jueves, 28 de mayo de 2020

Peste Negra (II): Cambios demográficos


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Médico abriendo un 
bubón a una apestada 
(s. XIV)

Fresco. 
Capilla de San Sebastián.
Lanslevillard (Francia)




En una entrada anterior nos hemos referido a la Peste negra, una de las epidemias más recordadas a causa de sus terribles efectos. Apareció en Italia en el año 1347 y se extendió por Europa en poco tiempo. La pandemia llegó en un momento en el que la población europea se había incrementado mucho. La precaria explotación agrícola, muy primitiva, no era suficiente para alimentar a la población. Era una época de hambre por la carestía de muchos productos de primera necesidad. Así que cuando llegó la peste, se encontró con una población desnutrida y depauperada, por lo que probablemente, la mortalidad fue mucho mayor. La peste diezmó literalmente a la población.  


La pandemia que alcanzó su máximo entre 1347 y 1353. Es difícil saber a ciencia cierta el número de muertos, pero se supone que pudo terminar con la vida de 25-40 millones de fallecidos. Lo que significaba una proporción que puede estimarse entre un tercio y la mitad de la población europea de aquel momento (estimada en unos 80 millones). Se necesitaron 100 años, y en algunas áreas más de 150 años, para que la población de Europa se recuperase.






Propagación de la Peste Negra sobre la población europea.

La peste golpeó el territorio europeo de forma desigual, y tuvo diferente incidencia según los países. Así, en la Península Ibérica incidió mucho más en las zonas costeras del Mediterráneo, provocando una gran crisis en los reinos de la Corona de Aragón. En general murió el 40% de la población, pero en muchas poblaciones de Catalunya y Valencia llegó a morir un 80% de la población, y hubo incluso algunas poblaciones en donde perecieron todos. En Perpinyà, por ejemplo, más de la mitad del censo pereció y de ocho médicos de la ciudad sobrevivieron solamente dos. En cambio, en Castilla, territorio de tierra adentro, más despoblada y con mucha menos circulación de personas (en aquel tiempo las vías de comunicación rápidas eran las marítimas) llegó más tarde y con una menor incidencia. La consecuencia fue un giro completo en el balance demográfico peninsular, lo que conllevó una importante crisis en la pujante economía catalana y valenciana frente a la castellana y una inversión de la hegemonía política peninsular, cuyas consecuencias cristalizaron en los siglos posteriores. El historiador Ramon de Abadal era de la opinión que la decadencia de Catalunya tuvo su origen en la pandemia de Peste Negra. 

La pandemia tampoco incidió por igual en las ciudades que en las zonas rurales. Las urbes más grandes fueron las más perjudicadas ya que la densidad de población y la cercanía de las viviendas facilitaban los contagios. Un aspecto que hay que tener presente era la manifiesta falta de higiene que reinaba en las ciudades. Estaban  infestadas de piojos, pulgas y ratas y sus habitantes estaban malnutridos y observaban una precaria higiene personal.​ Tampoco se cuidaba mucho la higiene de las calles, siendo frecuente echar a la vía pública todo tipo de inmundicias y deyecciones. En Italia, la población de Florencia pasó de cerca de 120.000 habitantes (1338) a  50.000 (1351). En Hamburgo y Bremen murió el 60% de la población, lo mismo que en Noruega o en las ciudades de Provenza o Normandía. Londres perdió 2/3 de su población en 1348-49. En conjunto, ​Inglaterra perdió el 70% de su población, que disminuyó de 7 millones antes de la peste, a 2 millones en 1400.


Entierros masivos durante la peste negra. 


En cambio, en otros países la incidencia fue menor: en los Países Bálticos, Hungría, amplias regiones de la actual Bélgica y en ciertas regiones montañosas, como los Pirineos, la peste casi no incidió. Tampoco en Santiago de Compostela, a pesar de ser un centro de peregrinación con notable afluencia de romeros. La razón de estas zonas preservadas no se ha esclarecido plenamente, aunque se ha apuntado la posibilidad de una cierta resistencia inmunitaria de base genética. 

La peste no respetó clases sociales, aunque naturalmente las clases más bajas, que vivían en unas condiciones higiénicamente precarias fueron las más vulnerables en número de afectados. Solamente un monarca, Alfonso XI de Castilla murió apestado, si bien la prometida de su hijo Pedro, Juana de Inglaterra, murió cuando se disponía a los esponsales. En Aragón, el rey Pedro el Ceremonioso perdió a su mujer, una hija y una sobrina en el breve lapso de seis meses. El emperador bizantino perdió a su hijo, mientras que en el reino de Francia, murió de peste Juana de Navarra, hija de Luis X «el obstinado».

En posteriores entradas del blog comentaremos las consecuencias de esta grave crisis demográfica, tanto a nivel ideológico como social. 



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