miércoles, 7 de agosto de 2019

San Luis rey de Francia (I): muerte y traslado de sus restos







San Luis, con la corona 
de espinas en la mano 

Madera policromada. Vidriera. 
Iglesia de Notre-Dame des Sablons, en Aigues-Mortes




Esta escultura de San Luis, que reinó en Francia con el nombre de Luis IX, está en Aigues-Mortes, localidad cercana a la desembocadura de Ródano, de donde partió la Cruzada. El monarca sostiene en la mano la corona de espinas de Jesús, que había adquirido junto con un clavo de la Pasión. El piadoso rey estaba tan feliz con esta adquisición que hizo construir la Sainte Chapelle de París para que fuera el preciado relicario que contuviera estas reliquias. Una maravillosa iglesia gótica, de delicadas formas y repleta de vidrieras y de luz, que constituye una de las más destacadas construcciones góticas. Pero para darse cuenta de la obsesión que en aquel momento había por todo tipo de reliquias hizo que saliera más cara la corona de espinas que todo el fabuloso edificio que la contiene. 

San Luis fue un pío y devoto rey de Francia, educado en el ascetismo y en el misticismo, del que Voltaire llegó a decir que  "No es posible que ningún hombre haya llevado más lejos la virtud". El piadoso monarca siempre fue fiel a la iglesia y se erigió en un notable defensor de la fe, hasta el punto de combatir en dos cruzadas (la séptima y la octava), en un intento de salvar los dominios cristianos en Palestina. Precisamente murió en esta última cruzada, a los 56 años, mientras asediaba con su ejército de 15.000 hombres la ciudad de Túnez, el 25 de agosto de 1270, a causa de una enfermedad.
Mort de Saint-Louis
Muerte de San Luis frente a la muralla de Túnez.
Miniatura de las Grandes Chroniques de France. 


No está muy claro que tipo de mal terminó con la vida del piadoso rey. Tradicionalmente se había atribuído a la peste, aunque hay que decir que en aquel momento se llamaba peste a cualquier brote epidémico, por lo que muchos historiadores se inclinan por pensar que pudo ser el tifus o la disentería. Recientemente se han publicado trabajos sobre una posible esquistosomiasis que el monarca habría adquirido en Egipto, durante la Séptima Cruzada, a lo que ya hemos dedicado una entrada en este blog

Tras la muerte de San Luis, cerca de la muralla de Túnez (ciudad que por cierto resistió bien el sitio francés y no se rindió) su hijo Felipe III se planteó repatriar sus restos mortales. 

En aquel tiempo, para evitar la putrefacción del cadáver, los cruzados solían realizar un macabro tratamiento, el "mos Teutonicus", que consistía en retirar las entrañas y desmembrar el cuerpo. Luego, las distintas partes se hervían en una gran caldera en abundante agua o vino durante horas; así la carne se separaba fácilmente de los huesos, que quedaban totalmente exentos de partes blandas. La carne hervida y las vísceras se enterraban en el mismo lugar del proceso mientras que los huesos, una vez limpios, ya estaban preparados para ser llevados en una caja, en fardos o en barriles hasta el país de procedencia del cruzado. Podemos ver algunos de estos traslados en obras de arte medievales, como es el caso del Retaule dels Sants Metges de Jaume Huguet (s. XV). En él se ve como los cuerpos de los santos hermanos Abdón y Senén (conocidos popularmente como sant Nin y sant Non) tratados de este modo, son repatriados en barriles a los lomos de un asno. 



Estatua de San Luis, en el
Museo de Cartago (Túnez) 
En 1299 el papa Bonifacio VIII prohibió la truculenta práctica del mos teutonicus, calificándolo de mos horribilis por su decreto Detestante feritatis. Aunque las razones del pontífice no son las que podríamos imaginar hoy. A la luz de la doctrina católica, el cuerpo del creyente debía conservarse entero, para que el día del Juicio Final pudiera resucitar adecuadamente. 

Sin embargo, las cosas no siempre eran muy coherentes. El mismo papa Bonifacio VIII había canonizado poco antes al rey Luis IX en 1297, pocos años después de su muerte. Esto tuvo como consecuencia facilitar la dispersión de sus restos, considerados a partir de este momento como preciadas reliquias, que fueron conservadas en preciosos relicarios en diferentes lugares, convertidos en centros de veneración. En aquel momento el culto de las reliquias llegaba a su paroxismo. El mismo rey Luis IX había adquirido una de las máximas reliquias de la Cristiandad: la corona de espinas de Jesús y un clavo de la crucifixión. 


Boda de san Luis con Margarita de Provenza  
Vidriera. Catedral Saint-Louis de la Nouvelle-Orléans

Como decimos el cuerpo de San Luis fue también sometido al mos teutonicum para su traslado a Francia. En 1270, los huesos del santo monarca fueron trasladados a Francia por su hijo Felipe III el Atrevido, que le había acompañado al desafortunado sitio de Túnez. Los restos fueron inhumados en la necrópolis real de la Basílica de Saint Denis, el panteón de los reyes de Francia. Las entrañas fueron conservadas en la abadía benedictina de Monreale, en Sicilia, por su hermano menor Charles d'Anjou, y más tarde fueron parcialmente trasladadas a la catedral de Versalles en el s.XIX. El relicario de la Basílica de Saint Denis con la mandíbula del soberano fue trasladado a Notre-Dame de Paris donde sobrevivió a los saqueos y profanaciones de la Revolución Francesa, lo que es garantía de su autenticidad. 





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