lunes, 13 de mayo de 2019

Escorpiones (y III): Toxinas y picaduras.








Escorpiones

Litografía. 
Zoological lectures delivered at the Royal Institution. 
Londres, Kearsley, 1809. 






En entradas anterior comentábamos el papel de los escorpiones en el mitraísmo y en otras mitologías, así como la constelación que recibe su nombre  de estos animales. 

Como vimos en estos mitos, a los escorpiones se les atribuye un poder mágico y apotropaico, y han sido usados muchas veces como amuletos.  Los alacranes también han formado parte de fórmulas y recetas de medicina antigua y popular. 

Pero no todo son prácticas mágicas o de curandería. Algunas toxinas de escorpión se han demostrado actualmente útiles para extraer compuestos terapéuticos. Así, la imperatoxina, una toxina de 33 aminoácidos del escorpión emperador (Pandinus imperator), está siendo experimentada para tratar la arritmia cardíaca. También la clorotoxina, una toxina de 36 aminoácidos del escorpión del desierto (Leiurus quinquestriatus), que se une específicamente a un receptor que sólo aparece en células de tumores de mama, piel, cerebro y pulmón. Una versión sintética, la 131I-clorotoxina o 131I-TM-601, a la que se le ha unido el isótopo radiactivo yodo-131, es como una «bala mágica» que permite dirigir dosis letales de radiactividad a las células tumorales sin afectar a las sanas.


Lámina de un libro de zoología
representando un escorpión africano
Los escorpiones son artrópodos de la clase de los arácnidos. Etimológicamente, su nombre deriva del latín scorpio, aunque en muchos lugares son conocidos también como alacranes (del árabe al'aqráb). Hay unas 1400 especies de escorpiones en el mundo, que generalmente habitan entre las rocas en ambientes áridos o desérticos. Están provistos de dos pinzas (pedipalpos) para asir a sus presas y de una cola, donde asienta un aguijón venenoso. El peligro de los escorpiones está pues en su cola, no en sus pinzas. 

El curvado aguijón de los escorpiones es hueco y está conectado a un par de glándulas situadas en la base del último segmento de la cola (telson). Cuando ataca, el escorpión levanta la cola sobre el cuerpo, arqueándola hacia adelante y las contracciones de los músculos que rodean las glándulas provocan la expulsión del veneno a través del aguijón. 

Los venenos de los escorpiones están compuestos por una mezcla de agua, sales, pequeñas moléculas, péptidos y proteínas. Se han aislado cerca de 200 toxinas en 30 especies de escorpiones que pueden tener efectos neurotóxicos y citotóxicos.
Escorpión emperador (Pandinus imperator
Los escorpiones suelen disponer de dos tipos de toxinas: el preveneno y el veneno. Cuando pican, el fluido inyectado en primer lugar (preveneno), es transparente y su función principal es la de provocar la parálisis en sus presas o inducir un intenso dolor como medida defensiva. Contiene una gran cantidad de iones de potasio así como algunas toxinas peptídicas que bloquean ciertos canales de potasio en mamíferos. Estas toxinas, junto con los iones de potasio, provocan una despolarización masiva y local de las neuronas que las mantiene activas mucho después del aguijonazo y eso explica por qué la picadura duele durante un tiempo.
En picaduras sucesivas inyectan otra toxina, un veneno opaco, viscoso y mucho más tóxico, compuesto fundamentalmente por toxinas peptídicas. Normalmente esta toxina se reserva para presas grandes o para defenderse en caso de que se sigan sintiendo amenazados. Lo que desconocemos totalmente el mecanismo por el que el alacrán puede cambiar de un veneno a otro. 
Las toxinas neurotóxicas producen una alteración del impulso nervioso y de los procesos neuroquímicos al despolarizar las membranas celulares e inducir la liberación descontrolada de neurotransmisores como la acetilcolina, adrenalina y el óxido nítrico. Al principio, la víctima siente fuertes dolores e hinchazón en el sitio de la picadura. Luego empieza a manifestar síntomas de agitación y ansiedad; la salivación y la sudoración se vuelven excesivas, el corazón comienza a latir de forma irregular y la temperatura corporal empieza a fluctuar. Finalmente, los músculos comienzan a sufrir espasmos y la respiración se vuelve difícil y en caso de muerte, ésta se produce por insuficiencia cardiorrespiratoria. 

La picadura de la mayoría de especies de escorpiones, aunque muy dolorosa, no es mortal para los humanos adultos. Solamente unas pocas especies pueden causar la muerte, que sobreviene por apnea en las horas que siguen a la picadura (entre 5 y 20 horas). Cada año se registran entre 1000 y 5000 casos mortales, especialmente en Centroamérica, donde viven las especies más tóxicas.  

Existe la falsa creencia de que los escorpiones se pueden suicidar si se ven acorralados, inyectándose su propio veneno, lo que no es cierto. Estos arácnidos son inmunes a su propia toxina, pudiendo tolerar dosis de 100 a 1000 veces superior a la dosis letal para otras especies, ya que su hemolinfa es capaz de neutralizarla. El poeta Lord Byron contribuyó a propagar esta falsa leyenda en su poema El Giaour (1813): 

The mind that broods o’er guilty woes,  
Is like the scorpion girt by fire;
In circle narrowing as it glows, 
The flames around their captive close, 
Till inly searched by thousand throes, 
And maddening in her ire, 
One sad and sole relief she knows,
The sting she nourished for her foes, 
Whose venom never yet was vain, 
Gives but one pang, and cures all pain. 
(La conciencia atormentada por los remordimientos
es como el escorpión rodeado por el fuego:
el círculo se hace más devorador
a medida que se estrecha
y acaba por envolverlo en llamas.
El cautivo conoce la suerte que le aguarda
y martirizado por mil dolores
y enloquecido por su desesperante rabia,
no encuentra ya sino un triste recurso:
aquel aguijón que él guardaba para sus enemigos
y cuyo veneno jamás fue vano,
puede con una sola agonía
poner término a todos sus padecimientos)




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