lunes, 16 de mayo de 2022

Médicos contra el progreso técnico

versió catalana | versión española






Luis Jiménez Aranda 

La visita al Hospital (detalle)

(1889)

Óleo sobre lienzo 
290 x 445 cm
Museo del Prado. Madrid




No siempre el progreso técnico ha sido acogido con entusiasmo por los médicos. Generalmente todo progreso, todo cambio, ha generado recelos, motivados tal vez por la inercia, la resistencia a cambiar la manera de hacer que era habitual hasta entonces. 

Incluso en el s. XVI el conocimiento anatómico del cuerpo humano, que derivó sobre todo de las disecciones de cadáveres y que fue maravillosamente expuesto por Vesalio en su libro De humanis corporis fabrica, interesó más a los artistas como Miguel Ángel, Leonardo, Rafael que a los propios médicos, aferrados a las ideas de Galeno (s. II) y a la teoría humoral. 

Cuando en el s. XIX se descubrieron las bacterias y se elaboró la teoría microbiana o germinal —la visión de que las enfermedades infecciosas son causadas por ciertos microorganismos y de que no te puedes contagiar sin la presencia de esos gérmenes— no tuvo el éxito instantáneo que quizás uno imaginaría. 

Durante siglos había predominado la creencia que los males estaban producidos por un desequilibrio humoral en nuestros cuerpos o el resultado de algunas condiciones locales, como contaminación en el aire. Por eso, la idea de que todo fuera causado por pequeños microbios específicos era difícil de aceptar por algunos. 



Dibujo satírico inglés sobre las exploraciones sin aparatos. Wellcome collection. 


Y todavía más difícil de aceptar era que los médicos necesitaran consultar los resultados de un laboratorio sobre la identidad de las enfermedades antes de hacer un diagnóstico final. La idea de que las enfermedades estuvieran causadas pequeños microbios invisibles era inconcebible, y a veces los en los laboratorios trabajaba personal auxiliar que ni siquiera era médico! 

Esta era por ejemplo, la opinión del célebre cirujano abdominal escocés Lawson Tait (1845-1899), muy popular en Birmingham, en donde hacía gran número de operaciones quirúrgicas. Era enemigo declarado de la teoría microbiana de las enfermedades infecciosas y también de los laboratorios bacteriológicos.  En la década de 1890 declaraba: 

"La verdadera causa de la fiebre tifoidea no es un microbio, sino las terribles condiciones de vida de los pobres... El laboratorio falla por completo"

Y sobre la teoría germinal:  

"una doctrina asombrosa para alguien que tiene la costumbre de abrir el peritoneo diez, doce, quince veces por semana sin la menor consideración a la presencia o ausencia de gérmenes y sin la más mínima precaución para su destrucción". 



El laboratorio era mal visto por ciertos médicos.

 

Tait opinaba que "la vida" era el antiséptico más perfecto que tenemos y insistía en la idea de la escasa fiabilidad del laboratorio:  

"este hecho primordial es el que hace que todos los 'cultivos' y todos los experimentos de laboratorio fallen absolutamente en la obtención de resultados que puedan aplicarse con seguridad al ser vivo, particularmente al hombre".

Muchos médicos del s. XIX sentían que su histórico y honorable arte estaba siendo rechazado como si fuera meramente eso: arte, no ciencia. Estaban acostumbrados a tomar el pulso, observar la orina, oler las heces, auscultar directamente a la espalda del enfermo. Y ahora veían como se iban introduciendo aparatos técnicos en las exploraciones.



El laboratorio era visto con reticencia por ciertos médicos.
Aparato de Kipp, para realizar vaporizaciones (1900). 
Museu d'Història de la Medicina de Catalunya (MHMC)

Los principales avances que ellos veían con reticencia eran: 

  • Los hombres de laboratorio (tanto bacteriólogos como fisiólogos experimentales)
  • Los defensores de las especialidades médicas (un grupo claramente de mente estrecha, en comparación con generalistas como ellos)
  • Los médicos que promovían los instrumentos en el diagnóstico, como el termómetro, o incluso el microscopio, que creían que podían inducir a error al médico.
Este rechazo era mayor en los médicos anglosajones (Inglaterra y Reino Unido) que desconfiaban sobre todo de los investigadores franceses y alemanes. En París, por ejemplo, la medicina clínica había adoptado definitivamente el estetoscopio de Laennec como el principal instrumento principal para explorar el interior del cuerpo de un paciente vivo, pero los médicos en Londres todavía preferían usar las orejas directamente (sin estetoscopio) y el dedo. Su "ojo clínico" y su experiencia eran de vital importancia y no podían ser sustituídos por ningún instrumento. Lo mismo sucedió con otros instrumentos destinados a explorar el interior del cuerpo humano (laringoscopio, oftalmoscopio, otoscopio,  colposcopio, cistoscopio...) 



Estuche con dos colposcopios de vidrio.
Museu d'Història de la Medicina de Catalunya (MHMC)


En 1847, un obstetra húngaro, Ignaz Philipp Semmelweiss (1818-1865) propuso lavarse las manos y sumergirlas en una solución de hipoclorito cálcico. Con solamente esta medida, disminuyó drásticamente la mortalidad por  fiebre puerperal en la Allgemeines Krankenhaus de la ciudad de Viena, donde trabajaba (menos del 1% que la incidencia anterior).  En 1861 publicó sus resultados en su obra De la etiología, el concepto y la profilaxis de la fiebre puerperal. 



Ignaz Philipp Semmelweiss (1818-1865) 


Sin embargo, no todos los médicos vieron con buenos ojos las propuestas de Semmelweiss, y muchos incluso se negaron a esta medida, sintiéndose ofendidos por la sugerencia de que ellos eran responsables de la muerte de las embarazadas por no lavarse adecuadamente las manos antes de atender a sus pacientes. Solo y marginado, Semmelweiss acabó ingresando en una institución mental, a los 47 años y murió a las dos semanas de su ingreso, probablemente a consecuencia de una paliza de los guardianes del centro. 

El 16 de octubre de 1846, ante un nutrido público médico, William Morton realizó la primera demostración de anestesia. Con la introducción de la anestesia se abrían las puertas a un desarrollo mucho mayor de la cirugía, que vivió un tiempo de gran desarrollo. 



Hinckley: La primera anestesia con éter. 1882.

Sin embargo, tampoco todos los médicos fueron partidarios de la anestesia. Algunos lo veían como una amenaza para su prestigio. Antes de la anestesia, las intervenciones quirúrgicas tenían que ser muy rápidas, y el cirujano más ágil era el más cotizado. Ahora, esta rapidez ya no era necesaria. Además, muchos de ellos, defendían que el dolor tenía una gran importancia. Suprimir el dolor era suprimir un signo de gran importancia clínica. 

Además el dolor había sido ensalzado por muchos pensadores cristianos. Así, el obispo francés Bossuet (1627-1704) afirmaba: 

"Cuando Dios nos prueba con enfermedades, nuestro sufrimiento alcanza el valor de martirio" 

 

Cornelius Janssen (1585-1638), el fundador del jansenismo, declaraba por su parte: 
El enfermo es un penitente. 
El sufrimiento de la carne fortalece el espíritu" 

y Blaise  Pascal (1623-1662) llegó a decir: 

“La enfermedad es el estado natural del cristiano"

 


Armand Velpeau (1795-1867)

Figuras médicas destacadas como Velpeau y Cabanis se posicionaron contra la introducción de los analgésicos y anestésicos, porque consideraban que experimentar dolor era necesario. Esta  concepción, que nos parece inconcebible a los ojos de la Medicina actual, estaba basada en una hegemónica concepción cristiana del pensamiento médico decimonónico, aunque también encontraba su apoyo en el vitalismo, que consideraba al dolor como una reacción del organismo, que era necesaria para obtener la curación.   

Pero en los países de habla inglesa hubo una destacada excepción, William Osler (1849-1919), un médico que demostró que la medicina podía y debía ser a la vez un arte y una ciencia, y a quien dedicaremos una próxima entrada del blog. 


___________________________________



Metges contra el progrés tècnic





Luis Jiménez Aranda 

La visita a l'Hospital (detall)

(1889)

Oli sobre tela 
290 x 445 cm
Museo del Prado. Madrid



El progrés tècnic no sempre ha estat acollit amb entusiasme pels metges. Generalment tot progrés, tot canvi, ha generat recels, motivats probablement per la inèrcia, la resistència a canviar la manera de fer que era habitual fins aleshores.

Fins i tot al s. XVI el coneixement anatòmic del cos humà, que va derivar sobretot de les disseccions de cadàvers i que va ser exposat meravellosament per Vesalio al seu llibre De humanis corporis fabrica, va interessar més a artistes com Miguel Ángel, Leonardo, Rafael que als mateixos metges, aferrats a les idees de Galeno (s. II) i a la teoria humoral. 

Quan al s. XIX es van descobrir els bacteris i es va elaborar la teoria microbiana o germinal —la visió que les malalties infeccioses són causades per certs microorganismes i que no et pots contagiar sense la presència d'aquests gèrmens— no va tenir l'èxit instantani que potser hom imaginaria.

Durant segles havia predominat la creença que els mals estaven produïts per un desequilibri humoral als nostres cossos o pel resultat d'algunes condicions locals, com ara la contaminació de l'aire. Per això, no tothom acceptava la idea que tot fos causat per petits microbis específics.



Dibuix satíric anglès sobre les exploracions sense aparells. Wellcome collection. 


I encara era més difícil acceptar que els metges necessitessin consultar els resultats d'un laboratori sobre la identitat de les malalties abans de fer-ne un diagnòstic final. La idea que les malalties estiguessin causades per petits microbis invisibles era inconcebible, i de vegades als laboratoris hi treballava personal auxiliar que ni tan sols era metge! 

Aquesta era, per exemple, l'opinió del cèlebre cirurgià abdominal escocès Lawson Tait (1845-1899), molt popular a Birmingham, on feia un gran nombre d'operacions quirúrgiques. Era enemic declarat de la teoria microbiana de les malalties infeccioses i també dels laboratoris bacteriològics. A la dècada de 1890 declarava:

"La veritable causa de la febre tifoide no és un microbi, sinó les terribles condicions de vida dels pobres... El laboratori falla del tot".

I sobre la teoria germinal:

"una doctrina sorprenent per a algú que té el costum d'obrir el peritoneu deu, dotze, quinze vegades per setmana sense la menor consideració a la presència o absència de gèrmens i sense la precaució més mínima per a la seva destrucció". 



El laboratori era mal vist per alguns metges.

 

Tait opinava que la vida era l'antisèptic més perfecte que tenim i insistia en la idea de l'escassa fiabilitat del laboratori:

"aquest fet primordial és el que fa que tots els 'cultius' i tots els experiments de laboratori fallin absolutament en l'obtenció de resultats que puguin aplicar-se amb seguretat en l’ésser viu, particularment en l'home".

Molts metges del s. XIX sentien que el seu històric i honorable art estava sent rebutjat com si fos merament això: art, no ciència. Estaven acostumats a prendre el pols, observar l'orina, olorar la femta, auscultar directament l'esquena del malalt. I ara veien com s'anaven introduint aparells tècnics a les exploracions.



El laboratori era vist amb reticència per alguns metges.
Aparell de Kipp, per a realitzar vaporitzacions (1900). 
Museu d'Història de la Medicina de Catalunya (MHMC)

Els principals avenços que ells veien amb reticència eren:

• Els homes de laboratori (tant bacteriòlegs com fisiòlegs experimentals)

• Els defensors de les especialitats mèdiques (un grup clarament de ment estreta, en comparació amb generalistes com ells)

• Els metges que promovien els instruments en el diagnòstic, com ara el termòmetre, o fins i tot el microscopi, que creien que podien induir al metge a l’error.

Aquest rebuig era més gran en els metges anglosaxons (Regne Unit) que desconfiaven sobretot dels investigadors francesos i alemanys. A París, per exemple, la medicina clínica havia adoptat definitivament l'estetoscopi de Laennec com a principal instrument per explorar l'interior del cos d'un pacient viu, però els metges a Londres encara preferien fer servir les orelles directament (sense estetoscopi) i el dit. El seu “ull clínic” i la seva experiència eren de vital importància i no podien ser substituïts per cap instrument. El mateix va passar amb altres instruments destinats a explorar l'interior del cos humà (laringoscopi, oftalmoscopi, otoscopi, colposcopi, cistoscopi...)



Estoig amb dos colposcopis de vidre.
Museu d'Història de la Medicina de Catalunya (MHMC)

El 1847, un obstetra hongarès, Ignaz Philipp Semmelweiss (1818-1865) va proposar rentar-se les mans i submergir-les en una solució d'hipoclorit càlcic. Només amb aquesta mesura, va disminuir dràsticament la mortalitat per febre puerperal a l'Allgemeines Krankenhaus de la ciutat de Viena, on treballava (menys de l'1% que la incidència anterior). El 1861 va publicar els seus resultats a la seva obra De l'etiologia, el concepte i la profilaxi de la febre puerperal.



Ignaz Philipp Semmelweiss (1818-1865) 


Tot i això, no tots els metges van veure amb bons ulls les propostes de Semmelweiss, i molts d’ells fins i tot es van negar a aquesta mesura, sentint-se ofesos pel suggeriment de que ells eren responsables de la mort de les embarassades per no rentar-se adequadament les mans abans d'atendre els seus pacients. Sol i marginat, Semmelweiss va acabar ingressant en una institució mental, als 47 anys i va morir dues setmanes després del seu ingrés, probablement a conseqüència d'una pallissa dels guardians del centre.

El 16 d'octubre del 1846 davant d'un públic mèdic nombrós, William Morton va realitzar la primera demostració d'anestèsia. Amb la introducció de l'anestèsia s'obrien les portes a un desenvolupament molt més gran de la cirurgia, que va viure una època d’un gran desenvolupament.



Hinckley: La primera anestèsia amb éter. 1882.


Però tampoc tots els metges eren partidaris de l'anestèsia. Algunos la veien com una amenaça pel seu prestigi. Abans de l'anestèsia, les intervencions quirúrgiques havien de ser molt ràpides, i el cirurgià més àgil era el més cotitzat. Ara aquesta rapidesa ja no calia. A més, molts d'ells defensaven que el dolor tenia una gran importància. Suprimir el dolor era suprimir un signe de gran importància clínica. 

A més, el dolor havia estat lloat per molts pensadors cristians. Així, el bisbe francès Bossuet (1627-1704) afirmava: 

"Quan Déu ens prova amb malalties, el nostre patiment pren el valor de martiri "  
Cornelius Janssen (1585-1638), el fundador del jansenisme, declarava: 
El malalt és un penitent. El patiment de la carn enforteix l'esperit" 
i Blaise  Pascal (1623-1662) va arribar a dir:  

“La malaltia és l'estat natural del cristià"


Armand Velpeau (1795-1867)


Figures mèdiques destacades com Velpeau i Cabanis es van posicionar contra la introducció dels analgèsics i anestèsics, perquè consideraven que experimentar dolor era necessari. Aquesta  concepció, que ens sembla inconcebible als ulls de la Medicina actual, estava basada en una hegemònica concepció cristiana del pensament mèdic decimonònic, tot i que també hi trobava suport en el vitalisme, que considerava el dolor com una reacció de l'organisme, del tot necessària per a obtenir la curació.   

Però en els països de parla anglesa hi va haver una destacada excepció, William Osler (1849-1919), un metge que va demostrar que la medicina podia i havia de ser al mateix temps un art i una ciència, i a qui dedicarem una propera entrada del blog. 

No hay comentarios: