Marcus Gheeraerts el Joven
Retrato de Isabel I “The Ditchley Portrait” (circa 1592)
Óleo sobre lienzo. 24,13 x 15,24 cm
National Portrait Gallery. Londres. |
En este retrato de Isabel I, Marcus Gheeraerts la representa con un vestido blanco, radiante de luz y en todo su esplendor de pie sobre un mapa de Inglaterra. En el lado derecho, una inscripción con un soneto al sol, el símbolo de la soberana, que se refiere a la reina como la "princesa de la luz". Aparte el carácter claramente apologético y propagandístico de esta obra, el pintor deja claro como quería la reina que la percibieran sus súbditos: como la reina virgen, inmaculada, blanca, y llena de luz, como una aparición, como un ser celestial.
En una entrada anterior comentábamos algunos aspectos biográficos de Isabel I Tudor, llamada la reina virgen. Efectivamente este fue uno de los aspectos más llamativos de su persona: su tozuda voluntad en ser soltera y (teóricamente) virgen, idea que fue cultivada concienzudamente por la propia Isabel que se rodeó de una leyenda que la convertía casi en un ser sobrenatural.
A pesar de los repetidos intentos y presiones del Parlamento para que contrajera matrimonio Isabel nunca cedió y rechazó los posibles candidatos al tálamo que le proponían. En 1559 rechazó al rey hispánico Felipe II, y posteriormente fue desestimando otros candidatos: Eric XIV de Suecia, Enrique de Valois, Francisco de Anjou... Una vez que el Parlamento le instaba a casarse con especial insistencia, ella se negó obstinadamente y zanjó la cuestión bruscamente diciendo "No se hable más", y disolvió a continuación la Cámara durante cuatro años.
El "retrato de la Armada" de Isabel I. Royal Museum. Greenwich. |
Pero ¿que razones tendría Isabel para este rechazo tan radical al matrimonio? Ciertamente, la soltería o la virginidad es una opción personal muy respetable en cualquier mujer, pero llama especialmente la atención que una reina opte por serlo, a causa que una de las principales ventajas -tal vez la única- que aporta el sistema monárquico es justamente garantizar una descendencia y una continuidad dinástica. De ahí que la asociación de "reina" y "virgen" sea un oxímoron, algo imposible de combinar.
Se han planteado diversas hipótesis para intentar responder a esta cuestión, que sigue siendo uno de los misterios no explicados de la Historia. Entre estas razones se ha especulado con la presencia de alguna malformación genital, tal vez una agenesia o una atresia vaginal (falta congénita de vagina o que estuviera cerrada por una membrana consistente). Tal vez esto fue un argumento más a tener en cuenta cuando Enrique VIII la declaró bastarda, apartándola de la línea de sucesión tras la ejecución de su madre. Algunos historiadores, como Macías Torres plantean la hipótesis de que Isabel nunca tuvo la regla (tal vez por una atresia, por ejemplo).
Tiziano: Retrato de Felipe II |
Otros indicios apoyarían la hipótesis de un posible problema genital. Al principio de su reinado, Ben Johnson afirmaba que la reina tenía en sus genitales una membrana que le impedía conocer varón, y Brantome (embajador en Escocia) decía que Isabel no podía tomar marido pues en sus genitales
"sólo hay un pequeño orificio por el que orina, y nada más hasta el ano".Un argumento a favor de esta teoría sería una frase pronunciada por uno de sus amantes, Robert Devereux, segundo conde de Essex, durante su proceso:
"Her mind as crooked as her body"
("su mente está tan deformada como su cuerpo")Habida cuenta de que Isabel no tenía ninguna deformidad visible en su cuerpo ni aún en su vejez, algunos creen que este comentario podría referirse a los órganos genitales de la reina.
Otro de sus amantes, Walter Raleigh, dejó entrever que a la reina le gustaban cosas poco habituales en la cama, lo que podría ser una referencia al coito anal, a la felación o a otras formas de relación sexual extravaginal.
Pero hay quien se inclina por otras explicaciones. Lytton Strachey opina que la reina padecía vaginismo, un trastorno funcional sin imperfección anatómica consistente en un espasmo de los músculos de la entrada vaginal, y aún de todo el cuerpo, que se contrae y se contorsiona ante la amenaza de que va a tener lugar la cópula. Aunque esto suele ser un trastorno pasajero, que depende más de factores psicológicos.
Algunos sostienen incluso un cierto grado de hermafroditismo, y Bram Stoker, en 1910 llegó a afirmar que Isabel I era en realidad un hombre travestido. Sin llegar a estas hipótesis que nos parecen francamente novelescas, lo cierto es que debía haber una razón médica que justificara la obsesión de Isabel por alejarse del matrimonio.
O tal vez fuera solamente un trauma infantil. Lo cierto es que siendo niña vio ejecutar a su madre, y luego vio el destino de otras esposas de su padre, Enrique VIII, lo que no es precisamente un gran estímulo para casarse. Cuentan que Isabel no ahorraba comentarios mordaces sobre la "santidad" del matrimonio. Y no era para menos, después de lo que le había tocado vivir.
Además, teniendo en cuenta la situación de la mujer en el s. XVI, el matrimonio de una reina conllevaba dejar casi todo el poder en manos del cónyuge, cosa que probablemente no deseaba Isabel que tenía las ideas muy claras acerca de cómo gobernar. Lo cierto es que una mujer soltera rigió los destinos de Inglaterra durante uno de los reinados más largos de su historia.
Isabel I de Inglaterra:
I. La reina virgen
II. Las razones de la virginidad
III. Virgen, pero con amantes
IV. Un maquillaje peligroso
Bibliografía
Macías Torres, Ernesto, "Aportaciones ginecológicas a la biografía de Isabel I de Inglaterra", Revista Archivum, Universidad de Oviedo, volumen 15, 1965.
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