jueves, 27 de julio de 2017

Arqueas en la microbiota







Raúl Rivas González
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Lorena Celador Lera
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Canon PowerShot G12, lente 5X IS,
Raúl Rivas González 
(coautora Lorena Celador Lera) 

Bacterias en la mano de un niño
(2016)  

Fotografia hecha con Canon PowerShot G12
lente 5X IS Objetivo 6,1 - 30,5 mm

1º Premio de Fotciencia13 
(13 Certamen Nacional de Fotografía científica)



Raúl Rivas González
C
OAUTORí
A
Lorena Celador Lera
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OTOGR
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ICO
Canon PowerShot G12, lente 5X IS,

objetivo 6,1-30,5mm

Nuestro cuerpo tiene tantas bacterias como células: 30.000.000 millones, según la estimación más reciente ! Pero las bacterias no son los únicos microorganismos presentes en nuestra piel: también hay las llamadas arqueas (antes llamadas arqueobacterias), según revelan los investigadores del Berkeley Lab en la revista Scientific Reports. Parece ser que en nuestro ombligo se albergan, como en una selva tropical, cerca de 20.000 especies. Un nuevo miembro del microbioma cutáneo que juega un importante papel en la salud de la piel. 

Las arqueas (Archaea; cuyo nombre deriva etimológicamente del griego ἀρχαῖα [arkhaía], «las antiguas») son un grupo de microorganismos unicelulares que, al igual que las bacterias, tienen morfología procariota (no están dotadas de núcleo ni, en general, de orgánulos membranosos internos). Pero desde un punto de vista genético son más cercanas a otra rama del arbol de los seres vivientes, las eucariotas. Las células eucariotas se encuentran constituyendo animales, plantas y hongos. Así que las arqueas no pueden clasificarse ni entre las bacterias, ni entre las eucariotas y constituyen pues una tercera rama del árbol filogenético, con dominio y reino propio. 



Conocidas solamente lo desde los años 70 del pasado siglo las arqueas se destacan por su capacidad para desarrollarse en los medios más adversos, desde el agua hirviente de los géiseres a las profundidades abisales; desde las aguas termales a los pantanos salados o a los pozos de petróleo. Hasta hace muy poco no se habían descubierto en el organismo humano. Gracias a las investigaciones aeroespaciales de la NASA y de la Agencia espacial europea (ESA) se pudo demostrar la presencia de Thaumarchaeota, un género de arqueas que viven en atmósfera de oxígeno. Aunque primero se pensó que podían provenir del exterior, pronto se vio que podían encontrarse en casi todas partes, como por ejemplo en las salas de hospital, por lo que se sospechó que podían provenir de la piel humana.  
Un primer estudio sobre 13 personas permitió constatar que todas ellas presentaban arqueas en la piel. Se realizó un nuevo estudio, sobre 51 voluntarios (de 1 a 75 años) llegando a la misma conclusión. Esta vez, los investigadores realizaron estudios genéticos y químicos para determinar la cantidad de arqueas presentes y sus especies, combinando la secuenciación de ADN y espectroscopia infrarroja por sincrotón. El resultado fue que Thaumarchaeota era con mucho la especie más frecuente  (En rojo en el esquema adjunto). Además las arqueas eran más abundantes en niños de menos de 12 años y en las de más de 60. También aumentaba su frecuencia en las pieles secas (que presentaban un nivel bajo de sebo). 

Una cuestión que se planteaba el estudio era si la presencia de arqueas disminuía el riesgo de infección. Era difícil para los autores del trabajo aportar una respuesta clara a las diferencias que observaban . Sin embargo, recuerdan que la edad influencia fuertemente la composición de la microbiota cutánea.  Thaumarchaeota oxida el amoníaco y este último es un componente importante del sudor, lo que significa que las arqueas podrían jugar un papel en la renovación del nitrógeno y de la salud cutánea.  Se sospecha que otras arqueas pueden acidificar la piel, lo que reduciría el riesgo de infecciones. 

En definitiva ¿debemos considerar a los microorganismos como amigos o enemigos de nuestra piel? De momento, desconocemos si las arqueas pueden predisponer a presentar brotes de ciertas enfermedades de la piel - como la dermatitis atópica o la psoriasis - o si por el contrario podríamos servirnos de ellas para tratar estas patologías. Tendremos que esperar que prosigan las investigaciones para poder responder a esa pregunta. 


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