viernes, 27 de noviembre de 2020

Provocarse dolor: Místicos y penitencias

 





Francisco de Zurbarán

El beato Enrique Susón 

(1638)

Óleo sobre tela. 209 x145 cm





En un cuadro de Zurbarán se representa al beato Enrique Susón, un fraile místico de la Edad Media que se mortificaba con un curioso método: con un estilete al rojo vivo marcaba en su pecho el anagrama de Jesús (IHS, abreviatura de Iesus, Homo et Salvatoris).  

En la pintura, el dominico alemán está representado de frente y a tamaño natural, elevando sus ojos al cielo con gesto dulce y sereno. El cuadro ofrece la interesante particularidad de su fondo de paisaje. Zurbarán nos demuestra en este caso, su indudable competencia para abordar con maestría la temática paisajística. Las claridades compositivas del fondo contrastan con los tonos verdosos y ocres de la vegetación y con el negro del manto y la esclavina del hábito dominicano. Los pliegues del blanco hábito se resaltan con el claroscuro que define la volumetría inigualable del estilo.

Enrique Susón es la castellanización del apellido del místico Heinrich Seuse O.P., natural de Üeberlingen, cerca de Constanza, y que vivió en el s.XIV. Como poeta lírico y trovador de la sabiduría divina, exploró con intensidad psicológica las verdades espirituales de la filosofía mística de Eckhart. Sus devotas obras fueron sumamente populares e influyentes a finales de la Edad Media. Uno de sus lectores fue Tomás de Kempis. 




Francisco de Zurbarán: El beato Enrique Susón O.P.  (visión completa)


Muchos místicos proponían el camino de la perfección a través del sufrimiento personal y de causarse dolor. Este es uno de los ejemplos que podemos encontrar en la pintura. 

La idea del dolor como vía de redención creó un concepto nuevo (aunque había antecedentes en la Antigüedad, como en el caso de los sacerdotes de Cibeles, que se castraban a si mismos durante los rituales)


Xilografía representando al beato Susón en éxtasis.
Obsérvense las iniciales IHS grabadas sobre su pecho. 

El sufrimiento místico es una especie de anticipo del Purgatorio (otro concepto medieval, que había introducido el papado para hacerse con donativos a cambio de conceder indulgencias). El valor del dolor personal quedará ya en el imaginario colectivo, y cuajará en la concepción del dolor y la enfermedad como mérito y camino de santidad en la época del misticismo (s. XVI-XVII). 


Jacint Rigau (Hyacinthe Rigaud): Retrato de Bossuet

Para hacernos una idea de como era considerada la enfermedad en aquel momento, basta reflexionar sobre algunas de las declaraciones que hacían algunos coetáneos. Así, el obispo francés Bossuet (1627-1704) afirmaba: 

"Cuando Dios nos prueba con enfermedades, nuestro sufrimiento alcanza el valor de martirio" 

Cornelius Janssen (1585-1638), el fundador del jansenismo, declaraba por su parte: 

El enfermo es un penitente. 
El sufrimiento de la carne fortalece el espíritu" 

y Blaise  Pascal (1623-1662) llegó a decir: 

“La enfermedad es el estado natural del cristiano" 

Esta idea (el dolor necesario) influyó también en los grandes clínicos del s. XIX. Figuras destacadas como Velpeau y Cabanis se posicionaron contra la introducción de los analgésicos y anestésicos, porque consideraban que experimentar dolor era necesario. Esta  concepción, que nos parece inconcebible a los ojos de la Medicina actual, estaba basada en una hegemónica concepción cristiana del pensamiento médico decimonónico, aunque también encontraba su apoyo en el vitalismo, que consideraba al dolor como una reacción del organismo, que era necesaria para obtener la curación.   


Blondel: Retrato del Dr. Cabanis

Actualmente existen personas que se autoprovocan lesiones, con la finalidad de conseguir algún beneficio personal. En algunos casos, como los presos, pasar a la enfermería o al hospital supone una mejoría en sus condiciones de vida. Pero en otros casos es tal vez menos evidente, aunque suelen asociarse con neurosis de renta u otros trastornos psiquiátricos. 

En Dermatología las lesiones autoprovocadas reciben el nombre de dermatosis artefacta (es decir, producida por un artilugio externo), dermatosis facticia (que quiere decir producida) o patomimia (imitación de una enfermedad). La tipología de las lesiones es muy variada (excoriaciones, úlceras, ampollas, costras, edemas, hematomas…) y es típico que adopten formas caprichosas, generalmente lineales o de configuración geométrica con bordes angulosos o simétricos, o incluso con una morfología figurada y bien delimitada (que sugiere que han estado producidas por determinados objetos). Suelen estar localizadas en el lado contrario al lado dominante, es decir, en el hemicuerpo izquierdo en personas diestras y en las áreas corporales a las que se puede alcanzar con la mano. 



Lesiones de quemaduras autoprovocadas 
(Tomado de Rodríguez Pichardo A y García-Bravo, B. Dermatitis artefacta: Revisión.
Actas Dermosifiliográficas, 104, 10: 854-856) 




Agradezco a mis compañeros dermatólogos, los Dres. Begoña García-Bravo y Antonio Rodríguez Pichardo, seguidores habituales de este blog, su colaboración al ceder una de las imágenes que ilustran esta entrada. 



Bibliografía

Rodríguez Pichardo A y García-Bravo, B. Dermatitis artefacta: Revisión. Actas Dermosifiliográficas, 104, 10: 854-856

Sierra Valentí X. Les concepcions sobrenaturals de les malalties a través de la història. Gimbernat, 2020, 72: 11-30.  




No hay comentarios: