Esclavo con una jarra,
sirviendo en un banquete Mosaico romano de opus tessellatum. Museo del Bardo. Túnez. |
Tras el envenenamiento de Claudio, Nerón, hijo de Agripina la Menor, ascendió al trono imperial. Pero una sombra se cernía sobre él: la posibilidad de que su hermanastro, Británico le pudiese arrebatar el trono imperial.
Su hermanastro era Tiberio Claudio César, más conocido como Británico, nombre que le fue otorgado por el Senado en memoria de las victorias de su padre en este país. Era hijo biológico de Claudio y Mesalina (su tercera esposa), y Nerón temía que se aliara con la guardia pretoriana y que le disputara el poder, a pesar de que solamente tenía 14 años. Decidió pues que lo mejor era eliminarlo, con la ayuda de Locusta.
Mesalina, tercera esposa de Claudio, sosteniendo en brazos al hijo de ambos, Británico |
Según nos relata el historiador Tácito, el inductor del envenenamiento de Británico fue Nerón, usando un método similar al que el que había aplicado previamente su madre, Agripina para deshacerse de Claudio. Por esto Nerón recurrió una vez más a Locusta, su envenenadora en la sombra, que ya había demostrado su habilidad al envenenar discretamente a su antecesor, y que se había convertido, según palabras de Tácito, en un «instrumento del Estado».
Nerón ordenó a Locusta que envenenara a su hermanastro. La esclava, tal vez temerosa de que la acusaran del crimen, preparó una bebida que solamente ocasionó una fuerte diarrea a Británico, pero que no llegó a matarle. Cuando Nerón se enteró del intento fallido, montó en cólera. Pero le dio a Locusta una segunda oportunidad.
Hojas y flores de la cicuta (Conium maculatum), una planta que se encuentra frecuentemente en las regiones mediterráneas |
Los esclavos trajeron el agua. Pero en la jarra destinada a Británico, el agua iba mezclada con veneno. Pero ¿que tipo de veneno?
Los romanos conocían diversos venenos, tanto de origen vegetal como mineral, por lo que tenemos varias posibilidades. Los venenos vegetales fueron probablemente los que alcanzaron una mayor difusión. Entre ellos podríamos recordar el beleño, el estramonio, la belladona y la mandrágora, el acónito, el extracto de tejo, el cianuro (obtenido de la semilla de melocotón), el opio o la cicuta. Entre los tóxicos minerales el más habitual era el arsénico.
El cianuro de hidrógeno (o mejor, lo que hoy llamaríamos ácido cianhídrico o ácido prúsico [H-C≡N(ac)] era un veneno bien conocido, y al que Nerón recurrió en otras ocasiones. El cianuro de hidrógeno puro es un líquido incoloro, muy tóxico y altamente volátil, que hierve a 26 °C. Está presente en la semilla del melocotón, pero se disuelve mal, por lo que parece poco probable que fuese en este caso el veneno elegido, ya que hubiera enturbiado el agua.
Otra posibilidad es la estricnina, tóxico rápido y fatal, también de origen vegetal. Sin embargo su gusto fuertemente amargo hubiera sido detectado por Británico al primer sorbo.
El arsénico era otra posibilidad (un veneno, de origen mineral). O tal vez la cicuta, un tóxico muy usado, que se disuelve bien y no altera apenas el sabor. Estos dos últimos parecen los más probables.
Flores de sardonia (Ranunculus sceleratus) |
Pero además la mezcla letal posiblemente también llevara sardonia, una planta venenosa bien conocida por Locusta. La sardonia (Ranunculus sceleratus) crece en lugares húmedos y arenosos y que abunda en la isla de Cerdeña (de ahí su nombre). La sardonia contiene anemonina, una sustancia muy tóxica. Por eso,
hasta las abejas evitan libar su néctar. En contacto con la piel esta sustancia produce una dermatitis vesiculosa. El envenenamiento por arsénico, por su parte, se caracteriza por causar una sensación urente en la boca, dolor abdominal intenso, convulsiones, edema agudo de pulmón, y shock por miocardiopatía.
Estatua en bronce de Británico |
Nerón, impasible, le restó importancia afirmando que se trataba de uno de sus habituales ataques epilépticos e hizo que lo sacasen del salón. Ninguno de los presentes se atrevió a pronunciar delante del nuevo emperador las sospechas de que el hijo de Claudio acababa de ser envenenado.
Británico murió pocas horas más tarde. Por disposición de Nerón, su cadáver fue incinerado esa misma noche. Sus cenizas se depositaron en el mausoleo de Augusto, cerca del Ara Pacis, con poca pompa y sin disimular las prisas.
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