lunes, 7 de septiembre de 2015

Atenea, que trajo el olivo y el aceite






Atenea 
(s. V a.C.) 

Escultura en mármol. 
Pergamonmuseum, Berlin. 




En una entrada anterior comentábamos la importancia que tenía para la higiene y la cosmetica el aceite de oliva entre los griegos. Vamos a ver hoy hasta que punto mitificaron este producto, que era fundamental en la cultura grecorromana. 


Cuenta la leyenda que los atenienses querían buscar un dios que protegiese su ciudad, que hiciera fértiles sus cosechas y que guiara sus ejércitos. En aquel tiempo la ciudad no se llamaba Atenas, sino Aktike, en honor de su primer rey, Akteo.

Conocedores los dioses inmortales de este deseo, se reunieron para ver quien de ellos tomaría bajo su protección la ciudad. Tras una breve deliberación, dos de ellos se mostraron interesados: Atenea y Poseidón

La duplicidad de la oferta debía solucionarse. Solamente una divinidad debía elegirse para proteger la ciudad. Zeus,  el padre de los dioses, decidió entonces, reunir a los dioses y diosas en el Olimpo para votar a cuál de los dos se le encomendaría la tarea.


Poseidón y Atenea ofrecen sus presentes a los atenienses 
(el caballo y el olivo, respectivamente)

Ambas divinidades expusieron ante el consejo de los Olímpicos sus argumentos y sus méritos. Atenea, la diosa virgen de la sabiduría, era la divinidad del pensamiento, de la política y de la cultura, pero también de la estrategia guerrera, de la guerra inteligente. Su patronazgo y guía podía ser muy útil a la ciudad. 

Poseidón, por su parte era el poderoso rey del mar. Es sabido que los griegos eran un pueblo de marinos y navegantes y la protección del dios que controlaba las aguas era realmente interesante para los atenienses. 



Kylix que representa al dios Hefesto fabricando el casco y las armas para Atenea. Altes Museum, Berlin.




Sin embargo, a la hora de la votación todas las diosas votaron por Atenea y todos los dioses se alinearon con Poseidón. Se produjo una situación de empate. La votación se repitió una y otra vez, siempre con idéntico resultado.

Entonces Zeus, que presidía la asamblea, ideó otro sistema. Los propios atenienses elegirían a su protector. Para ello, los dos aspirantes debían ofrecerles un regalo. Aquel que complaciera más a los atenienses, sería el elegido. 



Poseidón. Museo Arqueológico Nacional de Atenas



Poseidón, además de ser el rey del mar, era el dios de los caballos. Clavó su tridente en la Acrópolis y de su huella brotaron tres fuentes de agua salada. Aún puede verse hoy - dicen - el impacto del atributo de Poseidón enfrente del Erecteion. Delante de las fuentes surgió el principal presente del dios del mar: el caballo. El dios enseñó a los griegos su doma y el arte de la equitación. El caballo era útil para los transportes, para la guerra, para la agricultura. Los atenienses quedaron encantados con tan formidable regalo. 




Cerámica de figuras negras representando la recolección de aceitunas
Altes Museum, Berlín. 
Recogiendo aceitunas: Detalle del mosaico de Neptuno. Chebba (s. II d.n.e.)
Museo del Bardo (Túnez) 



Atenea, por su parte, les aportó el olivo, un árbol bello, de suave sombra, longevo y resistente a la climatología adversa y a las largas sequías mediterráneas.


Ungüentario con la representación de un joven
disponiéndose al baño. El aceite era imprescindible
en la higiene personal (Altes Museum, Berlín)
 Su madera es casi incorruptible, como promesa de eternidad. Además da apreciados frutos, las aceitunas, de las que se extrae el aceite

El aceite de oliva, tenía múltiples usos. Servía para cocinar y para aliñar la comida. También servía para iluminar la casa por la noche, ardiendo en las lámparas. Y también para la higiene corporal

 Los griegos no conocían el jabón, por lo que se frotaban con arena y aceite, retirando después el excedente de aceite y la suciedad con un instrumento llamado estrígilo. Tras lavarse, ungían su cuerpo y sus cabellos con perfumes, también disueltos en aceite. 




A la izquierda, cerámica de figuras rojas representando una mujer con espejo y ungüentario disponiéndose a su arreglo personal. A la derecha, estatua de un efebo que sostiene un ungüentario en la mano. El aceite posibilitaba limpiar la piel, perfumarla y suavizarla (Altes Museum, Berlín) 






















Ungüentarios. Los cosméticos y perfumes, 
en el mundo antiguo, se disolvían siempre en aceite, 
por lo que esta sustancia era fundamental 
para el cuidado del cuerpo (Pergamonmuseum, Berlín)







Tal vez por esas múltiples propiedades, los atenienses se decantaron por la diosa que les proporcionaba un regalo tan útil. Atenea fue desde entonces la divinidad protectora de Atenas, que tomó de ella su nuevo nombre; las monedas de la ciudad llevaban siempre grabada la lechuza, el símbolo de la diosa y el principal templo de la Acrópolis le fue dedicado: el Partenón (el templo de la diosa virgen) donde se encontraba la colosal estatua criselefantina (de oro y marfil) de Atenea, protectora de la ciudad. Su diosa guía, que les había suministrado el olivo y el aceite imprescindible para iluminar, para comer y para perfumarse.  



Lucerna (lámpara de aceite) con motivo erótico Museu Arqueològic de Catalunya (Empúries)






Historia del Partenón (por Costa Gavras): 




  

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