lunes, 27 de abril de 2015

Los erizos de Picasso.





 Pablo Picasso

Nature morte aux oursins  
(1946)

Óleo sobre lienzo 
MNAC, Barcelona  



Los erizos de mar son equinodermos que viven en las rocas. En invierno, en la temporada reproductiva presentan en su interior cinco franjas radiadas de caviar de color naranja, de un sabor a mar intenso, exquisito. Aunque se pueden cocinar, suelen consumirse crudos. En la Provenza y en el norte de la costa catalana es tradicional su consumo. Hay gente a quienes les gustan y a otros, menos. En todo caso es un manjar marino característico, un fruto de mar en toda regla. 

A Picasso le gustaban mucho los erizos. Los comía con fruición, acompañándose de un poco de pan, cerca del azul Mediterráneo. Jaume Sabartés, uno de sus amigos más íntimos, y que estuvo con él en Antibes nos dejó esta descripción:

«Un día hacia el mediodía […] vi a Picasso dirigirse a su playa favorita. […] Llevaba en la mano un cuchillo y tenía una cesta de erizos. Picasso se acercó para enseñarme cómo comer erizos, partió uno y se tomó su contenido con un poco de pan. Aquella noche, llegando al taller del museo, cogió una tela, la única que había, y se puso a pintar una cesta, un cuchillo, algunos erizos y un pedazo de pan…»       Dore Ashton: A mitad del camino de la vida. 

En Antibes, Picasso se embriagó de mar. Pintaba erizos, peces, crustáceos... También pintaba la lechuza que se encontró un día y a la que puso el nombre de Ubú, como homenaje al personaje de Alfred Jarry. 



Pablo Picasso (1946): 
Nature morte à la chouette et aux trois oursins (81'5 x 89)
Musée Picasso. Antibes. 


En 1946, tras regresar a París después de pasar 4 años en Antibes, en la Costa Azul, Picasso continuó pintando temas que le había suscitado la cercanía del Mar Mediterráneo. Los erizos fueron uno de sus leit-motivs marineros constantes. 



Naturaleza muerta con cráneo y tres erizos (Museo Picasso, Málaga) 


En los numerosos bodegones de esta época, Picasso frecuentemente asocia la presencia de los erizos con las calaveras, otro de los motivos habituales en sus bodegones desde la Segunda Guerra Mundial. La calavera, símbolo de la muerte aparece como contrapunto formal del cestillo de erizos. En el cuadro Naturaleza muerta con cráneo y tres erizos, el cráneo, se contrapone a los erizos como símbolo de los placeres de la vida. Las cuencas oculares de la calavera se convierten en ojos de mirada fija, y la boca se retuerce casi en una sonrisa. La muerte frente a la presencia hedonista del mar y de la vida. 



Pablo Picasso. Arriba: Le gobeur d'oursins (1946)
Abajo: radiografía de la obra, con la pintura previa.


Los estudios con rayos X han demostrado que Picasso pintaba frecuentemente sobre cuadros ya pintados por él mismo o por otros artistas. Éste es el caso de Le gobeur d'oursins (El devorador de erizos) que está pintado sobre una tela previa, obra de otro autor, que representaba el retrato del general Vanderberg, héroe de la Primera Guerra Mundial. Una prueba más de que Picasso prefería los placeres del mar y de la vida a la gloria militar. 




Debo decir que participo del mismo gusto y afición por los erizos que el gran pintor de Málaga. Cada año, en mi querida Costa Brava, durante los meses de enero o febrero, me complazco en degustar dos o tres docenas de erizos frente al mar, a escasa distancia del agua, acompañándome con un modesto pedazo de pan y un porrón de vino. Es una comida sencilla, pero sabrosa: el sabor de mar, excesivo como el azul, te llena la boca y el alma. 

Sin embargo, hay que tener cuidado para degustar estos equinodermos. Sus púas aceradas pueden clavarse en la piel. Sus aguzadas espinas calcáreas se rompen con facilidad, dejando frecuentemente un pedazo en el interior de la dermis, que si no se extrae con habilidad y presteza pueden dar lugar a un granuloma. 

O sea, que si no hay rosa sin espinas, tampoco hay erizo sin púas...


Picasso pintando: 



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