jueves, 15 de octubre de 2020

Carlos V: (I) Un emperador glotón






Tiziano 

Retrato de Carlos V

(1568)

Óleo sobre lienzo 205 x 122 cm
Pinacoteca antigua. Munich. 





El emperador Carlos V (1500-1558) fue un gran monarca europeo. Hijo de Juana la Loca de Castilla y de Felipe el Hermoso, y nieto de Maximiliano de Habsburgo y María de Borgoña, heredó un gran número de reinos bajo su corona: Sacro Imperio Romano, Ducado de Borgoña, reinos hispánicos con las tierras del Nuevo Mundo, Países Bajos, Nápoles..

Tanta diversidad territorial fue un claro impedimento para su idea de crear un Imperio con una sola religión. Católico fanático, combatió constantemente a los luteranos. 


Arbol genealógico de Carlos V


Bajo su reinado tuvo lugar el inicio de un gran florecimiento cultural en Castilla, el llamado Siglo de Oro, con escritores y artistas de renombre universal. 

Carlos V como todos los miembros de la familia Habsburgo tenía un marcado prognatismo, del que nos hemos ocupado en otra entrada del blog. 

Pero sobre todo, la enfermedad que más le hizo sufrir fue la gota. En efecto, la gota y los problemas reumáticos que padecía marcaron buena parte de su vida.

Además de su probable predisposición genética, la dieta que seguía el emperador era absolutamente inadecuada para mitigar la evolución del mal. 

La afición de Carlos por la comida llegaba al punto de que pidió una bula papal para poder comer antes de comulgar, algo totalmente prohibido por la Iglesia. Con esa bula Carlos podía tomar, nada más despertarse, un caldo de ave con leche, azúcar y alcamonías (anises y otras semillas aromáticas). También tomaba una gran jarra de cerveza helada. Una vez que su apetito estuviera satisfecho, dormía un rato más. 



Jasper Geeraerts: Bodegón con langosta 


Luego, al mediodía, comía una gran cantidad de platos (hasta 20, según algunos cronistas) acompañados de buenos vinos. Carlos V era un férreo devorador de carnes, de caza, de pescados frescos, en salazón y en escabeche, disfrutaba enormemente con el marisco y prueba de ello es el centenar de ostras frescas que podía engullir en una sola comida (se las hacía traer directamente de Portugal), empanadas gigantescas de anguila, salchichas de Flandes, capones, perdices, carneros y dulces a la manera morisca provistos de grandes cantidades de frutos secos, azúcar, huevos, harina de trigo de la mejor calidad y miel, melones, granadas, albaricoques y melocotones. Nunca faltaba a su mesa un pollito asado, de los llamados picantones, que consumía entero después del postre, por mucho que hubiera comido. Por la noche, comía una copiosa cantidad de anchoas y otras delicias de sabor fuerte, sin ningún tipo de restricción. 

Roger Ascham, secretario del embajador inglés Richard Morysine, que asistió a un banquete cuando se reunió la dieta de Augsburgo, en 1550, se sorprendió de ver a Carlos comer sucesivamente grandes tajadas de buey cocido, de cordero asado, de liebre guisada al horno, de capones, rociándolo todo como nunca jamás se había visto; cinco veces vació la copa, cosa que nadie más hizo en aquel banquete. Según cálculos del inglés, por lo menos bebió un litro de vino del Rhin cada vez. 

Sabiendo que apreciaba tanto la comida, no era raro que los nobles y personas de importancia le regalasen manjares con frecuencia: los monjes de Guadalupe le enviaban todas las semanas un carnero criado con pan, y cada quince días una ternera. El arzobispado de Toledo le manda a principio de 1557 ocho acémilas cargadas de regalos, especialmente comida.



David Rijckaert: Bodegón con capón, ostras, pan, pastas y copas. 


Para que los pescados y mariscos tan delicados como las ostras llegaran frescos a la mesa de Carlos, los envolvían en nieve, según cuentan los historiadores. Aunque a veces, para conservar las viandas se recurría a otros curiosos sistemas, a juzgar por lo que dice una carta (2 de diciembre de 1556) del mayordomo Luis Quijada al secretario de Estado, Juan Vázquez:  

"Su Majestad me mandó que escribiese a Vuestra Merced dos cosas: la una, que Vuestra Merced sepa adónde tiene el conde de Osorno un lugar que se llama Gama, que allí hay las mejores perdices del mundo, (...) y tan buenas, que en su vida no las comió mejores, y como se hallen, que le envíen luego a diligencia; y a más, me dijo que para hacellas durar y llevar a Flandes, que las echaban orines en las bocas: pero para venir aquí no será menester esta suciedad." 

El mayordomo Quijada no sólo reclamaba perdices a Palencia, también pedía francolines (un ave similar a la perdiz) a Antonio de Fonseca, de Toledo. 



Tomás Hiepes: Bodegón con aves y liebre. 


A Carlos V también le gustaba la bebida, y sabemos que en Jarandilla se abastecía de la bodega de Pedro Azedo. Aunque el emperador tenía predilección por los vinos alemanes y franceses. El Oporto es otro de sus caldos preferidos y conocía los placeres del café y del chocolate mucho antes de que estas bebidas se popularizasen en sus reinos.

Pero además tenía una pasión irrefrenable por la cerveza, una bebida de la que tomaba varios litros al día y a todas horas. En la Navidad de 1556, hallándose en Jarandilla, Carlos padeció un fuerte ataque de gota. Un famoso médico italiano, Giovanni Andrea Mola, tras reconocerlo, le recomendó dejar la cerveza, bebida de la que el emperador tomaba varios litros al día. El monarca, gran bebedor de cerveza (muy popular en Flandes pero poco conocida en España), le replicó que eso era pedir demasiado a un flamenco, y que no pensaba hacerlo de ninguna manera. 

La importancia que la comida tenía en la vida del Emperador es evidente por la nómina de servidores que se quedaron en Yuste. De las 52 personas ocupadas en su servicio, una veintena se dedican, de uno u otro modo, a servir su mesa: ahí se encuentran no sólo los cocineros, sino que hayamos panaderos, pasteleros, salseros, encargados de la cava, fruteros, un cazador, un hortelano, un encargado de las gallinas... 


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