viernes, 1 de marzo de 2019

Una cirugía frustrada

Chekhov 1898 by Osip Braz.jpg




Osip Braz 

Retrato de Anton Chejov
 (1898)

Óleo sobre lienzo
Galería Tretyakov. Moscú 




Antón Pávlovich Chéjov, en ruso Анто́н Па́влович Че́хов (1860-1904) fue un médico, escritor y dramaturgo ruso, encuadrado en la corriente del realismo y del naturalismo. Sin embargo, nunca abandonó su profesión de médico que supo compaginar con la literatura. Él mismo lo definía en una de sus cartas (Carta a Alexei Suvorin, 1888): 

"la medicina es mi esposa legal, 
la literatura, solamente mi amante"
Cultivó el teatro: La gaviota, Tío Vania (Дядя Ваня), Tres hermanas (Три сестры), El jardín de los cerezos (Вишнëвый сад). 

También escribió multitud de relatos cortos en los que destacó como un auténtico maestro. 

Su condición de médico le permitía describir las situaciones clínicas con gran precisión. Este es el caso del cuento “Cirugía”, en el que a través de la historia del humilde sacristán Vonmiglásov, que tiene dolor de muelas y acude a un temerario practicante que sustituye al doctor y que se cree en posición de superioridad, Chejov hace un retrato crítico del pueblo ruso. Los rusos salen bastante malparados ya que son retratados como sucios, ignorantes, supersticiosos y resignados.


      Valentine Serov: Retrato de Anton Chejov      
El autor emplea el lenguaje de forma magistral. Se sirve de las detalladas descripciones para introducirnos, desde el comienzo, en una atmósfera hedionda y agobiante (“humo pestilente”, “atacado de cataratas”, “en la nariz ostenta una verruga que de lejos se asemeja a una mosca grande”, “muelas que el tabaco y el tiempo han puesto amarillas”), que refleja la pobreza y las condiciones insalubres en las que está sumido el pueblo ruso. Chejov se sirve además de la fina ironía y del humor que caracteriza sus escritos. Especialmente cómico es el momento en el que el sacristán, en su confusión, al no encontrar el icono, se santigua ante una bombona de ácido fénico.

La religión está muy presente en todo el relato. El “temor de Dios” y las referencias a los Ángeles, a la Virgen y otros Santos o divinidades es constante. Se trata de una religión popular, entendida de una manera sui géneris, mezclada abiertamente con la superstición. El sacristán Vonmiglásov cree que lo que le pasa es un castigo divino por sus pecados.





Desesperado, acude al hospital provincial donde está de guardia el enfermero Kuriatin. El sacristán tiene los síntomas típicos del absceso: dolor intenso y punzante, inflamación de la cara y dificultad a la deglución. Para aliviar su sufrimiento ha probado sin resultado remedios caseros tradicionales o mágicos como aplicar vodka con rábano –un remedio que le recomendó un diácono- o atarse un hilo del monte Athos al brazo y diversos amuletos, 

Finalmente decide acudir al médico, pero encuentra al practicante Kuriatin, que a pesar de ser respetado por sus convecinos por representar la ciencia médica es un incompetente. El sacristán le demuestra todo el respeto y se pone en sus manos para que le resuelva su problema. 

El ayudante de cirujano procede a intentar la extracción de la muela afectada. Pero mientras realiza la extracción, Kuriatin se da cuenta de que se trata de una intervención mucho más difícil de lo que parecía. Emplea varios métodos e instrumentos para conseguir su objetivo, pero es en vano. El sacristán ve como su dolor no cede sino que aumenta por momentos y pierde la paciencia. El respeto y los buenos modos desaparecen y los insultos e improperios del paciente van  subiendo de intensidad. Finalmente, la muela se rompe y el desdichado sacristán tiene que abandonar la frustrada cirugía con las raíces molares todavía en su sitio. 

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