miércoles, 31 de julio de 2019

La fiebre del radio: (II) Las chicas fantasma







Operarias de la fábrica 
United States Radium Corporation 
(circa 1922)
 
Fotografía en B&N

Colección particular






En una entrada anterior comentábamos la gran cantidad de productos que llevaban radio o torio en las dos primeras décadas del s. XX: cosméticos, dentífricos, vigorizantes sexuales, condones, productos farmacéuticos, chocolates, compuestos para la cría del ganado... La radioactividad añadía un nuevo atractivo y se le atribuían poderes casi mágicos. 


Un anuncio de la pintura luminiscente Undark 

Pero hemos dejado de mencionar un producto que se popularizó extraordinariamente: la pintura fluorescente. El radio tiene un tono verdoso y combinado con pegamento y sulfuro de zinc forma una sustancia que brilla en la oscuridad (radioluminiscencia). Así se creó una pintura luminiscente que podía verse en la oscuridad y que resultaba práctica para pintar las horas en un despertador, por ejemplo, que así podía consultarse sin encender la luz, o para pintar linternas que se podían encontrar fácilmente en caso de apagón. 

Los relojes que podían consultarse en la oscuridad se habían popularizado durante la Primera Guerra Mundial. Los soldados podían consultarlos de noche sin encender la luz, evitando así el peligro de ser detectados por los enemigos. Al acabar la guerra, la comodidad que suponía poder consultar la esfera a oscuras hizo que siguieran siendo muy solicitados. 




Esferas de relojes con las manecillas y los números
pintados con Undark, pintura a base de radio. 





























Las esferas de los relojes eran recubiertas con Undark, una pintura de radio que se producía en la fábrica United States Radium Corporation, de Orange (New Jersey) desde 1917. El radio era obtenido a partir de la extracción y purificación de la carnotita para producir pintura luminiscente. La fábrica comenzó con 70 trabajadoras pero luego la plantilla se tuvo que aumentar por la creciente demanda y llegó a dar empleo a 4.000 muchachas. También surgieron otras empresas similares, como Radium Dial Company que además de relojes fabricaba números de casas, miras de pistola, placas de interruptores, ojos de muñecas de juguete... coloreados con radio luminiscente. 

Pintar esferas de reloj era considerado "el trabajo de élite para las pobres chicas trabajadoras". Muchas de ellas eran adolescentes, con manos pequeñas que se adaptaban a la perfección al trabajo artístico. De hecho, ganaban el triple que los trabajos habituales de las fábricas y además incentivos por productividad. Estas atractivas condiciones de trabajo hicieron que las propias operarias  recomendaran a sus familiares y amigas el nuevo empleo. Con frecuencia, varios hermanas o parientes trabajaban una junto a otra en el estudio.



Una de las pintoras de esferas de reloj, trabajando en la fábrica.


Undark, la pintura de radio que manipulaban era supuestamente inofensiva, según les informaban en la fábrica, a pesar de que los propietarios siempre tomaban medidas de protección para ellos mismos. Las muchachas usaban pinceles de pelo de camello y tenían por costumbre chuparlos para mantenerlos afilados y poder pintar así con mayor precisión: algunas esferas de reloj eran muy pequeñas, de solamente 3,5 cm de diámetro. Cada vez que las chicas se llevaban los pinceles a la boca, tragaban un poco de la brillante pintura verde. Nadie sospechaba ningún peligro, ya que hasta se elaboraban maquillajes y cosméticos con radio. El gerente y el resto de jefes de la fábrica les tranquilizaron. La pintura era inofensiva: No tenía sabor alguno, y los supervisores les indicaron que el único síntoma físico de tragar el pigmento de radio eran un cierto color rosado en las mejillas. 

La luminosidad del radio era parte de su atractivo y a las pintoras de esferas pronto se las apodó las "chicas fantasma", ya que cuando terminaban su jornada laboral, ellas mismas brillaban en la oscuridad. Aprovechaban al máximo esta ventaja, llevando sus mejores vestidos a la planta para que brillaran en los salones de baile por la noche e incluso pintándose los dientes, los labios o las uñas con radio para conseguir una sonrisa que sorprendiera y sedujera a sus pretendientes en la penumbra. 




Un tumor de mandíbula en una de las chicas del radio

Sin embargo la inofensividad de la pintura radiactiva no era cierta. Desde que la radiactividad había sido descubierta se sabía que podía tener efectos adversos de importancia. La propia Marie Curie había sufrido quemaduras debidas a radiación por haberlo manipulado. Antes de que la primera pintora de esferas cogiera su pincel ya había muerto gente por envenenamiento por radio. 
Y por esta razón los hombres en las empresas de manipulación de radio llevaban delantales de plomo en los laboratorios y manejaban el radio con pinzas de punta de marfil. Sin embargo, a las pintoras de esferas no se les suministraba esa protección y ni siquiera se les avisaba de que podrían necesitarla. 



A diferencia de las muchachas pintoras de relojes, los directivos,
los científicos del laboratorio y los varones que trabajaban
en la fábrica iban completamente protegidos.

A principio de la década de 1920, US Radium contrató a un profesor de fisiología de Harvard, Cecil Drinker, para estudiar las condiciones de trabajo en la fábrica. El informe de Drinker era grave, indicando una fuerza de trabajo altamente contaminada, condiciones sanguíneas poco comunes en prácticamente todos los que habían trabajado allí. El informe que la compañía proporcionó al Departamento de Trabajo de Nueva Jersey estaba firmado por Cecil Drinker, aunque las ominosas descripciones de condiciones insalubres fueron reemplazadas con brillantes elogios, afirmando que "todas las chicas están en perfectas condiciones". Es decir, el presidente de US Radium no sólo hizo caso omiso a todos los consejos del informe original de Drinker, ignorando todas las recomendaciones para proteger a los trabajadores, sino que falseó su redacción.



Problemas dentales y mandibulares en algunas "chicas del radio"


Pronto se comenzaron a detectar los primeros problemas causados por la radiactividad. La primera en sufrir sus consecuencias fue Mollie Magia, de 24 años, que sufrió dolor de muelas, pérdida de piezas dentarías, úlceras en las encías... la infección se extendió por la garganta, paladar y oído. El médico decía que "la mandíbula se le caía a trozos".

La empresa conocía los posibles efectos secundarios del radio, pero no quería perder los contratos que tenía con el gobierno, por lo que  comenzó a lanzar calumnias sobre la vida sexual de Mollie, tildándola de libertina y de su probable contagio de sífilis. La muchacha falleció en 1922 y los partes médicos de defunción certificaron que padecía una sífilis. 



Grace Flyer

Pocos años más tarde Grace Flyer, una cajera de banco que había trabajado antes pintando relojes en U.S. Radium Corporation (1917-1922) se le empezaron a caer los dientes y empezó a experimentar problemas en su mandíbula, con grandes dolores. Al realizarle una radiografía el médico descubrió una degradación ósea nunca vista. Su mandíbula parecía un panal de abeja, con pequeños agujeros en un patrón aleatorio. 
Otras antiguas compañeras presentaban también síntomas extraños: anemia, fracturas óseas, neoplasias, leucemia, sarcomas, pérdida de piezas dentarias... Y sobre todo una  y necrosis del maxilar inferior, una enfermedad que luego se describió con el nombre de "mandíbula de radio", que quedaba totalmente agujereada. 



Mandíbula perforada por la exposición
al radio ("mandíbula de radio")
Hoy sabemos que el organismo confunde el radio con el calcio y lo fija en los huesos lo que explica esta afectación característica de la mandíbula. 

Desde los huesos radiactivos, el radio seguía irradiando al resto del cuerpo produciendo un gran número de tumores en diversos órganos y dolores lancinantes, muy intensos. 

Pero entonces todo eso no se sabía y no se llegó a un diagnóstico preciso, si bien varios médicos barajaron equivocadamente diversas enfermedades: sífilis, infección bacteriana, envenenamiento por fósforo... Algunos de los informes médicos fueron mantenidos en secreto por presión de la empresa. En otra entrada del blog comentaremos algunos pormenores del largo y complicado juicio que tuvo lugar años más tarde. 


Bibliografía

Mullner, R. Deadly Glow: The Radium Dial Worker Tragedy. Washington. Am Public Health Ass, 1999.
Clark, C. Radium Girls: Women and Industrial Health Reform1910-1935 Univ North Carolina Press, 1997.
Deborah, B.The Poisoner's Handbook: Murder and the Birth of Forensic Medicine in Jazz Age New York. New York: Penguin Press, 2010.

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