martes, 22 de enero de 2019

Fernando VII (II): El rey felón







Francisco de Goya y Lucientes

Fernando VII con manto real
(1814-1815)

Óleo sobre lienzo 212 x 146 cm
Museo del Prado. Madrid. 




En una entrada anterior comentamos los primeros años del reinado de Fernando VII y como comenzó su gobierno con una clara tendencia absolutista, acorde con su concepción de la monarquía. 

Pero en 1820, la revolución que encabezó el general el ejército del general Rafael de Riego obligó al monarca a aceptar la Constitución Liberal de Cádiz promulgada por las Cortes de Cádiz en 1812.  

En los tres años siguientes, conocidos como el Trienio Liberal (1820-1823) Fernando intentó salvar la corona fingiendo aceptar su nuevo papel de monarca constitucional. Del discurso que el monarca dirigió a sus súbditos discurso se hizo famosa una frase: 
"Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional"
El tiempo se encargó de desvelar que esta frase del rey estaba llena de falsedad e hipocresía y que tan sólo era un recurso para conservar el trono. Porque en el fondo de su corazón siempre quiso reafirmarse como monarca absoluto: intentó todo tipo de maniobras para hacer fracasar el régimen liberal, obstaculizando todas las reformas; conspiró para organizar un golpe de Estado por parte de la Guardia Real en Madrid (1822) y al fracasar éste llamó en su ayuda a las potencias absolutistas europeas de la Santa Alianza, que finalmente realizaron una nueva invasión francesa a cargo de un ejército llamado "los cien mil hijos de San Luis" bajo el mando del duque de Angulema. Así finalmente se consiguió derribar al régimen constitucional, reponiendo a Fernando VII como soberano absoluto (1823).  

Comenzó entonces otra etapa, conocida como «Ominosa Década» (1823-33). Un tiempo en el que Fernando VII dio rienda suelta a su odio y a su sed de venganza contra todo atisbo de liberalismo: anuló una vez más la obra legislativa de las Cortes constitucionales, abocó a la Hacienda a la quiebra y ahogó en represión y sangre cualquier pronunciamiento liberal.

Mientras tanto, el rey, que se había casado cuatro veces, no tenía sucesión, por razones que desarrollaremos en otras entradas del blog. Finalmente, su última esposa, su sobrina María Cristina de Borbón, quedó embarazada y dio luz a una niña (la futura Isabel II). Poco antes de nacer Isabel, Fernando VII había promulgado la Pragmática Sanción aprobada por las Cortes de 1789, en la que se abolía la Ley Sálica (la ley sucesoria vigente que solamente aceptaba como sucesor al trono a un varón). Por la Pragmática Sanción se volvía al derecho sucesorio tradicional castellano que permitía que heredaran el trono las mujeres. Por lo tanto, Isabel nació ya como princesa heredera. 

Pero no todos vieron con buenos ojos esta situación. En especial despertó la cólera del hermano del rey, Carlos María Isidro de Borbón, en quien hubiera recaído la sucesión en el caso de que la Ley Sálica conservara su vigencia. Carlos agrupó en torno a él a los ultrarrealistas, descontentos del gobierno de Fernando VII, y que se oponían a las doctrinas liberales que ya triunfaban en toda Europa. Las facciones tradicionalistas habían ya protagonizado una sublevación en Catalunya (Rebelión de los Agraviados, 1827). La presión que estos grupos, tradicionalistas e intransigentes hicieron en el rey consiguieron incluso que Fernando, que estaba gravemente enfermo  en la Granja, derogara la Pragmática Sanción. Pero tras restablecerse de su enfermedad, el Gobierno de Cea Bermúdez la volvió a promulgar (1832).  Con todo ello alentó la escisión dinástica que condujo al país a la Primera Guerra Carlista (1833-39), una vez muerto Fernando VII y gobernando María Cristina de Borbón como regente en nombre de su hija, Isabel II.

Las Guerras Carlistas marcaron toda la historia del Reino de España del s. XIX y sus consecuencias se prolongaron también al s. XX. 

Su nulo interés por el progreso del país queda patente en la visita que realizó a la Exposición pública de la Industria española que se celebró en el Conservatorio de Artes de Madrid en 1818. Fernando VII iba acompañado  por el ministro de Hacienda, López Ballesteros, y el director, Juan López Peñalver. Mientras le exponían la conveniencia de proteger la naciente industria, él escuchaba con aire distraído y aburrido. Cuando la comitiva llegó donde se mostraban los tejidos de las fábricas catalanas, Fernando exclamó:


     —¡Bah! Todo esto son cosas de mujeres 

y salió para darse un paseo por el Retiro

Fernando VII fue pues realmente el rey felón, es decir, falso, hipócrita y traicionero que no dudó en anteponer sus propios intereses al bienestar del país. Salvador de Madariaga lo consideraba el rey más despreciable de toda la Historia de España y decía de él:  

      “El bellaco sucedió al imbécil”

Un juicio en el que estaba plenamente de acuerdo el Dr. Marañón :
Pocas vidas humanas producen mayor repulsión que la de aquel traidor integral, sin asomos de responsabilidad y de conciencia”.


Reinado de Fernando VII (1813-1833) 





Fernando VII

I. El "Deseado"

II. El rey felón

III. El gran pene del rey

IV. La primera noche de bodas

V. Segundas nupcias

VI. La peor noche de bodas del rey

VII. Copular con una almohadilla


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