lunes, 28 de septiembre de 2020

La oreja de Adriano

 






Busto del emperador Adriano
(circa 130 d.C.)

Busto de mármol 
Museo Nacional de Arqueología. Nápoles. 




Contemplar este busto del emperador Adriano con coraza nos da una idea de la magnificencia del personaje. Pero al observarlo con detenimiento nos damos cuenta de una marcada arruga en diagonal en el lóbulo de la oreja. 

De momento puede parecernos un detalle sin importancia. Pero es un detalle que se repite en otros bustos y esculturas del emperador. Por lo tanto, es un detalle realista. 

Si nos fijamos bien, la arruga diagonal en el lóbulo de la oreja se trata de un detalle que podemos observar también en muchas personas vivas de nuestro entorno. El Dr. Petrakis, en 1980, estudiando diversos bustos de Adriano, llegó a la conclusión que el emperador presentaba en su oreja el llamado signo de Frank. 

Este signo había llamado la atención de un médico, el doctor Sander T. Frank, que lo estudió a fondo, viendo que era más frecuente en pacientes que sufrían o habían sufrido un angor pectoris. En un artículo publicado en 1973 en 'The New England Journal of Medicine' decía que se trataba de un “signo aural” como un indicador de que se sufría una enfermedad arterial o coronaria. Un año más tarde, Lichtein hizo una observación similar. 

De entrada, asociar una arruga de la piel con una enfermedad cardíaca, puede parecernos una superstición –como las leyendas asociadas con las líneas de las manos–, pero la hipótesis de Frank se basaba en observaciones reales. Este pliegue aparece cuando, debido a la obstrucción de las arterias por elementos como el colesterol, el riego sanguíneo no llega bien como las orejas, lo que puede producir falta de elasticidad, y por tanto mayor flaccidez de la piel, favoreciendo la aparición de este pliegue. 

El signo de Frank (como pronto se conoció a esta arruga) fue motivo de controversia, ya que no todos los médicos le concedían valor. Pero otros estudios le dan la razón. Es el caso del equipo del Departamento de Medicina del Centro Médico Baruch Padeh Poria de Israel, que han publicado sus resultados en la 'The American Journal of Medicine', (conocida en el argot médico como “revista verde”, por el color de su portada). Según la encuesta, realizada en 2017 por investigadores del Departamento de Medicina del Centro Médico Baruch Padeh Poria en Israel, existe una relación entre la presencia de esta línea y una mayor probabilidad de tener problemas coronarios.



El signo de Frank, en el lóbulo de la oreja


La investigación se llevó a cabo con 241 pacientes hospitalizados después de sufrir un infarto agudo. Esta marca física era visible en las orejas de 190 de ellos, es decir, un 78,8%. El grupo en el que ese signo se encontraba unido de manera aún más estrecha a los problemas vasculares era entre aquellos que habían padecido un accidente cerebrovascular. En concreto, un 88,6% presentaban esta línea en su lóbulo, una cifra que, en opinión de los autores del artículo, marca una diferencia estadísticamente significativa. El porcentaje disminuía algo (aunque permanecía alto) en los que habían sufrido un accidente vascular cerebral de pocos minutos (73'2%) 



Busto de Adriano. British Museum. Londres. 

Llegados a este punto, nos podemos preguntar que pasó con el emperador Adriano, que aparece con un manifiesto signo de Frank en muchos de sus bustos? Tras 20 años gobernando un amplio Imperio, Publios Helius Adrianus Augustus, que éste era su nombre completo comenzó a enfermar. Conocemos los detalles de su historia clínica por el la crónica de Dion Casio, un historiador que escribió 60 años más tarde. Adriano comenzó a presentar epistaxis, (hemorragias nasales) cada vez más frecuentes, y se hinchó considerablemente (edema), hasta el punto que según refiere Dion Casio se deprimió y "anhelaba la muerte". Estos datos, más bien escasos han llevado a plantear diversos diagnósticos: insuficiencia renal, insuficiencia cardíaca o síndrome de Rendu-Osler-Weber, también conocido como telangiectasia hemorrágica hereditaria, un trastorno genético raro de la proliferación anormal de vasos sanguíneos que conduce a hemorragias nasales abundantes y, en general, hemorragias en todo el cuerpo. Sus víctimas suelen tener una insuficiencia cardíaca de alto gasto por la mezcla de sangre aterial y venosa.

Así que su muerte, acontecida el 10 de julio de 138, a los 62 años, fue probablemente producida por una enfermedad del corazón. Tal vez su destino, que él buscaba en los astros, estaba ya anunciado por una pequeña arruga en el lóbulo de su oreja.

Quiero recordar a este gran emperador, con un poema que escribió a la muerte de su amado Antinoo, y que me gusta especialmente:  

Animula, vagula, blandula  

hospes comesque corporis 

quae nunc abibis in loca 

pallidula, rigida, nudula, 

nec, ut soles, dabis iocos…

 

(Pequeña alma mía, tierna y etérea 

huésped y compañera de mi cuerpo 

descenderás ahora a esos parajes 

pálidos, rígidos y desnudos, 

donde ya no harás los juegos que solías)

 


Estatua del emperador Adriano hallada en Sevilla



Bibliografía

Evrengül H, Dursunoglu D, Kaftan A, Soy M, Tanriverdi H, Zungur M et al. Bilateral diagonal earlobe crease and coronary artery disease: a significant association. Dermatology. 2004; 209 (4): 271-5.

Frank ST. Aural sign of coronary-artery disease. N Engl J Med. 1973; 289 (6): 327-28.

Lichstein E, Chadda KD, Naik D, Gupta PK. Diagonal earlobe crease: prevalence and implications as a coronary risk factor. N Engl J Med. 1974; 290 (11): 615-6.

Nazzal, S y cols. Diagonal Earlobe Crease (Frank's Sign): A Predictor of Cerebral Vascular Events. Am J Med. 2017, 130 (11), 1324-1324

Mark N, Buckley S, The Diagonal Earlobe Crease: Historical Trivia or a Useful Sign of Coronary Artery Disease? http://www.clinicalcorrelations.org/?p=4927

Petrakis NL, Diagonal Earlobe Creases, Type A Behavior and the Death of Emperor Hadrian. West J Med. Jan 1980; 132(1): 87–91.

Wagner RF, Reinfeld HB, Wagner KD, Gambino AT, Falco TA, Sokol JA et al. Ear-canal hair and the ear-lobe crease as predictors for coronary-artery disease. N Engl J Med. 1984; 311 (20): 1317-8.

 

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