domingo, 21 de mayo de 2017

La depresión y la suciedad pertinaz de Felipe V (I)






Louis-Michel van Loo

Felipe V, rey de España (fragmento)
(1739)

Óleo sobre lienzo  154 x 113,5 cm
Museo del Prado, Madrid.



Felipe V (1683-1746) nieto de Luis XIV de Francia reinó como soberano de España tras la Guerra de Sucesión, en la que se enfrentó a otro pretendiente, el archiduque Carlos de Austria tras aplicar una durísima represión a los territorios que se habían opuesto a sus pretensiones. 

Carlos II de España murió sin sucesión. En el último momento dejó un testamento - del que hay indicios que fue falsificado - en el que supuestamente dejaba su reino a Felipe d'Anjou, como bisnieto que era de Felipe IV, a condición de que no uniera nunca la Corona de los Reinos hispánicos con la de Francia. 


Hiacynthe Rigaud (Jacint Rigau): Felipe, duque de Anjou.
Óleo sobre lienzo. Palacio de Versalles
Esta decisión real - si es que lo fue - no fue bien acogida por la Casa de Austria, que prefería al archiduque Carlos como legítimo sucesor. Además este último era mucho más respetuoso con las leyes y tradiciones de los reinos que constituían la Corona hispánica que el candidato francés, partidario del feroz centralismo que su abuelo Luis XIV había ya impuesto en territorio francés. La confrontación bélica entre los dos pretendientes se conoce como Guerra de Sucesión y en ella tomaron parte todas las potencias europeas, que apoyaron a uno u a otro bando. Felipe tomó personalmente parte en las operaciones. Fue el primer rey que marchó a la batalla con sus tropas desde el emperador Carlos V. Al parecer sentía un especial morbo al salpicarse con la sangre de sus enemigos y impregnarse de su olor.  

La guerra terminó con los Tratados de Utrecht en 1713 y con el de Rastadt al año siguiente, en los que se reconocía a Felipe como rey de España a cambio de ceder los territorios europeos en Italia que pasaron a la Casa de Saboya; los Países Bajos que pasaron al Imperio austríaco; Menorca y Gibraltar a Gran Bretaña y se entregó a Portugal la colonia de Sacramento, en Sudamérica (actual Uruguay).


Reparto de los territorios de la Corona Hispánica según el tratado de Utrecht



Felipe V instauró una política muy marcada por la influencia francesa (a través de Orry y de la princesa de los Ursinos), centralizando y unificando las administraciones con el Decreto de Nueva Planta que abolía todas las instituciones de Aragón, Valencia y Cataluña. Estos reinos, que mayoritariamente se habían opuesto a sus pretensiones fueron castigados duramente Se fundaron instituciones como la Biblioteca Nacional (1712); la Academia de la Lengua (1713) y más tarde, las de Medicina, Historia... pero siempre totalmente centralizadas a imitación de las Academias francesas. 


Museu de Xàtiva: el retrato de Felipe V
aparece colgado del revés, como
protesta simbólica por el duro castigo
que el rey infligió a la ciudad: fue
incendiada y sus habitantes desterrados
Pero a partir de 1717, pocos años después del fin de la Guerra, Felipe comenzó a dar muestras de un importante trastorno mental. Antes ya había presentado algún trastorno depresivo, que se alternaba con fases de euforia patológica. No en vano le apodaron "el Animoso" (refiriéndose a sus continuos cambios de carácter), aunque para otros fue simplemente "el rey loco" o "El Melancólico". 

Efectivamente, los médicos de su tiempo le habían diagnosticado "melancolía", lo que coincidiría en términos actuales con un trastorno bipolar. Por cierto, Felipe, hipocondríaco y receloso, nunca se fió de sus médicos, a los que acusaba continuamente de quererle engañar.  

Felipe contaba ya con algunos antecedentes familiares. Su madre, Maria Ana de Baviera, había presentado un cuadro depresivo y pasó una gran parte de su vida sin salir de sus aposentos del palacio de Versalles. Cuando terminó la Guerra de Sucesión, en la que dio testimonio de una gran violencia, recurriendo a castigos desproporcionados e injustos y aprobando leyes totalmente tiránicas (por ejemplo prohibió los estudios universitarios en Barcelona), Felipe se vio encerrado en el vetusto, lúgubre y triste Alcázar de Madrid. Reinaba por la fuerza de las armas y era odiado por una buena parte de sus súbditos, en un país que encontraba extraño e incomprensible. El Alcázar era muy diferente al palacio de Versalles en el que se había criado. Tal vez por eso ordenó construir el Palacio Real de Oriente, imitación de las fastuosas y megalómanas construcciones de los Borbones en Francia. 

En definitiva Felipe no se adaptaba bien a su nuevo reino. Al principio casi no hablaba castellano, no le gustaban las costumbres españolas y aborrecía la comida castellana. Tampoco le gustaban las maneras habituales de la corte precedente (autos sacramentales, corridas de toros, compañía de enanos acondroplásicos como bufones). Felipe estaba profundamente inadaptado, echaba de menos la corte francesa y se aburría profundamente. Una crónica ha dejado constancia de este tedio:  


 “El máximo aburrimiento envolvía la vida de Felipe V en los comienzos de su reinado, no conociendo a nadie en la corte, no hablando más que con los franceses que le habían acompañado y con los grandes que antes de su llegada habían favorecido su partido. De los franceses el que más le acompañaba era Louville (su tutor) testigo constante de su desánimo, y al que a menudo confesaba que volvería a ser con gusto el duque de Anjou pues no podía sufrir a España”.

Solamente salía de su apatía por la obsesiva y continua adicción al sexo, que practicaba a todas horas con su primera esposa, la reina M. Luisa Gabriela de Saboya, con la que se había casado a los 14 años. Tomaba  grandes cantidades de sustancias afrodisíacas, especialmente un preparado a base  de leche, vino, yemas de huevo, azúcar, clavo y cinamomo. Sin embargo, tras los fogosos y repetidos encuentros todavía le quedaban fuerzas para masturbarse compulsivamente, cosa que hacía a todas horas y en cualquier lugar. Otra de sus obsesiones era la de confesarse continuamente, aún a horas intempestivas. Había sido educado por el obispo Fénélon en una moral estricta y escrupulosa y necesitaba confesarse continuamente presa de sus remordimientos enfermizos.  


Van Loo: Felipe V e Isabel de Farnesio. 

La reina M. Luisa Gabriela de Saboya murió en febrero de 1714 a los 25 años de edad. Felipe, siete meses después, contrajo matrimonio con la italiana Isabel Farnesio de Parma. Isabel era una mujer autoritaria que imponía su parecer de forma férrea. Felipe desarrolló una fuerte dependencia sexual y afectiva de la nueva reina, cuya influencia sobre el monarca pronto se hizo notar claramente.  

Con Isabel de Farnesio siguió la obsesión por el sexo. En 1716 consta la queja ante Versalles del embajador francés en Madrid sobre el agotamiento permanente del rey, al borde de la extenuación por el uso demasiado frecuente que hace de la reina. Para no perder el tiempo llegó a celebrar los Consejos de Gobierno en su alcoba, con la reina siguiéndolos desde la cama. Según algunas interpretaciones esta adicción al sexo era consecuencia de su temor patológico al paso del tiempo y a la muerte. La pareja gustaba de algunos juegos sexuales, especialmente el llamado "El Impávido". Se trataba de que varios caballeros se sentaran a la mesa, desnudos de cintura para abajo. Bajo la mesa, una mujer practicaba una felación, sin que en la cara del elegido se tuviera que notar ningún cambio (de ahí que se denominara "el Impávido"). Los reyes observaban sin ser visto y al parecer esto excitaba sobremanera al monarca que solía terminar "atacando" a la reina.  

Seguiremos comentando algunos aspectos de la bioografía de Felipe V en otra entrada


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