Hígado de Piacenza(s. II A.C.) Museo Etrusco. Roma. |
Esta interesante pieza del Museo etrusco de Roma, representa un hígado de oveja, grabada con incisiones que lo dividen en sectores, y muchas inscripciones.
Este hígado de bronce era usado por los arúspices, sacerdotes y adivinos, que pronosticaban el futuro contemplando el vuelo de las aves o sacrificándolas, observando sus vísceras. Así pues este hígado era una especie de manual para descifrar las particularidades observadas y relacionarlos con los astros o las 16 regiones celestiales, para así poder establecer el oráculo correspondiente.
Las inscripciones han permitido descifrar una buena parte de las constelaciones y espacios celestes, así como numerosas divinidades (algunas propiamente etruscas y otras de origen griego o latino). Así, en el sector celeste noreste se sitúan los grandes dioses
superiores, dioses bien individualizados, tales como Júpiter, los Consentí, los Lares,
Jano, Juno, Marte y Minerva. Los dioses de la tierra y de la naturaleza, tales como Silvano, Baco, el Sol y Vulcano, se localizan hacia el sur. Los grandes dioses infernales y del hades, como Fortuna, y los dioses Manes y Saturno, habitaban el
poniente (por donde muere el sol en el ocaso).
A pesar de su finalidad adivinatoria, el hígado de Piacenza es probablemente una de las primeras representaciones anatómicas de esta víscera. Los griegos conocían a ester órgano como ήπατος (hepatos) y de este nombre derivan muchos de los términos griegos relacionados con el hígado: hepatocito (célula del hígado), hepatitis (inflamación del hígado), hepático (relativo al hígado), hepatomegalia (aumento de tamaño del hígado), hepatólogo (médico que trata las enfermedades del hígado), hepatotóxico (tóxico para el hígado), etc.
Los romanos, primitivamente conocían el hígado como jecur. Sin embargo esta voz no ha dado ningún derivado en las lenguas romances, e incluso desapareció del latín.
El motivo no tiene nada que ver con la medicina, sino con la gastronomía. A los romanos les gustaba mucho el hígado graso de las ocas, lo que hoy se conoce universalmente con su nombre francés, foie-gras. Este delicioso manjar es en realidad una esteatosis hepática, es decir el depósito anormal de grasa en el hígado de un pato o de una oca como consecuencia de una alimentación forzada y excesiva, generalmente de maíz. Los romanos no disponían de maíz (cereal originario de América y que no llegó a Europa hasta el s. XVI), pero sobrealimentaban a las ocas con higos (ficus). El hígado así obtenido se denominaba jecur ficatum, es decir "hígado preparado con higos".
Frank Netter. Dibujo anatómico del hígado |
El gran consumo que hacían los romanos de este tipo de delicadeza culinaria, hizo que poco a poco se fuese simplificando su denominación, quedando solamente en ficatum. El primitivo término de jecur fue abandonándose progresivamente hasta olvidarlo. En el latín tardío el nombre de la víscera, preparada o no, fue siempre ficatum. Y así pasó después a todas las lenguas romances: fígado en gallego y portugués, fetge en catalán, foie en francés, fegato en italiano. En castellano medieval dió fígado, que más tarde, como tantas otras palabras, transformaría la f en h resultando la palabra hígado actual.
Una curiosa evolución etimológica que llegó a la anatomía y a la medicina de la mano de la gastronomía. Aunque hay que decir que también era la consecuencia de un proceso patológico (en las ocas)
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