viernes, 12 de julio de 2019

Carlos II. (II): El rey hechizado.


   



Luca Giordano

Retrato de Carlos II 
 (1693)

Óleo sobre lienzo.  66 x 56 cm
Museo del Prado, Madrid 




En una entrada anterior hemos comentado la grave patología que aquejó a Carlos II durante su infancia,  las dudas que planteaba dudas su ambigüedad sexual y su considerable retraso psicomotor. Unas enfermedades físicas y mentales que hicieron concluir que el rey estaba hechizado, según la mentalidad de la época. 

Cuando Carlos llegó a la mayoría de edad (que se estableció en los 14 años) se comenzó a pensar en su matrimonio. Al principio se pensó en una princesa austríaca (lo que hubiera aumentado todavía más la ya altísima consanguinidad), según consejo de la reina madre, pero al perder Mariana el poder político, se acabó eligiendo a una sobrina de Luis XIV, María Luisa de Orleáns (sobrina segunda de Carlos II). 

La novia acogió la noticia con gran desazón, ya que el embajador francés, marqués de Villars escribía a su corte: “El Rey Católico es feo para causar espanto y de mal semblante”. En 1679,  contando 18 años el rey, se celebró la boda.



María Luisa de Orléans, primera esposa de Carlos II

La reina María Luisa de Orleans no consiguió quedarse embarazada, lo que hizo que no fuera querida por el pueblo. Circulaba el bulo de que la Marquesa de Soisson, célebre envenenadora de la corte de Luis XIV, le había privado con sus hechizos de la facultad de engendrar. La reina madre mandó llamar a un astrólogo de Bohemia, que indicó que la causa de la esterilidad de la pareja radicaba en que Carlos no se había despedido de su padre en el lecho de la muerte, por lo que el rey se dirigió al monasterio de El Escorial, mandó sacar la momia de Felipe IV y durante un tiempo estuvo contemplándola, aunque naturalmente no tuvo ningún efecto. 

En cierta ocasión la reina confesó a una dama de compañía, que el rey presentaba eyaculación precoz y que no podía consumar el matrimonio. Además la reina declaraba que el pobre eyaculado del rey no llegaba a introducirse en su vagina, lo que hace pensar en la posibilidad de un hipospadias (alteración anatómica de la uretra que en vez de llegar al extremo del pene, desemboca en el tronco o en la raíz del mismo). El asunto llegó a oídos del embajador francés, que sobornó a una sirvienta para que le proporcionara unos calzoncillos del rey y la ropa de cama de la reina, ya que por aquel entonces ya se conocía la existencia de los espermatozoides. 

Se acudió a todo tipo de remedios y fórmulas para lograr el deseado embarazo, lo que ocasionó a la reina no pocos problemas intestinales, que durante los últimos años vivió angustiada pensando que la querían envenenar. Murió en 1689 de una apendicitis con peritonitis, que fue tratada aplicando sobre el vientre “rebanadas de molletes empapadas en vino de Lucena”. 


Mariana de Neoburgo, segunda esposa de Carlos II

A los 10 días del fallecimiento de la reina María Luisa, el Consejo de Estado propuso un nuevo matrimonio al rey. La elegida fue en esta ocasión Mariana de Neoburgo, de familia muy prolífica, ya que sus padres, los Electores de Sajonia, habían tenido 23 hijos. Pero estos antecedentes no fueron suficientes. Tampoco así los monarcas tuvieron descendencia. 

Comenzó a circular el rumor en la corte que el rey había sido víctima de un hechizo por parte de los enemigos del reino. El bulo, que intentaba exculpar al monarca, dio pronto lugar al epíteto con el que ha pasado a la historia: "El hechizado".  Tanto era así que su confesor, el padre Froilán Díaz, solicitó permiso al Inquisidor General para iniciar un proceso de desencantamiento. En Asturias había un convento en el que había habido varios casos de monjas posesas y su capellán Fray Antonio Alvarez Argüelles tenía experiencia en exorcismos. Se le hizo venir y delante del Santísimo Sacramento preguntó al diablo si el rey estaba hechizado, y según aseguró el clérigo, la respuesta fue afirmativa. Satanás añadió:  
“que el hechizo se lo habían dado el 3 de abril de 1675 en una taza de chocolate en la que habían disuelto sesos de un ajusticiado para quitarle el gobierno, entrañas para quitarle la salud y riñones para corromperle el semen e impedir la generación y que la causante fue la reina viuda doña Mariana para seguir gobernando”. 
El exorcista propuso como remedio que su majestad tomase 
“un cuartillo de aceite en ayunas con la bendición de exorcismos”. 
En otras entradas seguiremos comentando los avatares patológicos de este desdichado rey. 


Bibliografía

Calvo Poyato J. Carlos II El Hechizado. Barcelona: Planeta, 1996.

Gargantilla P. Enfermedades de los Reyes de España, Los Austrias: de la locura de Juana a la impotencia de Carlos II el HechizadoMadrid: La Esfera de los Libros; 2005.

García-Escudero López A, Arruza Echevarría A, Padilla Nieva J, Puig Giró R. Carlos II: del hechizo a su patología génito-urinaria. Arco esp urol2009 abril; 62 (3): 179-85.

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