miércoles, 3 de junio de 2020

Edipo : El de los pies hinchados









Francis Bacon 

Edipo y la Esfinge 
a partir de Ingres (detalle) 
(1983) 


Litografía sobre papel 127 x 89,5 cm

Colección de arte contemporáneo Berardo. Lisboa  





En la mitología griega, la tragedia de Edipo ocupa un lugar destacado. Enamorado de su madre Yocasta, Sigmund Freud tomó este mito para definir el concepto psicoanalítico de "complejo de Edipo" que definía como el deseo inconsciente de mantener una relación sexual (incestuosa) con la madre y de eliminar al padre del mismo sexo (parricidio). Lo mismo que le sucedió al desdichado Edipo. La versión femenina de el complejo de Edipo tomó el nombre de "complejo de Electra". 

Antoine-Denis Chaudet: El pastor Forbas
alimentando al lactante Edipo. 
Freud tomó el mito de la tragedia de Sófocles "Edipo rey". En ella, Edipo es el hijo del rey de Tebas, Layo y Yocasta. A Layo el oráculo le había revelado que Edipo, su hijo, le daría muerte. Para evitar el horrible destino, Layo perfora los pies de su hijo con una fíbula (para producir el menoscabo de sus fuerzas y aptitudes. Precisamente el nombre de Edipo hace referencia a eso: Οἰδίπους, literalmente el de los pies hinchados (de οἰδέω   oideo, hinchado y πούς pous, pies).  

Tras mutilarlo de esta salvaje manera, Layo entregó el recién nacido a un sirviente para que lo abandone en un cerro del monte Citerón. Pero el sirviente se apiadó del niño y lo entregó al pastor Forbas, que cuida al lactante y le salva la vida. Finalmente lo entrega al rey de Corinto, Pólibo y a su esposa Mérope, que deciden adoptarlo como si fuera su propio hijo. 

Sin embargo el oráculo de Delfos revela al joven Edipo que su destino será dar muerte a su propio padre y que se casará con su madre. Edipo, horrorizado ante un sino tan aciago, y creyendo que sus padres eran quienes lo habían criado, decide huir de su casa y no regresar nunca más a Corinto. 

Jean Baptiste Hugues: Edipo en Colono.
Edipo, ciego, acompañado por su hija Antígona.
Musée d'Orsay. París. 
Decide tomar el camino de Tebas, y en una encrucijada se encuentra con Layo, que se dirigía a Delfos. El heraldo de Layo, Polifontes, de malas maneras le dijo a Edipo que debía cederle el paso, pero al ver que Edipo no se apresuraba a hacerlo, mató a uno de sus caballos. Edipo, lleno de ira respondió matando a Polifontes y a Layo sin saber que era el rey de Tebas, y su propio padre. Tras algunas vicisitudes, Edipo se casa con la viuda de Layo, Yocasta (que era su propia madre). Cuando más tarde Yocasta descubrió que Edipo era en realidad su hijo se suicidó. Edipo, comprendiendo al fin que su trágico destino se ha cumplido, e incapaz de soportar el horror que el parricidio y el incesto le provocaban, se arranca los ojos y humillado y enloquecido de dolor, abandonó la ciudad para vagar como un pordiosero por toda Grecia, acompañado por su hija Antígona.



Francis Bacon: Edipo y la esfinge, 1983.  (visión integral de la obra)


En su pintura sobre Edipo y la esfinge, Francis Bacon se inspira en la pintura de Ingres, al que dedicaremos otra entrada del blog. Pero Bacon quiere identificar a Edipo por su nombre, derivado de la hinchazón de pies que le provocó la perforación que le hizo Layo al poco de nace. Edipo aparece con un gran vendaje en el pie, manchado de sangre, que parece reciente. El autor aumenta el dramatismo centrando la atención del espectador con un círculo azul. Esta alusión a la herida cruenta y a la etimología de su apelativo nos permite identificar al personaje, que por otra parte aparece con la cara deformada, como suelen presentarse los personajes de Bacon. Es la manera que tiene el artista para expresar la desazón, la angustia y la incertidumbre del ser humano, frente a la historia de un siglo XX violento entre guerras mundiales y tragedias sangrientas, en el que la figura del hombre se deforma y desdibuja, lanzando un grito desesperado de desafío a la muerte.

La esfinge, por su parte, como metáfora del destino, aparece impertérrita y monstruosa, indiferente a la mirada inquisitiva de Edipo. 

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