martes, 28 de enero de 2020

El "miedo a los leprosos"




Jean du Tillet

Felipe V el Largo 

Miniatura en: Recueil des rois de France
Bibliothèque Nationale de France





Felipe V (1293-1322), conocido como "el Largo", fue rey de Francia y de Navarra. Subió al trono en 1316 y reinó hasta su muerte en 1322. 

Uno de los hechos que tuvieron lugar durante su reinado fue el llamado "miedo a los leprosos", a quienes se acusaba de intentar extender su enfermedad contaminando los pozos con polvos y venenos. El rumor de que los leprosos ponían en riesgo la salud de la población surgió en el curso de unas algaradas populares, contribuyendo a aumentar la crispación social. 

Los rumores comenzaron hacia 1320 durante una insurrección popular llamada la Cruzada de los pastorcillos (croisade des Pastoreaux). Se comenzó a comentar que los leprosos envenenaban los pozos con miasmas para extender su enfermedad, tal vez para desviar la atención de los revoltosos, y pronto el miedo hizo presa en los crédulos habitantes de Occitania. La atención se centró pronto en los leprosos, el nuevo enemigo. Una colonia de leprosos cercana a Mas d'Agenais fue atacada y corrió la voz de que en ella se habían encontrado barriles llenos de pan podrido que, supuestamente, guardaban los leprosos para preparar el veneno con el que iban a emponzoñar los pozos. Las autoridades municipales hicieron suya esta versión y comenzaron a perseguir a los leprosos. 

El rey Felipe V (de quien dependía la judicatura) se vio enfrentado a una situación difícil, incapaz de aprobar o condenar abiertamente la persecución. Aprobarla podía conducir a incrementar la espiral de violencia, pero condenarla abiertamente podía socavar la autoridad real.

A dos leprosos se les niega la entrada a la ciudad. Miniatura del s. XIV. 

Finalmente, el 21 de junio, el rey ordenó por decreto que todos los leprosos fueran encarcelados e interrogados bajo tortura. Jean Larchevêque, señor de Parthenay, hizo llegar al monarca una supuesta confesión de un leproso en la que declaraba que había sido sobornado por un judío, y que éste le había proporcionado el veneno que había que esparcir por fuentes y pozos. Los ingredientes eran sangre humana, orina, tres hierbas no precisadas y hostias consagradas, todo ello desecado, reducido a polvo y metido en bolsitas con lastre para garantizar que se hundirían en el fondo de los pozos. Tras esta conspiración de leprosos y judíos se escondía presuntamente el rey moro de Granada que, incapaz de vencer a los cristianos por la fuerza, había urdido este plan astuto para "envenenar a la población cristiana de Europa". 

Resultado de imagen de pastoureaux juifs
Judíos condenados a la hoguera
Esta dudosa e imaginativa confesión, amasada con ingredientes como leprosos, judíos, moros y hostias profanadas, era un cóctel perfecto, de manifiesto interés político. Se construía el enemigo común, para desviar la atención del pueblo. Tras ella estaban los intereses de la clase extractiva local, que quería defender sus intereses y desviar la ira del pueblo. Si de paso, podían deshacerse de los judíos, a los que probablemente debían altas sumas de dinero, mucho mejor. Leprosos y judíos eran grupos sociales que no interesaban a los intereses de la incipiente burguesía ni a los señores feudales del Languedoc. 

Se desencadenó así una oleada de xenofobia, intolerancia religiosa y violencia contra leprosos y judíos. La Inquisición, bajo las órdenes del dominico Bernardo de Gui dirigió la represión, con numerosos ajusticiamientos en la hoguera. Se calcula que 600 leprosos perecieron en la pira. En Chinon, cerca de Tours, se había cavado una gran fosa a la que habían sido arrojados 160 judíos, hombres y mujeres, que una vez en la zanja, fueron quemados vivos. Pronto la situación se propagó al vecino reino de Aragón, en donde habían buscado refugio gran número de leprosos y judíos, causando un serio problema al rey de Aragón Jaime II. 


Retablo de Vallbona de les Monges (MNAC, Barcelona) , en la que 
aparecen varios judíos que son quemados vivos en la pira, acusados 
de profanar hostias consagradas. 
Durante el s. XIV tuvo lugar una auténtica "construcción del enemigo" 
que tenía como objetivo estigmatizar a leprosos y judíos. 

El rey Felipe el Largo se basó en una ley lombarda del siglo VI, y unas ordenanzas de Pipino El Breve y Carlomagno, para promulgar las "leyes de la lepra", que consideraban a los leprosos como unos muertos-vivientes. Cuando se les diagnosticaba la lepra perdían todos sus bienes, que eran confiscados, obligándolos a acogerse únicamente a la caridad pública. Civilmente se consideraban muertos, no podían heredar, testar, comprar o vender y tampoco servir de testigos, por la posibilidad de que contagiaran a los sanos. 

Las "leyes de la lepra" contribuyeron a aumentar más la marginación de los leprosos, que quedaron confinados en las leproserías, alejadas de los núcleos urbanos. A los enfermos se les prohibía entrar en las ciudades y dedicarse a vender alimentos o bebidas. Debían ir provistos de guantes para sacar agua de los pozos y avisar de su presencia con una carraca o campana, para que los transeúntes evitaran su cercanía. 

El papa Juan XXII, que al principio se alineó con la causa emprendida por Felipe el Largo, terminó condenando los numerosos abusos que tuvieron lugar contra los leprosos. 



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