miércoles, 30 de enero de 2019

Santa Isabel cura las úlceras de una enferma






Francisco de Goya y Lucientes

Santa Isabel curando 
las llagas de una enferma
(circa 1800)


Óleo sobre lienzo 32 x 32 cm

Museo Lázaro Galdiano. Madrid.



Este boceto de Francisco de Goya fue un trabajo preparatorio para la decoración mural de la iglesia de Torrero, pinturas que duraron muy poco ya que fueron destruídas durante la invasión napoleónica pocos años más tarde, tal como atestigua un informe de Tiburcio del Caso de 1813. 

Los cuadros habían sido encargados por la gran devoción de la que  goza Santa Isabel en los alrededores de Zaragoza, ya que esta santa era hija del rey Pedro el Grande y de Constanza de Sicilia y había nacido en la Aljafería de Zaragoza. Isabel se casó con el rey de Portugal y su vida estuvo dedicada a numerosas obras de caridad. Fundó también muchas instituciones dedicadas a socorrer a los pobres como el hospital de Inocentes de Santarem. 

La escena representa uno de los episodios de la vida de la santa, según relata fray Juan Carrillo en su biografía: 


«Lavando los pies a una muger muy enferma, un Jueves Santo, aviéndole lavado ella un pie, rehusaba la enferma mostrar el otro pie, por tenerlo llagado de cáncer, tan enconado, que ya se le caían los dedos y tan llagado, que no se podía sufrir el olor tan malo que le salía. Y por esso la buena muger tenía empacho que la Reyna viesse ni tocasse cosa tan asquerosa. La Santa Reyna con humildad profunda le limpió la llaga, y enxugó y puso unos paños y haziéndole la señal de la Cruz sobre la llega, y besándola se despidió con su limosna, con que quedó la muger interiormente consolada y confortada en el Señor. Y quitándosele del todo el dolor, que en aquella llaga padecía, se bolbió a su casa, glorificando a Dios y dándole mil gracias. Y como estando en ella, se volviose a mirar el pie, y descubrir la llaga, le halló del todo sano y libre del mal que padecía, incurable al parecer de Médicos”.

El mal que padecía la enferma del relato era probablemente una úlcera varicosa de pierna, o menos probablemente un goma sifilítico.  Goya plasma esta escena en el cuadro. Los personajes se disponen entorno a la enferma, en una composición clásica que adopta una vaga forma piramidal. Santa Isabel, revestida con corona y manto -atributos reales- se inclina en el primer plano, perfectamente iluminado por la luz natural lateral que emana del ventanal, compensando la disposición horizontal de la enferma. Los personajes del segundo plano, se mantienen en la penumbra, resaltando a las dos figuras principales: la santa y la enferma. El despliegue de colores es sorprendente, con amarillos blancos y rojos destacando la zona iluminada principal con un fondo de ocres y tostados, que logran crear una gran sensación de volumen. Goya consigue una atmósfera muy especial con una ejecución rápida que consigue con veloces líneas y manchas una composición precisa y gran una fuerza expresiva. 

La enferma aparece con los pechos descubiertos, lo que le crearía a Goya un problema con la mojigatería de la Iglesia local, como comentaba el escrito mandado por el nuevo director del Canal, Javier La Ripa, a Pedro Cevallos, Secretario de Estado: 
«El cuadro de Santa Isabel, que forma uno de los tres altares que tiene la iglesia, había chocado mucho y se hablaba demasiado en esta ciudad porque al parecer se había lucido el pincel de don Francisco Bayeu, con menoscabo de la decencia; por cuyo motivo me dixo el Vicario General del Rvdo. Obispo de Huesca que antes de bendecirla era forzoso cubrir los pechos de la enferma que curaba la santa y noticioso de que por la primavera próxima vendría a esta ciudad el referido Bayeu, me pareció esperarlo, y que lo executase por sí mismo, como lo hizo». 
Como vemos en la carta se atribuye la pintura a Francisco Bayeu, suegro de Goya. Evidentemente se trata de un error pues en esta fecha Bayeu ya llevaba seis años muerto. Esta confusión puede deberse a la gran importancia y fama que Bayeu obtuvo en su época, y que mantenía después de su muerte. Fue Goya el que realizó la pintura y el que tapó los pechos de la pobre enferma.

El boceto que comentamos aquí estuvo en poder de Martín Zapater y pasó luego a poder de su sobrino Francisco. En los catálogos de las exposiciones de 1900 y 1928 figuran como propiedad de Clemente Velasco. Posteriormente los adquirió José Lázaro Galdiano y desde entonces forman parte de la colección con la que se creó el museo Lázaro Galdiano de Madrid. 

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