miércoles, 8 de julio de 2015

Hospital de St. Pau (I): La noche que llegué a St. Pau.






 Lluís Domènech i Montaner

Sala Francesc Cambó 

Antigua biblioteca del Colegio Mayor de Medicina. Hospital de la Sta Creu i St. Pau. Barcelona



                                                                                                               A mis compañeros del 
                                                                                                             Colegio Mayor St. Pau
                                                                                                              con quienes compartí la vida 
                                                                                                                en mis años de juventud


En esta entrada voy a contar algo más personal que artístico. Algo que llevo muy dentro de mi corazón. Y sin embargo, no contradice en absoluto el espíritu de este blog. Porque durante una época de mi vida, siendo estudiante de Medicina, residí en lo que hoy es un museo: el Hospital de Sant Pau, en Barcelona. Posiblemente, el hospital más bonito del mundo. Ciertamente, yo entonces no era todavía dermatólogo. Ni el hospital de St. Pau, museo. Pero con el transcurrir del tiempo, los dos lo fuimos. Por lo que puede afirmarse que durante tres años de mi vida fui, literalmente, un dermatólogo en el museo

No voy a contar aquí todavía como es St. Pau, ni las causas que propiciaron la construcción de un hospital tan bello y particular. Este tema lo reservo para sucesivas entradas, ya que no puede comentarse brevemente. Hoy me limitaré a contar lo que fue mi primer contacto con el hospital. Lo que sentí aquella noche de 1969, ya tan lejana, en la que yo llegué a tan augusto edificio. 

Yo era muy joven: contaba entonces 16 años. Había terminado mis estudios de grado medio y había decidido estudiar la carrera de Medicina. Un año antes (1968), se había instaurado en Barcelona una nueva Universidad, la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), con la intención de realizar estudios más modernos, con pocos alumnos, y un atractivo programa académico. Se recuperaron algunos profesores hasta entonces relegados por el franquismo y en definitiva, el espíritu general era el de imitar a algunas universidades norteamericanas. 

Fachada principal del Hospital de Sant Pau
En el ala de la derecha estaba situado el Colegio Mayor de Medicina (Fundación Cambó)

La UAB instauró un proceso de selección que fue pionero en la universidad española. A los aspirantes al ingreso se nos sometió a una semana de pruebas y ejercicios. En general eran pruebas dirigidas a escoger a quienes demostraban más capacidad de síntesis, no de conocimientos previos. Un 30% de nosotros superó la prueba y por carta, nos comunicaron que habíamos sido aceptados. 

Quedaba por resolver mi residencia en Barcelona. Mi familia residía en la ciudad de Reus y en aquel tiempo las comunicaciones no eran muy rápidas. Era menester instalarme en Barcelona. Mi padre me sugirió un Colegio Mayor de Medicina, situado en el recinto del Hospital de St. Pau (donde también estaba mi facultad). La comodidad de residir y estudiar en el mismo hospital era manifiesta. 

Bóveda del pasillo de entrada al Colegio Mayor. Obsérvese la profusa y colorista decoración del techo y de los dinteles de las puertas y de los vidrieras plomadas. 



Así fue como una noche de septiembre, llevando una maleta con mis efectos personales, llegué al hospital. Recuerdo que era de noche y llovía, una de estas tormentas habituales a fin de verano en la cuenca mediterránea. Al llegar al hospital, quedé deslumbrado: era imponente, bellísimo y muy extraño para mí. Una torre con una aguja en la que estaba alojado un reloj presidía la regia entrada al hospital. Tras la puerta principal, un majestuoso hall bajo unas bóvedas rosadas, sostenidas por amplias columnas, y decoradas con diversos emblemas. A la derecha, unas escaleras de mayólica crema daban acceso a mi nueva residencia, el Colegio Mayor. 

El Colegio Mayor de la Sta Creu i St. Pau era una fundación que había sido creada por Francesc Cambó, con el encargo exclusivo que sirviera para alojar estudiantes de Medicina. Era un Colegio pequeño: cerca de 40 estudiantes. Curiosamente, su director no era un médico, sino un humanista: un profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona, el Prof. Francesc Marsà. El contraste de un grupo de futuros médicos dirigido por un humanista fue una feliz circunstancia que creo que me marcó para siempre. Cada día se formaban tertulias con el Prof. Marsà, en las que se establecía una dialéctica y nos demostraba la relatividad de todas las afirmaciones. Tal ejercicio nos formó en el respeto a las opiniones diversas, rehuyendo todo posicionamiento fanático e inmovilista, a los que tan dados son los adolescentes. 


El pasillo del antiguo Colegio Mayor
Pero volvamos a mi llegada al hospital. La recepción estaba situada en un largo pasillo, con ventanales decorados con vidrieras de colores vivos y ornamentados con escudos, como en algunas iglesias. El techo era una bóveda recubierta de cerámicas con una rica decoración floral, con una serie de escudos romboidales que alternaban las barras de Catalunya y las cruces (los dos motivos heráldicos del escudo de la ciudad de Barcelona). Las baldosas del suelo, de color gris sepia, también presentaban múltiples blasones. 

Detalle de uno de los escudos del techo
El conserje, que era alto, gordo y cojeaba, me acogió con gesto adusto. 
- Eres el nuevo
- Sí señor, musité, impresionado, con el corazón algo encogido.
- Te estaba esperando. Dame la maleta. 

Me acompañó a mi cuarto. Era muy espacioso, aunque algo raro. Yo hasta entonces sólo había visto habitaciones cuadradas, de cuatro lados. ¡Pero ésta tenía siete, y además distribuídos de forma irregular! Además, estaba situada justo encima de las urgencias del hospital. Y debajo del reloj, que daba las horas a campanadas, de día y de noche. Estoy seguro de que la combinación de habitación heptagonal, las campanadas y el continuo ruido de las sirenas de las ambulancias durante todas las noches, condicionaron mis futuros problemas de sueño y mis frecuentes episodios de insomnio... Menos mal que por la ventana de la habitación se veía una maravillosa vista sobre los edificios modernistas del hospital.  

La Sala Francesc Cambé en la actualidad, reconvertida en sala de conferencias

Así fue mi llegada al bellísimo Colegio Mayor de St. Pau, aunque creo que aquel día lo encontré algo extraño y lúgubre, vetusto y inquietante, como un castillo de cuento de hadas. Y sin embargo, su belleza era innegable. Como muestra sólo me referiré a lo que entonces era la biblioteca del Colegio, y que ahora han reconvertido en sala de conferencias: la Sala Francesc Cambó. 

Una de las bóvedas de la Sala Francesc Cambó, antigua biblioteca del Colegio Mayor. Obsérvese la decoración con la repetición del escudo de Barcelona, las cruces y las "P" y "Gil". En el centro, el año de construcción: 1905. 

Se trata de una sala inspirada en el arte mudéjar. Una de las características del Modernismo catalán es su historicismo, y toma prestadas soluciones arquitectónicas y decorativas de otros estilos. La sala Cambó presenta dos grandes bóvedas hemiesféricas en el techo, con un encaje de ladrillos y baldosas que repiten los leit motiv simbólicos que se encuentran por doquier en el hospital: el escudo de la ciudad de Barcelona; la cruz del Cabildo de la Catedral y las iniciales (o el nombre completo) de Pau Gil, el mecenas que hizo la donación testamentaria para la construcción del hospital y sobre el que trataremos otro día. En el centro de cada bóveda las fechas de inicio y remate de la construcción: 1905, 1910. Al parecer, estas bóvedas están inspiradas en las de la capilla de S. Jerónimo del convento de las concepcionistas de Toledo, de estilo mudéjar. Las semiesferas están soportadas por mocárabes de cerámica vidriada, inspiradas en las de los Reales Alcázares de Sevilla. Las dos estancias abovedadas están separadas por un arco de medio punto y otros dos pequeños arcos trilobados a los lados (que a mí me gustaban especialmente, ya que reseguían a la perfección mi silueta: cabeza y hombros). Unos grandes ventanales con ventanas trigéminas y vitrales decorados completaba este regio conjunto, creando un ambiente especial, casi místico, a medio camino entre la arquitectura civil y la religiosa. 

En una reciente visita a mi antiguo Colegio
Mayor, actualmente museizado dentro del conjunto
modernista de Sant Pau. 
En tan noble recinto pasé algunas horas de estudio. Aunque en honor a la verdad, debo decir que muchas veces miraba más los majestuosos ventanales y las bóvedas que el libro... 

Y esta fue mi privilegiada residencia durante tres años. 




Los secretos del Hospital de Sant Pau: 









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