jueves, 31 de octubre de 2019

Mozart: (I) ¿murió envenenado?





Barbara Kraft 

Retrato póstumo de Wolfgang Amadeus Mozart 
 (1819)

Óleo sobre lienzo
Geselschaft der Musikfreunde. Viena.





Este célebre retrato de Mozart fue pintado años después de la muerte del célebre músico. Fe encargado a la pintora austríaca Barbara Kraft (1764-1825) por Joseph Sonnleithner (1776-1835) que estaba reuniendo una serie de retratos de músicos para la Sociedad de Amigos de la Música de Viena (Gesellschaft der Musikfreunde). Aunque no fue pintado en vida del compositor, se ha convertido en su imagen más conocida, y presidirá nuestro comentario sobre su muerte.  

Mucho se ha hablado sobre la misteriosa muerte de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), de la que se han propuesto más de 100 hipotéticas causas. Entre las enfermedades propuestas se encuentran fiebre reumática, artritis reumatoide, gripe, lupus eritematoso sistémico, glomerulonefritis aguda, triquinosis, septicemia secundaria a una flebitis, leucemias, linfomas, sífilis o malaria. Pero una de las teorías que goza de más credibilidad es la teoría de que Mozart fue envenenado. 

Esta es la hipótesis que sostenía Franz Xaver Niemetschek, que escribió la biografía del compositor siete años después de su muerte. En su libro, comenta que poco antes de su fallecimiento, Mozart estaba visiblemente deprimido. Su esposa Constanza estaba muy preocupada. Un día, mientras paseaban por el Prater, Mozart comenzó a hablarle de la muerte y afirmó que estaba escribiendo el “Réquiem” para sí mismo. Entre lágrimas, le confesó su sospecha de que alguien le estaba envenenando con acqua toffana, un cóctel mortal de cantáridas y arsénico, del que ya hemos hablado en otra de las entradas del blog:  
“Siento que no viviré mucho más tiempo; estoy convencido de que estoy siendo envenenado. No consigo librarme de esta idea”.
En las semanas meses que siguieron, Mozart se sentía cada vez más débil. Según los familiares del músico, presentes en sus últimos momentos, tenía fiebre alta, el cuerpo tan hinchado que no se podía mover en la cama, y se quejaba de que tenía “el sabor de la muerte en la lengua”.

Pero ¿quien tenía interés en asesinarlo? Se han propuesto dos principales sospechosos: el misterioso personaje que le encargó el "Réquiem" y Antonio Salieri (1750-1825), su gran rival en la corte austríaca. Según la hipótesis más aceptada en la actualidad, el Réquiem  se lo encargó el excéntrico conde Franz von Walsegg (1763-1827), que acababa de enviudar y deseaba disponer, para los funerales de su esposa, de una Misa de difuntos. El aristócrata era un melómano que adquiría obras musicales y luego las hacía interpretar en conciertos privados en su castillo de Stuppach, como si fueran composiciones suyas. 


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El castillo de Stuppach, propiedad del conde Franz von Walsegg,
el aristócrata que probablemente encargó el Requiem a Mozart

En cuanto a la supuesta autoría de Salieri es la que más se ha aceptado por parte del gran público. La causa debe buscarse en el drama escrito por Alexander Puskhin, musicado por Rimsky-Korsakov, reelaborado por Peter Shaffer y finalmente llevado al cine, por Milos Forman en su genial película "Amadeus" (1984). Aunque no es una acusación excesivamente demostrada es difícil luchar contra tanta publicidad contraria. 

Hay quien piensa que Mozart fue asesinado por la policía del emperador Leopoldo II por ser masón. Su creciente éxito en el teatro Auf der Wieden hacía temer que, su abierta inclinación a las ideas revolucionarias, lo convirtiera en un peligro para la estabilidad del absolutismo austrohúngaro.

Otra teoría atribuye a un oficial del Tribunal de la Corte el envenenamiento con acqua toffana. Este oficial, Franz Hofdemel, pertenecía a su misma logia masónica y al día siguiente de su muerte se suicidó tras haber intentado asesinar a su esposa, Magdalena, conocida pianista alumna de Mozart, por creer que eran amantes. Aunque Jean y Brigitte Massin ya prestaron cierta atención a este asunto en su gran biografía de Mozart (París, 1958), otro musicólogo, Francis Carr, ha dedicado en su libro Mozart y Constanza (Londres, 1983) todo un capítulo a este asunto.

El cadáver de Mozart desapareció siete años después del sepelio para dejar espacio en el nicho. Los restos eran acumulados en una fosa común del cementerio sobre la que se echaba cal viva. Esto ha dificultado extraordinariamente su identificación, lo que no permite realizar estudios de toxicidad fiables en los restos. 

Sin embargo, no todos están de acuerdo en la teoría del envenenamiento. Otras muchas hipótesis se han propuesto, de las que hablaremos en otra entrada. 


Requiem de Mozart: Lacrimosa






Requiem de Mozart: Confutatis











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