Julio Romero de Torres
La chiquita piconera
(1930) Óleo y temple sobre lienzo. 100 x 80 cm Museo Julio Romero de Torres. Córdoba. |
Julio Romero de Torres (1874-1930) fue un pintor cordobés muy popular en Andalucía. Su trazo preciso y realista, con una clara tendencia arcaísta, acompañaba a una intención simbólica que cautivó a muchos intelectuales de su tiempo. Uno de ellos fue Ramón del Valle Inclán, que se sentía atraído por su pintura, que transgredía los límites entre lo sublime y lo decadente.
El estilo simbolista de Romero de Torres se acompaña siempre de un marcado carácter andaluz. En sus cuadros aparecen continuamente los tópicos del folklore del país. Las referencias al flamenco, al toreo o a la copla son constantes. Pintó sobre todo a la mujer andaluza, morena y de profunda mirada, en las que se trasluce el deseo y la pasión. Sus figuras femeninas, vestidas o semidesnudas, escandalizaron en su época debido a la velada carga erótica transmitida por sus posturas o expresiones insinuantes.
Una de ellas es La chiquita piconera, una de sus obras maestras, realizada poco antes de la muerte del artista. La modelo del cuadro fue la adolescente María Teresa López, que también posó para Julio Romero en otras ocasiones.
La chiquita piconera fue reproducida en un sello de 5 ptas. en 1965 |
El cuadro muestra en un primer plano, a una muchacha sentada en una silla de madera y enea mientras remueve con una badila las brasas de un brasero de picón. Por la puerta del fondo puede verse un paisaje de Córdoba, algo muy típico en las obras del pintor. Se puede reconocer el Paseo de la Ribera, el Guadalquivir, el puente Romano y la torre de la Calahorra. La joven mira directamente al espectador casi sin alzar la cara, con un hombro descubierto y con las piernas abiertas delante del brasero, solamente cubiertas por unas medias y con zapatos de tacón. Lleva la falda arremangada y muestra la liga de las medias. La postura, la mirada insinuante y el estudiado descuido en mostrar los muslos y los hombros sugiere el ofrecimiento de una prostituta que se calienta al lado del brasero mientras intenta captar un nuevo cliente. La velada sugerencia fue considerada altamente erótica entre el público de su tiempo.
Aparte de ser usado como un componente erótico, la postura de la joven, con las piernas abiertas ante el brasero era algo muy habitual, ya que así se calentaba la parte interior de los muslos. Muchas veces, los braseros se disponían bajo una mesa camilla, cubierta con unos faldones que permitían optimizar el calor al tiempo que proteger las piernas abiertas de miradas indiscretas.
Los braseros eran el único medio de calefacción en muchas casas a principios del s. XX. Calentaban solamente la parte del cuerpo que se aproximaba a ellos, que en la mayoría de los casos eran las piernas, en la postura descrita. Al acercar repetidamente la piel a una fuente de calor se produce un eritema ab igne por la radiación infrarroja. La vasodilatación continuada de los vasos superficiales, ocasiona la aparición de unas lesiones eritematosas en forma de red que con el tiempo se pigmentan, adquiriendo un color pardusco. Estas lesiones en Andalucía se llaman popularmente cabrillas.
Actualmente no se ven muchas cabrillas por braseros en las consultas dermatológicas. Pero sí se ve el mismo trastorno producido por acercarse demasiado a otras otras fuentes de calor: radiadores, esterillas eléctricas o incluso ordenadores.
Julio Romero de Torres:
Actualmente no se ven muchas cabrillas por braseros en las consultas dermatológicas. Pero sí se ve el mismo trastorno producido por acercarse demasiado a otras otras fuentes de calor: radiadores, esterillas eléctricas o incluso ordenadores.
Julio Romero de Torres:
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