamente "la maniobra de Cajal".


La vida y la obra de Santiago Ramón y Cajal




domingo, 5 de junio de 2016

Anecdotario secreto de Ramón y Cajal (IV): Asistencia médica.





 Mariano Benlliure

Estatua sedente de Ramón y Cajal 
(1922-1925)


Escultura de mármol.
Escalera regia del paraninfo 
de la Universidad de Zaragoza




Un accidente de carretera

Mariano Benlliure (1962-1947) fue un escultor valenciano, considerado el último representante del realismo decimonónico. 

Medalla conmemorativa del premio Nobel concedido a Cajal,
obra de Mariano Benlliure (1907)
Gabinete Numismático del MNAC, Barcelona.
En la escalera regia del paraninfo de la Universidad de Zaragoza hay una escultura sedente de Ramón y Cajal, realizada por Mariano Benlliure. Fue inaugurada con gran pompa en 1925, con motivo de la jubilación de Cajal como profesor universitario, bajo la presidencia del rey Alfonso XIII.  

Cajal y Benlliure mantenían una larga y estrecha amistad, que se incrementó con los diversos retratos que el escultor realizó del sabio investigador. 

Precisamente, cuando Benlliure estaba realizando los estudios preparatorios para realizar esta escultura iba a buscar a Ramón y Cajal a su casa de Cercedilla en su automóvil - Cajal no conducía - para trasladarlo a su estudio de Madrid. 

En uno de estos viajes, sufrieron un accidente de automóvil, en un lugar donde unos peones camineros estaban efectuando unas obras. Aunque el percance fue de escasa importancia, Benlliure sufrió un golpe en la cabeza que le ocasionó una herida contusa con la consiguiente hemorragia. 

Cajal rápidamente intentó ayudarle, aunque al poco llegó uno de los peones camineros que, desconecedor de la personalidad del viajero del automóvil, y al verle tan azarado, le dijo: 
- Será mejor que me deje a mí, que bien se ve que usted, de curar heridas no entiende nada. 



¿Qué hacen ustedes ahí? ¡Rápido, llamen a un médico!

Una vez, en plena calle, un viandante se sintió súbitamente indispuesto y sufrió una lipotimia. Al instante, como suele suceder en estos casos, se formó a su alrededor un corro de curiosos.  

Acertó a pasar por allí Cajal, que ya era un personaje muy conocido: había recibido ya el Premio Nobel de Medicina y era una figura de reconocido prestigio y muy popular. Al verlo, el corro de curiosos se abrió, dejándole paso respetuosamente. 

Cuando Cajal llegó al lado del desmayado, y viendo que había perdido el conocimiento, se giró a los curiosos, diciéndoles apresuradamente: 

- Pero ¿qué demonios hacen ustedes ahí parados? ¡Rápido, avisen a un médico!

La sorpresa de los allí congregados fue mayúscula, ya que para ellos Cajal representaba el más alto grado de la Medicina del país. Sin embargo, Don Santiago tenía razón: no es lo mismo ser un experto investigador que ser un médico práctico. 





viernes, 3 de junio de 2016

Anecdotario secreto de Ramón y Cajal (III): Hipnosis y espiritismo






 Eduardo Carretero

Escultura de Ramón y Cajal 
(1977)


Escultura de piedra. 240 x 200 x 340 cm
Hospital Universitario Ramón y Cajal. Madrid



En anteriores entradas hemos comentado algunas anécdotas de infancia y juventud de Ramón y Cajal. Continuamos ahora con otras de su vida adulta, concretamente de la época en la que Cajal estuvo ocupando la cátedra de Histología en la Universidad de Valencia (1884-1887)


Un hábil hipnotizador


Santiago Ramón y Cajal tenía un gran interés por la hipnosis. Incluso llegó a abrir un gabinete de hipnosis durante su estancia en Valencia. El Gabinete de Estudios Psicológicos de Cajal nació con vocación investigadora, para experimentar con personas que tenían enfermedades nerviosas como histerias, depresiones, etc.


Un día una paciente que no podía caminar acudió al Gabinete. Debía tener una parálisis de causa histérica o por lo menos de origen psiquiátrico. Tras ser hipnotizada por Cajal salió andando por su propio pie, con la lógica repercusión pública del éxito obtenido. 


Ramón y Cajal en el laboratorio de Histología de Valencia

La noticia de que en el Gabinete se curaban determinadas dolencias corrió de boca en boca y pronto se formaron  colas de pacientes ante la casa de Cajal. Tanto que falto de tiempo y capacidad para tratar a tanta gente, tuvo que cerrar la consulta. 


Pero lo que sí hizo Cajal fue aplicar la hipnosis como anestesia a su esposa Silveria Fananás durante el parto de sus dos últimos hijos Pilar y Luis. Y dejó constancia de ello en su artículo "Dolores del parto considerablemente atenuados por la sugestión hipnótica", publicado como separata de la "Gaceta Médica Catalana" en agosto de 1889. También propugnaba que los estados hipnóticos podían ser útiles para realizar sin anestesia ciertas intervenciones quirúrgicas. 

Hacia 1930 Cajal escribió un amplio tratado sobre la hipnosis, que desgraciadamente se ha perdido. 

Interesado en el espiritismo

El interés de Ramón y Cajal al por los poderes psíquicos y los fenómenos paranormales se fortaleció durante su estancia en Valencia entre 1884 y 1887. Tal vez esta etapa, que quizá es la más desconocida de su vida, fue necesaria para indagar el funcionalismo de la mente desde diversas perspectivas. El espiritismo llamaba mucho la atención a los científicos del último tercio del s. XIX, como al matrimonio Curie, por ejemplo. 


Cajal asistía regularmente a sesiones de espiritismo e investigó a diversos personajes que aseguraban mantener contactos con el más allá. Encontró algunos médium capaces de causar fenómenos que no pudo explicar. 

Cajal en Valencia
Aunque también desenmascaró a algunos farsantes, como una médium zaragozana que llegó a alojar en su casa. La médium transmitía según ella mensajes de alemanes famosos y afirmaba estar inspirada por el arcángel san Gabriel y contestar las preguntas a través del espíritu de su hermana monja, fallecida tiempo atrás y cuyo espíritu participaba en algunas de las sesiones, apareciéndose como un espectro. Pero Cajal se dió cuenta que el fantasma era en realidad la misma médium, que se disfrazaba y utilizaba unas prótesis de goma que se metía en las fosas nasales y en la boca para simular la voz de la difunta y así engañar a los asistentes. Aunque reconocía la existencia de fuerzas y energías que no podía explicar, la postura de Cajal fue, en general escéptica, como dejó dicho en su libro Charlas de café. Pensamientos, anécdotas y confidencias (1920): 

“Yo confieso, un poco avergonzado, mi irreductible escepticismo. Y me fundo, aparte ciertas razones serias (comprobación de las supercherías de los médiums e imposibilidad de demostrar la identidad de los aparecidos), en los siguientes frívolos motivos: en ninguna de las invocaciones de ultratumba publicadas en libros y revistas espiritistas he encontrado una suegra duende turbando la felicidad de su yerno, ni un espectro de poeta chirle infernando, con bromas pesadas, la vida de sus críticos”

En Recuerdos de mi vida: Historia de mi labor científica (1905), nos dejó un comentario en el que aparte de escepticismo hace gala de su conocido sentido del humor:
“Bastaba que yo asistiera a una sesión de adivinación, de sugestión mental, de doble vista, comunicación con los espíritus, posesión demoniaca, etc., para que, a la luz de la más sencilla crítica, se disiparan cual humo todas las propiedades maravillosas de los médiums o de las histéricas zahoríes. Lo admirable de aquellas sesiones no eran los sujetos, sino la increíble ingenuidad de los asistentes“. 
En una sesión del claustro de la facultad de Medicina de Madrid, uno de los asistentes, el Dr. Gómez Ocaña, indicó que había asistido a varias sesiones de espiritismo y que a través de una médium, por cierto muy guapa, se le habían aparecido varias personas de su familia, por lo cual - y me refiero al contacto con los difuntos y no a la belleza de la médium - estuvo yendo a aquellas sesiones durante bastante tiempo. Cajal comentó a los claustrales con la mordacidad que le caracterizaba: 

«Lo malo es que a los médicos no nos conviene creer en  las apariciones: figúrense la que se armaría si se nos apareciesen todos los antiguos clientes».

Podemos tomar una frase de Cajal como resumen de su opinión de las sesiones con médiums a las que acudía:

«Lo admirable en aquellas sesiones no eran los sujetos, sino la increíble ingenuidad de los asistentes».



Bibliografía 

Ramón y Cajal S. Charlas de café. Pensamientos, anécdotas y confidencias. Las tres sorores, 2007 ISBN: 9788496793026

Ramón y Cajal S. Recuerdos de mi vida: Historia de mi labor científica. Alianza Editorial, 1995. ISBN 9788420622903       http://cvc.cervantes.es/ciencia/cajal/cajal_recuerdos/recuerdos/labor_27.htm

Ramón y Cajal S. Dolores del parto considerablemente atenuados por la sugestión hipnótica. Gaceta Médica Catalana, 31 de agosto de 1889. http://cvc.cervantes.es/ciencia/cajal/cajal_articulos/parto.htm