Jules-Joseph Lefèbvre Maria Magdalena en la cueva (1876 circa) Óleo sobre lienzo Museo de l'Ermitage. San Petersburgo. |
Si hay alguna santa católica que se represente rezumando erotismo es Santa Maria Magdalena. Tal vez por suponer que era una prostituta arrepentida, se le representa muchas veces semidesnuda, mostrando parcialmente el pecho apenas velado por algunos mechones de una abundante cabellera.
Otras veces, como en esta pintura de Jules-Joseph Lefèbvre (1836-1911) se muestra totalmente desnuda, en una postura que no deja dudas sobre la evidente intención erótica del pintor. Con la cara cubierta por un brazo, el muslo estratégicamente doblado para no mostrar explícitamente el sexo, muestra una piel blanca y nacarada, torneada voluptuosamente, que se ofrece a la mirada del espectador como un fruto maduro.
Sin embargo, lo más erótico del cuadro no es su provocativa desnudez, ni siquiera su insinuante postura, sino sin duda la abundante y explosiva cabellera, que en este caso no cubre sino que enmarca - y aún subraya - la sensualidad de su cuerpo. Una cabellera larga y sugerente, de un color caoba rojizo, que parece llamar al espectador a los prohibidos placeres de la carne. Una muestra más de la potente simbología y expresividad del cabello.
Otras veces, como en esta pintura de Jules-Joseph Lefèbvre (1836-1911) se muestra totalmente desnuda, en una postura que no deja dudas sobre la evidente intención erótica del pintor. Con la cara cubierta por un brazo, el muslo estratégicamente doblado para no mostrar explícitamente el sexo, muestra una piel blanca y nacarada, torneada voluptuosamente, que se ofrece a la mirada del espectador como un fruto maduro.
Sin embargo, lo más erótico del cuadro no es su provocativa desnudez, ni siquiera su insinuante postura, sino sin duda la abundante y explosiva cabellera, que en este caso no cubre sino que enmarca - y aún subraya - la sensualidad de su cuerpo. Una cabellera larga y sugerente, de un color caoba rojizo, que parece llamar al espectador a los prohibidos placeres de la carne. Una muestra más de la potente simbología y expresividad del cabello.
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