martes, 5 de abril de 2016

Ungir los pies





















Anónimo

Retablo de Santa Magdalena

Procede de Mallorca. Museu Episcopal de Vic 



En los Evangelios se relata un episodio en el que una mujer pecadora, que suele identificarse con Maria Magdalena, irrumpió en una casa en la que estaban invitados Jesús y sus apóstoles con un precioso ungüento de nardo puro. Con él perfumó y ungió los pies de Jesús y secándolos con sus propios cabellos. 



Escena completa del retablo de Sta. Maria Magdalena. 
Museu Episcopal de Vic.

Lavar los pies a los invitados antes de sentarse a la mesa era una costumbre de hospitalidad bastante generalizada en la antigüedad. Los caminos eran polvorientos y seguramente los huéspedes agradecían este agasajo, tan higiénico como relajante. Sin embargo mucho menos frecuente debía ser ungir los pies con aceites perfumados. En la Odisea se relata que Ulises y sus compañeros son bañados de cuerpo entero y ungidos con aceite, aunque probablemente en este caso el aceite debía formar parte del ritual de higiene, habida cuenta de que se desconocía el jabón. Pero en ningún caso encontramos referencias de que se perfumen específicamente los pies. 

En todo caso, si era poco habitual ungir los pies, ungirlos con un perfume carísimo, de nardo puro, era absolutamente excepcional. Por esa razón, Judas, el apóstol que llevaba las cuentas de los doce, se mostró absolutamente escandalizado. Un ungüento tan caro era un despilfarro: podía haberse vendido y su producto haberse repartido entre los pobres. Sin embargo, Jesús acepta el inesperado homenaje de la mujer. Era su ofrenda, un ritual sagrado. 



P.P. Rubens: María Magdalena ungiendo los pies de Jesús

En efecto, en las culturas orientales los aceites perfumados estaban dotados de una simbología metafísica. La textura y la capacidad de penetración del aceite en las capas superficiales de la epidermis favorecieron pronto la idea de que los aceites podían vehicular "lo sagrado" a través de la piel. Por otra parte, el perfume sugerían la presencia impalpable de la divinidad. En el Antiguo Egipto, las ofrendas de incienso eran un privilegio de los reyes y de los sacerdotes.

Si el incienso o la mirra eran usados en los cultos politeístas, también los encontramos en la religión monoteísta. Yahvé dice a Moisés: 
"Toma los mejores aromas: mirra escogida, quinientos siclos; la mitad de cinamomo, es decir doscientos cincuenta siclos; y también doscientos cincuenta siclos de rosas olorosas; quinientos siclos de canela en peso de santuario y una medida de hîn de aceite de oliva. Harás con esto el aceite de la unción santa, un perfume compuesto según el arte del perfumista" (Exodo, 30, 23-25)

Durante siglos, las unciones sirvieron para consagrar a reyes y sacerdotes. La difusión de las moléculas volátiles de perfumes preciosos evocaba la presencia de Dios en los templos y santuarios. 


Pere Mates: Retablo de Sta María Magdalena (1550 circa) Museu Catedral de Girona. 


Una tradición que explica las ofrendas de los Reyes Magos tras el nacimiento de Jesús, o la unción de los pies de María Magdalena. Una tradición sagrada, un reconocimiento de la divinidad. 

Este y no otro era el sentido de la ofrenda de María Magdalena. Ungir los pies de Jesús con un perfume de alto precio debía entenderse en clave metafísica, como un reconocimiento explícito de lo sagrado de su persona. Y usar los propios cabellos para secarlos, una vinculación personal de adhesión incondicional. 




























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