Juan Pantoja de la Cruz
Retrato de D. Juan de Austria
(1736)
Óleo sobre lienzo.
Museo del Prado, Madrid (en depósito en el Monasterio del Escorial) |
Juan Pantoja de la Cruz (Valladolid, 1553 - Madrid, 1608) aprendió pintura con Antonio Moro y Sánchez Coello, trabajando en el taller de éste último durante muchos años. A la muerte de Sánchez Coello, Pantoja comenzó a firmar sus obras y se convirtió en el mejor retratista de la corte de Felipe II y de los primeros años de Felipe III. De los pinceles de este Pantoja cortesano salió el retrato que hoy presentamos, de D. Juan de Austria, hermanastro del rey Felipe II.
González: Felipe III. Museo del Prado |
En los retratos masculinos de esta época hay que destacar la presencia idealizada y pomposa de los personajes, una especie de apología del poder, que los hace algo distantes e impenetrables, alejados de los retratos psicológicos verosímiles. También nos llama la atención la moda masculina imperante en aquel entonces de llevar bigotes engominados con las puntas giradas desafiadoramente hacia arriba. Sea cual sea el personaje (Felipe III, Juan de Austria, Carlos I de Inglaterra o el mismo cardenal Richelieu) encontramos siempre lo mismo: bigotes afilados, rígidos, enhiestos, girados desafiantemente hacia arriba que dan al rostro un aspecto arrogante, y una cierta petulancia.
Ambrosio de Spínola (1569 - 1630) |
Tal era la moda del momento. Los varones se untaban y retorcían los bigotes continuamente, con bigudíes o simplemente retorciéndolos con los dedos. Por cierto, que esta moda originó, en cierto modo, la palabra castellana bigote. Es una historia curiosa.
Armand Jean du Plessis. Triple retrato del Cardenal Richelieu. |
Hasta entonces, al grupo de pelos que nacían en el labio superior se les conocía como mostacho. En esto, el castellano era similar a otras lenguas vecinas (moustache, en francés; mustache en inglés; mostaccio en italiano).
Francisco Pacheco: Dama y caballero. Museo de Bellas Artes de Sevilla (detalle) |
Los soldados españoles de los tercios de Flandes confraternizaban con otros soldados mercenarios, llegados de países vecinos (Alemania, Inglaterra...) En las tabernas era habitual verlos jugando a los naipes y bebiendo vino o cerveza. Muchas veces, el idioma del contrincante era desconocido o se entendía mal. Pero no hace falta hablar mucho para beber o jugar a las cartas! Muchos soldados alemanes, proferían blasfemias o juramentos en su idioma cuando la baza no les era favorable. Frecuentemente expresaban su preocupación retorciendo las puntas del mostacho, mientras lanzaban juramentos del tipo de: "Bei Gott" (fonéticamente bigot) que podíamos traducir como "Por Dios", o "Voto a Dios". Los españoles veían como retorcían el bigote al tiempo que exclamaban Bei Gott y creyendo que se referían a sus mostachos, fueron usando este vocablo como sinónimo, y así se introdujo el término bigote, en una curiosa metonimia.
Según otras versiones, lucir mostachos era para los teutones un símbolo de honor, un distintivo de su valentía. Por eso, antes de entrar en combate, se llevaban la mano al bigote, testigo de su coraje, invocando a la divinidad: bi God! (por Dios!). En esta versión, sostenida por el Prof. Antoni Janer Torrens, el escenario del juramento no es la taberna, sino el campo de batalla.
La imagen de Salvador Dalí es inseparable de su bigote |
Según otras versiones, lucir mostachos era para los teutones un símbolo de honor, un distintivo de su valentía. Por eso, antes de entrar en combate, se llevaban la mano al bigote, testigo de su coraje, invocando a la divinidad: bi God! (por Dios!). En esta versión, sostenida por el Prof. Antoni Janer Torrens, el escenario del juramento no es la taberna, sino el campo de batalla.
Una vez más un equívoco basado en una mala traducción se impuso en la etimología de una palabra que hoy se considera inequívocamente castellana, y que ha pasado después a otras lenguas, dando el catalán bigoti o el portugués bigode.
Carlos I de Inglaterra |
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