Maestro de Soriguerola San Miguel y el Diablo pesando una alma (Último cuarto del s. XIII) Lateral de altar. Temple sobre madera. 100 x 85 x 5,5 cm Procede de la Vall de Ribes (Ripollès, Catalunya) Museu Episcopal. Vic. |
Se conoce con el nombre de Maestro de Soriguerola a un pintor de nombre desconocido activo en el Pirineo Catalán (Baixa Cerdanya). Su pintura, usada básicamente para frontales de altar es de gran expresividad, con colores vivos (rojos, amarillos, verdes) y figuras perfiladas, de gran belleza formal. Tiene una gran capacidad narrativa, alejándose de la ingenuidad de algunas pinturas románicas coetáneas. Puede decirse que su estilo es de un románico tardío que prefigura ya el gótico.
Entre las obras de este artista que han llegado hasta nosotros, destacan algunos frontales de altar. Entre ellos, la tabla de San Miquel (MNAC) y la de Sant Pere i Sant Pau (Museu Episcopal de Vic). La tabla de Sant Miquel, procede de la iglesia de Soriguerola, de donde deriva el nombre con el que se conoce a este pintor.
En ambas obras se ven escenas de psicostasia o del peso de las almas. La psicoestasia o peso de las almas es una figura que llega al cristianismo desde la mitología egipcia. Para los egipcios, tras la muerte, el alma del difunto era conducida ante el trono de Osiris. Anubis, el dios-chacal, procedía a pesar en una balanza poniendo en un platillo el corazón del fallecido. En el otro plato se ponía la pluma de la diosa Mâât, la justicia. Si el resultado era favorable, el alma del muerto era declarada "justa de voz" y acogida en los campos de Osiris donde disfrutaba de la vida eterna. En caso contrario era devorado al instante por el terrible monstruo Ammit (una quimera, mezcla de cocodrilo, hipopótamo y león) y moría para siempre.
El cristianismo recogió - probablemente a través de los coptos - la noción de la psicoestasia, con algunas modificaciones. Al morir, el alma era conducida al Juicio divino. El encargado del peso del alma era en este caso el arcángel San Miguel, que también estaba provisto de una balanza. En un platillo se ponían las buenas obras que había realizado en vida el difunto. En el otro platillo, sus malas obras, que contrarrestaban su bondad. El Diablo asistía al juicio y si el resultado era negativo, se llevaba con él el alma al Infierno. Teóricamente, el Diablo solamente asistía a la pesada esperando el veredicto, pero como que es de natural tramposo, a veces forzaba el plato de las malas obras para inclinar la balanza a favor de los pecados. Así puede verse en muchas obras medievales y así lo narra el maestro de Soriguerola.
En las dos escenas de psicoestasia que aquí aportamos podemos ver como en los platos de la balanza se colocan las buenas obras (representadas por una pequeña alma desnuda, con las manos recogidas en oración, dirigida hacia el lado de la salvación y de piel blanca), y en el otro los pecados (representadas por un pequeño diablo, con cuernos y de piel negra). En ambos casos, el demonio también cornudo y de piel oscura intenta inclinar la balanza a su favor (en una de las escenas con un gancho y en otra con ambas manos), a pesar de las protestas de San Miguel, que lo amonesta con el dedo, al advertir la tentativa de engaño.
Es curiosa la reiteración en ambos casos de la piel oscura del diablo, con una probable intención peyorativa y racista. En un momento en que la cristiandad estaba constituída mayoritariamente por personas de piel blanca, la piel negra era señalada como un carácter demoníaco, en una clara declaración de intenciones de inequívoca interpretación racista y de demonización de la alteridad.
Laterales de Altar del Mestre de Soriguerola:
Entre las obras de este artista que han llegado hasta nosotros, destacan algunos frontales de altar. Entre ellos, la tabla de San Miquel (MNAC) y la de Sant Pere i Sant Pau (Museu Episcopal de Vic). La tabla de Sant Miquel, procede de la iglesia de Soriguerola, de donde deriva el nombre con el que se conoce a este pintor.
En ambas obras se ven escenas de psicostasia o del peso de las almas. La psicoestasia o peso de las almas es una figura que llega al cristianismo desde la mitología egipcia. Para los egipcios, tras la muerte, el alma del difunto era conducida ante el trono de Osiris. Anubis, el dios-chacal, procedía a pesar en una balanza poniendo en un platillo el corazón del fallecido. En el otro plato se ponía la pluma de la diosa Mâât, la justicia. Si el resultado era favorable, el alma del muerto era declarada "justa de voz" y acogida en los campos de Osiris donde disfrutaba de la vida eterna. En caso contrario era devorado al instante por el terrible monstruo Ammit (una quimera, mezcla de cocodrilo, hipopótamo y león) y moría para siempre.
El cristianismo recogió - probablemente a través de los coptos - la noción de la psicoestasia, con algunas modificaciones. Al morir, el alma era conducida al Juicio divino. El encargado del peso del alma era en este caso el arcángel San Miguel, que también estaba provisto de una balanza. En un platillo se ponían las buenas obras que había realizado en vida el difunto. En el otro platillo, sus malas obras, que contrarrestaban su bondad. El Diablo asistía al juicio y si el resultado era negativo, se llevaba con él el alma al Infierno. Teóricamente, el Diablo solamente asistía a la pesada esperando el veredicto, pero como que es de natural tramposo, a veces forzaba el plato de las malas obras para inclinar la balanza a favor de los pecados. Así puede verse en muchas obras medievales y así lo narra el maestro de Soriguerola.
Mestre de Soriguerola. Taula de Sant Miquel (fragmento). MNAC. Barcelona. |
En las dos escenas de psicoestasia que aquí aportamos podemos ver como en los platos de la balanza se colocan las buenas obras (representadas por una pequeña alma desnuda, con las manos recogidas en oración, dirigida hacia el lado de la salvación y de piel blanca), y en el otro los pecados (representadas por un pequeño diablo, con cuernos y de piel negra). En ambos casos, el demonio también cornudo y de piel oscura intenta inclinar la balanza a su favor (en una de las escenas con un gancho y en otra con ambas manos), a pesar de las protestas de San Miguel, que lo amonesta con el dedo, al advertir la tentativa de engaño.
Es curiosa la reiteración en ambos casos de la piel oscura del diablo, con una probable intención peyorativa y racista. En un momento en que la cristiandad estaba constituída mayoritariamente por personas de piel blanca, la piel negra era señalada como un carácter demoníaco, en una clara declaración de intenciones de inequívoca interpretación racista y de demonización de la alteridad.
Laterales de Altar del Mestre de Soriguerola:
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