lunes, 28 de enero de 2019

Fernando VII (VI): La peor noche de boda del rey







Francisco Lacoma Sans

María Josefa Amalia de Sajonia, tercera esposa de Fernando VII
(1820)

Óleo sobre lienzo 110 x 86 cm
Museo del Prado. Madrid. 




Como hemos visto en entradas anteriores el gran tamaño del pene del rey, unido a sus modales zafios y agresivos le habían acarreado problemas en sus relaciones sexuales con su primera esposa María Antonia de Nápoles y con la segunda, la portuguesa Isabel de Braganza.  

Pero sin duda la más sonada de las dificultades causadas por la macrosomía genital del rey tuvo lugar en la noche de bodas del monarca con su tercera esposa, María Josefa Amalia de Sajonia, que era una adolescente que todavía no había cumplido los 16 años. Tras la muerte de su madre, Josefa se había criado en un convento, por lo que su ignorancia en temas de sexo era casi absoluta. El monarca, en cambio, era conocido por su temperamento fogoso y su obsesión sexual, que le hacía visitar continuamente los prostíbulos de Madrid. 


Fco de Goya. Fernando VII.
Museo Thyssen -Bornesmisza. Madrid
Era costumbre que justo antes de comenzar la noche de bodas, la princesa de sangre ya casada y más cercana en categoría al rey pasase quince minutos con la novia explicándole lo que sucedería después. En este caso, esta función correspondía la cuñada del rey María Teresa de Braganza, pero ésta declinó el honor con la excusa de que era hermana de Isabel de Braganza, la anterior esposa del monarca y esta explicación le resultaba embarazosa.  Por este motivo la delegó en la camarera mayor, que también se negó alegando que «nunca se había fijado en las cosas que su marido le hacía en la cama».  

La joven reina pues, sin explicación alguna se encontró ante el desvergonzado rey, un gordo con un descomunal pene que comienza a toquetearla sin ningún miramiento. Además la joven sólo hablaba alemán, idioma del que Fernando no tenía la menor idea. Ante esta situación Maria Josefa Amalia, asustada, sale corriendo por la habitación, dando gritos de terror. El soberano la intentó perseguir pero es gordo y gotoso y cayó al suelo de bruces. 


Alcoba de Fernando VII. 
Real Palacio de Aranjuez
Al ver que la chica no tiene ni idea, Fernando se enfadó mucho y salió en busca de su cuñada y de la camarera mayor, insultándolas y tratándolas de putas y de bestias, y les dio un cuarto de hora para que prepararan a la atemorizada reina. Mientras tanto, Fernando, en bata y zapatillas, fumaba nerviosamente un cigarro (era un gran fumador) mientras paseaba a grandes zancadas por la galería. 

No se sabe lo que María Teresa de Braganza y la camarera real contaron a la asustada novia, pero seguramente no contribuyó mucho a tranquilizarla. Al contrario, probablemente su estado de nervios le alteró la digestión. Al volver el rey la princesa sajona ya no ofreció resistencia, pero estaba tan aterrada que al primer intento de penetración, fue tal su estrés que se orinó y defecó, manchando todas las sábanas. El fatal desenlace provocó que el rey saliera de la habitación jurando furioso y tardó mucho en acercarse a su esposa. 

La enuresis (perder el control de la orina) y la encopresis (perder el control del esfínter anal y por lo tanto de la retención de heces) se asocian generalmente a transtornos psicológicos cuando suceden durante el sueño. Cuando tienen lugar en estado de vigilia son indicativos de una situación de miedo profundo, de terror. A veces tienen lugar en los frentes de batalla en situaciones de pánico al ataque del enemigo. En el caso de la joven reina está claro que estaba aterrorizada por un hombre mucho mayor que ella, que hablaba una lengua incomprensible, de modales rudos y zafios, carácter malhumorado e irritable y un pene de considerables dimensiones. La pobre muchacha debió sentirse absolutamente aterrada. 

Tras esta traumática experiencia, la reina se negó a tener relaciones sexuales con el rey. Incluso se vio obligada a mediar la Santa Sede para que la joven Reina, a la que nadie había instruido previamente en aquellas tareas, aceptara como bueno y no pecaminoso el obligado débito conyugal. No sabemos si estas gestiones eclesiásticas tuvieron algún resultado. Lo cierto es que sin haber quedado embarazada en los diez años que duró su matrimonio, María Josefa Amalia falleció prematuramente de fiebres graves en el Palacio Real de Aranjuez en 1829.


Fernando VII

I. El "Deseado"

II. El rey felón

III. El gran pene del rey

IV. La primera noche de bodas

V. Segundas nupcias

VI. La peor noche de bodas del rey


VII. Copular con una almohadilla

No hay comentarios: