miércoles, 18 de mayo de 2016

La piel desnuda




Adan y Eva escondidos 
tras el pecado
(s. XII)

Friso del claustro románico

Catedral de Girona.



En el claustro de la catedral de Girona hay un precioso friso en el que se recuerda el relato del Génesis: la creación de Adán y Eva, el mandato de no comer el fruto prohibido, y el   pecado original.  Tras el pecado, Adán y Eva se percatan de 
 su desnudez - hasta entonces percibida como algo natural - y llenos de pudor se cubren sus partes íntimas con hojas de árbol. Tras ellos, una serpiente erecta parece esbozar una sonrisa maléfica. La historia concluye con la expulsión de los primeros padres del Paraíso.  

Los humanos presentamos la piel desnuda, desprovista de pelo. Salvo algunas zonas como el pubis, axilas y cuero cabelludo, nuestra piel casi carece de vellosidad. Es cierto que en nuestra especie los varones están provistos de barba y que también presentan un vello corporal más abundante, aunque no lo suficientemente tupido para esconder la piel. 


Adán comiendo el fruto prohibido (curiosamente no es una manzana, sino un
racimo de uva) La serpiente está enroscada en la vid, tentando a Eva. Tras el pecado,
sienten vergüenza de inmediato y cubren su desnudez con hojas de higuera.
Claustro de la catedral de Girona, S. XI. 
Además, los humanos sentimos pudor. Este sentimiento refleja la
 vergüenza de mostrar nuestra piel desnuda, especialmente la de las zonas erógenas (genitales, nalgas, senos femeninos). El pudor, naturalmente, puede aumentarse o disminuirse según los diversos criterios culturales y no es sentido de igual manera en todas las civilizaciones. Pero es un sentimiento que - con los matices oportunos - puede calificarse de universal. 

Adán y Eva avergonzados después de cometer el pecado, se presentan
ante Dios, cubriéndose con hojas de higuera.
Mosaico de la Catedral de Monreale (Sicilia) 
En la Biblia, este sentimiento se vincula al pecado original. Tras crear a Adán y Eva,
 Dios les prohibe comer
 el fruto de un árbol. Curiosamente a este arbol le llama el "arbol de la ciencia del bien y del mal". Un árbol que parece albergar el secreto del conocimiento. De todos los demás árboles y frutos del Edén los primeros padres podían disponer libremente. Pero no del fruto del árbol prohibido. 
"Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás."
(Gn 2, 15-17)





Sin embargo, la serpiente - encarnación del espíritu del mal - tienta a Eva y le sugiere que Dios les ha prohibido comer el fruto prohibido para evitar que fueran tan poderosos como Él: 
"Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?  
Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer;  
pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.  

Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;

sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.  
Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. 
Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales". 
 (Gn, 3, 1-7)


Adán y Eva comen el fruto del árbol prohibido
y se cubren con hojas de higuera.
Claustro del Real Monasterio de Santes Creus. 



"Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí". 

 (Gn, 3, 9-13)

La consciencia de la desnudez deriva pues, según la concepción bíblica, del pecado. La transgresión de los mandatos divinos comporta pues la pérdida de la inocencia, del estado de felicidad en un jardín frondoso y ubérrimo, donde para obtener todo lo deseable no hay que trabajar ni esconder la piel de la vista de los demás.  


El castigo: trabajar una tierra ingrata, tener que vestirse, parir con dolor.
Adán cavando y Eva hilando. Claustro de la Catedral de Girona. 



El castigo de Dios es bien sabido: la expulsión de los pecadores del Edén, que a partir de entonces vivirán en un mundo hostil, donde tendrán que trabajar, "ganando el pan con el sudor de su frente", pariendo hijos con dolor y por supuesto, hilar y coser para ir convenientemente vestidos.

"Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió".  
(Gn, 3, 21) 

En conjunto, una narración de profundo contenido simbólico y psicoanalítico. 
  








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