José de Ribera "Il Spagnoletto" La Mujer barbuda (1631) Óleo sobre lienzo 212 x 144 cm Museo Fundación Lerma. Hospital de Tavera. Toledo |
El cuadro La mujer barbuda, de Ribera es uno de los cuadros más conocidos de los que reflejan alteraciones patológicas. Es una buena muestra del interés que suscitaba la enfermedad y lo monstruoso en los años del barroco. Los enanos acondroplásicos o con otras enfermedades eran exhibidos en las cortes de los monarcas, se publicaban libros sobre monstruosidades reales o legendarias, y en fin, la enfermedad era objeto de estudio más como rareza que como auténtico sufrimiento humano. De una concepción de la enfermedad como castigo divino en los tiempos medievales se había pasado a otra concepción, la del sufrimiento como prueba y premio de virtud de los místicos del s.XVI. En el s. XVII, la patología es considerada bajo otro prisma: ahora como rareza, como exotismo. Se observan las alteraciones del cuerpo como quien contempla a los animales salvajes en un zoológico. Como en el zoo, la enfermedad es explicada y comentada, de forma muy teatral. Un paso previo seguramente al estudio descriptivo de la morfología que llegará a finales del s. XVIII y XIX y que dará lugar a los primeros intentos de clasificación científica.
Ribera pintó este cuadro en 1631, reflejando a una mujer real, Maddalena Ventura, tal como se cuenta en la detallada historia clínica que se adjunta en la parte derecha del lienzo. En las lápidas de piedra de la pintura también podemos ver la firma del artista, José de Ribera, escrito en latín. Esto lo identifica con una orden religiosa, la Orden de la Cruz de Cristo.
El caso clínico de Maddalena había alcanzado una cierta notoriedad y era conocida como "la barbuda de los Abruzzos". El virrey de Nápoles Fernando Afán de Ribera y Enríquez, III duque de Alcalá quiso invitarla a su palacio cuando supo de su existencia y probablemente fue en aquel momento que Ribera la retrató para dejar constancia de su caso clínico. En el cuadro aparece Maddalena amamantando al menor de ellos, que nació 15 años después de que le comenzase a aparecer la barba. Fue a los 37 años cuando le comenzó a crecer la barba, junto a otros signos de masculinización como la calvicie y la voz grave. Es, según todos los síntomas, un caso de hirsutismo, probablemente derivado por la presencia de un tumor suprarrenal.
Una carta del embajador de Venecia da fe del momento en el que Ribera pintaba esta obra:
El caso clínico de Maddalena había alcanzado una cierta notoriedad y era conocida como "la barbuda de los Abruzzos". El virrey de Nápoles Fernando Afán de Ribera y Enríquez, III duque de Alcalá quiso invitarla a su palacio cuando supo de su existencia y probablemente fue en aquel momento que Ribera la retrató para dejar constancia de su caso clínico. En el cuadro aparece Maddalena amamantando al menor de ellos, que nació 15 años después de que le comenzase a aparecer la barba. Fue a los 37 años cuando le comenzó a crecer la barba, junto a otros signos de masculinización como la calvicie y la voz grave. Es, según todos los síntomas, un caso de hirsutismo, probablemente derivado por la presencia de un tumor suprarrenal.
Una carta del embajador de Venecia da fe del momento en el que Ribera pintaba esta obra:
"En la habitación del Virrey estaba un famosísimo pintor haciendo un retrato de una mujer de los Abruzzos, casada y madre de muchos hijos, que tiene el rostro totalmente viril, con más de un palmo de barba bellísima y el pecho completamente peludo. Su Excelencia tuvo el gusto de enseñármela como cosa maravillosa, y verdaderamente lo es"
El cuadro pasó una serie de vicisitudes. Formaba parte originariamente de la colección del Duque de Medinaceli. Durante la ocupación napoleónica fue confiscado y trasladado al Museo de París. Restituído por Luis XVIII, aparece en los catálogos de la Academia de San Fernando de 1818 a 1829, fecha en que fue recuperado por la familia Medinaceli.
El cuadro es inquietante: de un fondo oscuro surge la figura de la mujer barbuda, de pie, con un niño a su pecho. La implantación del pecho parece algo artificial, como si el pintor hubiera añadido este detalle posteriormente, para acreditar su condición femenina. Aparte de ese detalle nada hace pensar en que sea una mujer: la larga barba que le llega a la mitad del pecho, las grandes entradas alopécicas, y las cejas pobladas, nos remiten a un aspecto marcadamente masculino. La figura aparece erguida, con gesto serio y adusto, y hay algo en su aspecto que recuerda a un sacerdote celebrando un rito sacro y misterioso.
Por encima de su hombro derecho aparece, como una sombra, la figura del esposo, con semblante preocupado y ceño fruncido. Aunque es también un retrato remarcable, está claro que su aparición espectral es de mera comparsa, como una mera acreditación de que Magdalena está casada y que el matrimonio tiene varios hijos. La parte contraria del lienzo está totalmente ocupada por una especie de lápida en la que se relata, detalladamente, la historia de la barbuda de los Abruzzos, para subrayar que la tela refleja un caso real, no imaginado.
El aspecto general del cuadro es sobrecogedor. Está realizado con la técnica caravaggiana del claroscuro, lo que confiere todavía más dramatismo a la escena. Lo monstruoso surge teatralmente de un hogar cotidiano y nos mira fijamente a los ojos con una mirada taladrante, interrogándonos sobre las causas de este raro fenómeno. El espectador, falto de respuestas, queda abrumado por una situación inesperada, que le produce una mezcla de curiosidad, de sorpresa y de espanto. El barroco en todo su esplendor.
Galé Moyano. MJ. Mujeres barbudas, cuerpos singulares. Ed. Bellaterra. Serie General Universitaria. Barcelona, 2016
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Turnbridge, W.M.G. 2011. La Mujer Barbuda by Ribera, 1631: a gender bender. QJM: An International Journal of Medicine 104: 733-736.
La mujer barbuda. José de Ribera
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