jueves, 9 de agosto de 2018

Franco y la ciencia




Fernando Botero

Franco
(1986)

Óleo sobre lienzo 226 x 168 cm 
Museo Reina Sofía. Madrid.  




Fernando Botero (Medellín, 1932) realizó este retrato de Franco en 1986, con su habitual estilo naïf y su conocida tendencia a redondear las formas corporales. En esta obra además incide en lo ridículo del personaje, bajito y de voz atiplada, que le había valido el sarcástico mote de "Franquito" por parte de sus compañeros de la Academia Militar, en la que por lo visto tuvieron que hacerle un fusil a medida, a causa de su escasa talla. El aspecto poco marcial del general contrastaba con su siniestra personalidad, de la que el hispanista Ian Gibson ha dicho que fue el peor asesino de la Historia de España. 

El golpe de Estado que un grupo de generales rebeldes intentaron dar contra la II República Española en julio de 1936 no consiguió una victoria rápida. Desembocó en una guerra civil sangrienta que se prolongó casi tres años. El bando rebelde capitaneado por el general Francisco Franco (1892-1975) acabó imponiéndose con la ayuda de la Alemania nazi de Hitler y de la Italia de Mussolini,  creando un estado de corte fascista que no dudó  en reprimir con saña cualquier oposición. Una gran parte de los activos intelectuales emprendieron el camino de un larguísimo exilio. Fue una de las épocas más negras y siniestras que vivió el país en toda su historia.



        Eugenio Merino: "Always Franco". Una instalación 
  que representa a Franco en la nevera de la Historia, 
y que fue 
expuesta en ARCO en febrero de 2012. 

Desde principios del s. XX se habían realizado intentos para conseguir la regeneración intelectual de España, un país que en aquel momento contaba con una altísima tasa de analfabetismo. Uno de ellos fue la creación en 1907 de la JAE (Junta de Ampliación de Estudios) heredera en gran medida de la Institución Libre de Enseñanza. Se trataba de un ente que tenía por objetivo promover la investigación y la enseñanza científica  en España, y que fue presidido por Santiago Ramón y Cajal hasta su muerte , en  1934. Durante la República, la JAE tomó un importante auge y situó a la ciencia española entre las más destacadas del mundo. Profesores de la importancia de Albert Einstein o Marie Curie colaboraron con esta institución. 

Sin embargo, muy distinta fue la postura del nuevo estado franquista. En 1937, el general Francisco Franco disolvió la JAE para colocar "la vida doctoral bajo los auspicios de la Inmaculada Concepción de María”. Se impuso la censura, frecuentemente supervisada por la Iglesia, verdadero filtro y modulador inquisitorial de la ortodoxia ideológica propugnada por el nuevo estado. Las depuraciones por razones políticas o religiosas marcaron la tendencia. Los  encarcelamientos, ejecuciones, destituciones y exilio forzoso fueron habituales. 


La estructura creada por Franco en 1939 para sustituir la JAE fue el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) que nació desvitalizado y falto de gran número de personalidades relevantes. Los que formaron parte de esta institución muchas veces eran seleccionados más por su afinidad ideológica con el franquismo que por sus méritos científicos reales. Franco confió sobre todo en científicos afines al Opus Dei para controlar esta entidad. En el acta fundacional del CSIC se revela claramente el auténtico carácter que se le quería dar: 
'...imponer al orden de la cultura las ideas esenciales que han inspirado nuestro Glorioso Movimiento, en las que se conjugan las lecciones más puras de la tradición universal y católica con las exigencias de la modernidad'
El objetivo era, pues, eliminar 
las ideologías e instituciones disolventes, cuyos apóstoles han sido los principales factores de la trágica situación a que fue llevada nuestra Patria
El pensamiento oficial llegó a revisar la teoría evolucionista. El origen de las especies de Charles Darwin se convirtió en una obra prohibida y se incluyeron pasajes de la Biblia en algunos libros de Ciencias Naturales.  Un retroceso ideológico de varios  siglos.   



El general Franco visita la biblioteca del CSIC en 1950. La imagen es muy descriptiva: el dictador no se encuentra muy a gusto rodeado de tantos libros. 


La represión se cebó especialmente en la Universidad, verdadero motor del pensamiento crítico del país. De los 580 catedráticos que había, 20 fueron asesinados, 150 expulsados y 195 se exiliaron. Las depuraciones afectaron también a médicos y profesionales sanitarios. Muchos de ellos se vieron obligados a dejar el país. México, por ejemplo, acogió a varios centenares de exiliados, entre médicos e investigadores en Ciencias Biomédicas. 



Portada de la revista Time (1946), con una caricatura del general Franco intentando guardar el equilibrio tras la II Guerra Mundial, momento en el que se intentaba desmarcar de su alianza con la Alemania nazi. 




La ciencia española continuó siendo puntera en su exilio americano. Algunos de los científicos más brillantes de la época, como el ex director del Museo Nacional de Ciencias Naturales, el entomólogo Ignacio Bolívar, fundaron en México Ciencia. Revista hispanoamericana de Ciencias puras y aplicadas. La revista nació para contribuir al progreso de la ciencia y para aumentar el interés por ella en los países hispanoamericanos, que se mostraron  muy receptivos a la cultura que les brindaban los exiliados políticos. Y también con la voluntad de preservar la trayectoria, ya iniciada, de la labor científica en España. Medio millar de ejemplares del primer número, publicado el 1 de marzo de 1940, partieron hacia España.  En sus páginas se hablaba de una nueva especie de insecto, del hambre de origen cerebral y de los protozoos en la sangre de algunos pájaros mexicanos. No había ni una palabra sobre política, pero la mera existencia de esta revista de alto nivel era demasiado peligrosa para Franco: mostraba la España que pudo ser y no fue. La publicación fue inmediatamente prohibida. 

Cincuenta años más tarde, Francisco Giral, uno de los fundadores de esta revista,  comentaba: 
'El hecho de ver reunidos tantos nombres de la ciencia española exiliada trabajando y publicando desde México en colaboración con una selecta y numerosa lista de científicos hispanoamericanos parece que fue resentido por las autoridades tiránicas franquistas como una agresión peor que los ataques militares'

El nivel de la ciencia española del exilio - ignorada y menospreciada durante décadas por las autoridades franquistas - fue muy alto. Baste recordar que del consejo de redacción de la revista Ciencia  salieron dos premios Nobel: el fisiólogo argentino Bernardo Houssay y el español Severo Ochoa. 

La animadversión del estado totalitario por la ciencia y en general por el pensamiento libre marcó de forma indeleble la  intelectualidad española y supuso una clara cortapisa a su evolución. Todavía retumba la famosa y horrísona frase del general Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca: "Muera la inteligencia, viva la muerte”. La respuesta de Miguel de Unamuno, que era el rector de esta universidad, es también muy conocida: "Venceréis, pero no convenceréis". Y así fue. 


Bibliografía


Ansede M. La ciencia que prohibió Franco. Público 05-04-2009

Ansede M. La ciencia que desmanteló Franco. El País 25-07-2015 1437736052_945031.html

Rabesdratana T. Como la dictaduratumba la   de Franco destruyó la ciencia española LoQSomos septiembre 2015. 
http://loquesomos.org/como-la-dictadura-de-franco-destruyo-la-ciencia-espanola/

Castillo M. Enseñanza, ciencia e ideología en España (1890-1950), Diputación de Sevilla y Vitela Gestión Cultural, 2015


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