lunes, 25 de abril de 2016

El Dr. Ricord (y IV): Reconocimiento y prestigio social.





Amédée Doublemard

Busto del 
Dr. Philippe Ricord. 


Sepultura de Philippe Ricord. 

Cementerio del P. Lachaise. París.  




La gran contribución de Ricord a la Dermatología y en especial a la sífilis le valieron un gran número de distinciones. Poseía múltiples títulos honoríficos y más de doscientas condecoraciones, tanto francesas como extranjeras. 

Cuentan que un día, Philippe Ricord asistió a una recepción oficial con motivo de la visita de la Reina Victoria de Inglaterra a París. La reina, impresionada por el gran número de condecoraciones que lucía Ricord, preguntó intrigada quién era aquel valiente mariscal que había ganado tantas batallas. 


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Pero no solamente recibió honores oficiales. Ricord consiguió con su obra y su buen carácter, calar hondo en el sentido del pueblo. Durante la Comuna de París, en 1871, Philippe Ricord se dirigía a Passy en su lujoso coche, conducido por un lacayo de librea. Una cuadrilla de revolucionarios le salieron al paso y le dieron el alto, preguntando al cochero quién era el cochino burgués que iba dentro. 

Ricord se asomó a la ventanilla y contestó: 
- Soy Ricord. ¿Quién creíais que era?
Al oír el nombre del ilustre médico, popular y respetado entre las masas, tuvo lugar un súbito y cómico cambio en la actitud de los comuneros, que se habían quedado estupefactos:
- Bueno, bueno, pero... ¡de verdad eres Ricord? - dijo al fin uno de los camaradas.
- Sí, claro... ¿y vosotros os lo creéis? - dijo otro.
Finalmente un tercero gritó, muy excitado: 
- Sí, sí, lo es, lo he reconocido. ¡Es Ricord! ¡Es Ricord!
Aquellos luchadores de la libertad no veían ya en Ricord al "cochino burgués", como algunos minutos antes, sino al hombre que se había distinguido por su lucha contra la enfermedad y la muerte. Entonces, uno de aquellos fieros revolucionarios no pudo contener un grito: 
- ¡Hurra por Ricord! ¡Viva Ricord!
Todos lo corearon, entusiasmados. El cabecilla tomó entonces un trozo de tiza y escribió en el pescante: "PROPIEDAD DE LA NACIÓN".
- Con este rótulo nadie le molestará, Dr. Ricord. ¡Salud!
y en medio de aclamaciones y vítores, saludando desde la ventanilla, Ricord prosiguió su camino. 


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El Dr. Ricord conservaba una juvenil y envidiable apariencia aún a avanzada edad. En una ocasión el presidente del Real Colegio de Cirujanos de Londres, se dirigió a él diciéndole:
-Señor Ricord, permítame saludarle en nombre de mis colegas. Estoy contento de poder presentar mis respetos al hijo del hombre que por sus admirables trabajos merece un lugar al lado del gran Hunter. 
A lo que Ricord, sonriendo y algo perplejo, contestó: 
- Le agradezco mucho los cumplimientos que usted desea dirigirle a mi padre, señor, pero me temo que en este caso mi padre soy yo mismo. 


Bibliografía:  
  • Crissey JT, Parish LC. The Dermatology and Syphiliology of the Nineteenth Century. Praeguer Pub. New York, 1981. 
  • Sierra X. Historia de la Dermatología. Mra. Barcelona, 1994. 
  • Sierra X. Anécdotas de Ricord. En: Sierra X. Dermis y Cronos. La Dermatología en la Historia. Ed. Planeta De Agostini. Barcelona, 1995 (págs: 67-73)
  • Tillès G. Les hommes qui ont fait la Dermatologie. Philippe Ricord (1800-1889) Bull Est Dermatol Cosm 1993, 1, 139-145.


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