miércoles, 3 de abril de 2019

Los perros de los conquistadores








Taller de De Bry

Niños entregados a los perros 


Aguafuerte

En el Libro: Narratio regionum indicarum per hispanos quosdam deuastatarum verissima: prius quidem per Episcopum Bartholemaeum Casaum, natione Hispanum Hispanice conscripta 
Frankfurt am Main, 1598.




Recientemente ha levantado una cierta polémica la petición que ha realizado el presidente de México Andrés Manuel López Obrador al rey Felipe VI y al papa Francisco solicitando una declaración de perdón por los crímenes de los conquistadores y evangelizadores españoles en México, petición que no ha sido contestada por el monarca. No es este blog lugar para juzgar la procedencia o no de esta petición, que es evidentemente una cuestión política, aunque sí comentaremos algunos aspectos no siempre bien conocidos de la llamada "Conquista" de los territorios americanos por parte de las tropas de Castilla. 

La ilustración que encabeza estas líneas corresponde a la Lámina XII de la Narratio regionum indicarum per hispanos quosdam deuastatarum verissima: prius quidem per Episcopum Bartholemaeum Casaum, natione Hispanum Hispanice conscripta, Frankfurt am Main, 1598. Este libro es una versión latina de la obra del dominico Fray Bartolomé de las Casas Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias, en donde se narran los desmanes y abusos a los que los indígenas fueron sometidos por la soldadesca castellana. La versión en latín está ilustrada por 18 aguafuertes que reflejan las torturas indicadas en el texto. 


Códice Florentino. En el centro se puede ver una escena de un
indígena siendo aperreado (atacado por un perro).

Los conquistadores disponían de diversas armas para imponer su superioridad militar sobre los indígenas: ballestas, armas de fuego (arcabuces) y caballería. En otras entradas del blog ya nos hemos referido a la gran devastación de la población nativa al entrar en contacto con algunos agentes infecciosos: una buena parte de los habitantes murieron por enfermedades desconocidas para ellos hasta entonces, como la viruela o el sarampión. Pero además los castellanos disponían de una arma que frecuentemente se olvida: los perros. Las mordeduras y desgarros producidos por estos animales fueron un elemento bélico bastante importante. Su papel fue silenciado seguramente por no ser acorde con la doctrina militar de la época.   

Si bien en América los caballos eran totalmente desconocidos hasta la llegada de los conquistadores, los perros ya se conocían. Pero existían solamente tres tipos de estos: el perro de las tierras árticas o esquimal, el chihuahua y los gozques, de pequeño tamaño e inofensivos, que ni siquiera tenían la capacidad de ladrar. En su Sumario de la Natural Historia de las Indias (1526), Gonzalo Fernández de Oviedo comenta: 
"Eran todos estos perros, aquí en esta e las otras islas, mudos, e aunque los apaleasen ni los matasen, no sabían ladrar; algunos gañen o gimen bajo cuando les hacen mal."
Debido a la falta de vituallas, los castellanos pronto se dedicaron a comerse los gozques, que progresivamente se extinguieron.  

Los perros llegados de la Península Ibérica eran totalmente diferentes. Fueron introducidos en América en el segundo viaje de Cristóbal Colón, en el año 1493. Fue el religioso Juan Rodríguez de Fonseca quien llevó a tierras americanas veinte perros. Solían ser bastante corpulentos: mastines, sabuesos y alanos (cruce de dogo y mastín) y ladraban muy fuerte. Los perros españoles fueron utilizados por primera vez contra los indígenas al año siguiente de su llegada a América, en la isla de la Española. Y fueron muy importantes en el primer gran enfrentamiento contra los indios Caribe, el 24 de marzo del año 1495, cuando Bartolomé Colón utilizó veinte perros para completar los doscientos hombres y veinte caballos que tenía para esa batalla. A partir de ese momento su uso fue generalizado en todas las conquistas que los españoles realizaron en el Nuevo Mundo. 

Los perros de los soldados estaban entrenados especialmente para el ataque, y se les enseñaba a morder sin soltar la presa. Fueron elegidos perros de estas razas debido a su fiereza, valentía y gran capacidad de agarre, ya que estaban acostumbrados en España a luchar contra jabalíes y ciervos y además eran utilizados en espectáculos en los que se enfrentaban a toros bravos. El peso medio de estos perros era de unos 40 Kg, poco menos de lo que pesaba un indígena, por lo que a los canes no les era difícil conseguir su objetivo. Además, a los perros se les protegía con tiras de cuero en ambos lomos y fieltro con piezas de coraza, de las que a veces sobresalían pinchos y estiletes para ayudarles en su labor destructiva. También llevaban grandes carlancas en el cuello (collares muy gruesos con grandes pinchos) para protegerles especialmente de las flechas empozoñadas. Los indígenas se aterrorizaban ante aquellos grandes animales, de ladrido atronador, que no dudaban en atacarles con potentes dentelladas. Según el testimonio de varios indígenas recogido por fray Bernardino de Sahagún, así veían a estos animales: 
“Perros enormes, con orejas cortadas, ojos de fiera de color amarillo inyectados en sangre, enormes bocas, lenguas colgantes y dientes en forma de cuchillos, salvajes como el demonio y manchados como los jaguares”  
Bernardo de Vargas Machuca comentaba: 
“Mucho teme el indio el caballo y el arcabuz, pero más teme al perro, que en oyendo el ladrido, no para indio”. 
Gonzalo Fernández de Oviedo comenta la ferocidad de estos perros:

 “que en viendo un indio lo hacían pedazos en un credo y mejor arremetían a él y lo comían como si fuera un puerco”. 


Fray Bartolomé de las Casas también nos dejó un testimonio escalofriante de algunos de los terribles crímenes de los conquistadores:


“cierto español con sus perros a caza de venados o de conejos, un día, no hallando que cazar, parecióle que tenían hambre los perros, y toma un muchacho chiquito a su madre, y, con un puñal córtale a tarazones los brazos y las piernas, dando a cada perro su parte, y después de comidos aquellos tarazones, échales todo el cuerpecito en el suelo a todos juntos"

Algunos de estos canes llegaron a ser muy destacados. El más famoso de aquellos perros de combate fue Becerillo, un alano español  que pertenecía al conquistador de Puerto Rico Juan Ponce de León y Figueroa, aunque pasó los últimos años de su vida con el Capitán Sancho de Arango. Era un can muy feroz y que se entregaba plenamente en la lucha, hasta el punto que se decía que los indígenas preferían enfrentarse a diez soldados españoles que a él. Por los servicios que prestaba recibía doble ración de comida e incluso le concedieron un salario equivalente al de un ballestero. 

Becerrillo murió a causa de una flecha maya envenenada, aunque dejó a su hijo, un can llamado Leoncico, que acompañó a Vasco Núñez de Balboa en el Darién, en la campaña de Panamá. Sus ataques desenfrenados superaron a los que había llevado a cabo su padre, y también a él le otorgaron una paga como oficial. Cuando Balboa libró una batalla contra la tribu del caudillo Torecha, el jefe indígena murió en la batalla, pero su hermano y otros cabecillas fueron aperreados, es decir, arrojados a los perros y murieron descuartizados. El terror causado por esta ejecución fue de tal envergadura, que el resto de la tribu aceptó someterse a las órdenes del conquistador.

Otro perro de conquista que ha pasado a la historia fue Amadís, que combatió en Santa Marta y Bruto, propietario de Hernando de Soto, que luchó en La Florida.
El lebrel Amadís, viendo la caza,  
bien como lobo dentro de cabañas,  
unos derriban y otros despedaza  
echándoles de fuera las entrañas.  
Juan de Castellanos 
(Elegías de Varones Ilustres de Indias II, II, I) 

También Diego de Alvarado usó perros para la conquista de territorios de la América Central, en especial la zona de Guatemala. 

"Balboa echa a varios indios culpables del terrible pecado de la sodomía a los perros, para que éstos los lacerasen"Lámina XXII del libro Narratio regionum indicarum... 
Frankfurt am Main, 1598.

La homosexualidad fue también fuertemente reprimida por los invasores. El episodio de aperreamiento de 40 sodomitas lujuriosos ha sido también recogido por el Taller de Bry en la Lámina XXII de la versión latina del libro de Las Casas, que aportamos aquí.  

Cuando terminó la Conquista, los perros perdieron el protagonismo otorgado en las primeras décadas del s. XVI ya que el principal objetivo era entonces colonizar y no conquistar. Aquellos canes que habían sido entrenados para despedazar amerindios se convirtieron en un verdadero obstáculo para pacificar la nueva sociedad. Muchos de los perros que las tropas castellanas habían llevado a La Española estaban en libertad y causaban importantes daños sobre los animales de caza y el ganado. Los soldados habían dado algunos perros a los indígenas, pero éstos no sabían como cuidar de ellos: 
"En la isla de La Española, el cacique Enrique, en contacto con los españoles, conocía la funcionalidad de los perros y utilizó muchos durante su rebelión para "montear puercos que por allí había gran cantidad, de que mantenía toda la gente". Para evitar que fuese descubierto por los españoles, intentaba esconder en un lugar seguro los animales que llevaba consigo, entre ellos los perros. Para ello, en "cierto pueblo en lugar escondido", había dos o tres naturales encargados de cuidar los animales, e intentaban que los perros no ladrasen (...) eran más perjudiciales para el ganado menor que lobos en otras partes"
(Remesal, Fray Antonio de, Historia General de las Indias Occidentales y Particular de la Gobernación de Chiapa y Guatemala, t. I, libro III, cap. I)
Cuando andaban sueltos hacían muchos perjuicios sobre el ganado y se comían varias reses. En La Española llegaron a consumir hasta 
"el tercio del ganado que nace, y muchas partes la mitad, y en otras todo" 
Todo esto motivó que Carlos V sancionara una Real Cédula el siete de Octubre del año 1541, dirigida al Gobernador Francisco Pizarro y al licenciado Cristóbal Vaca de Castro, caballero de la Orden de Santiago y Consejero de Indias, para que prohibieran en el Perú la existencia de “perros carniceros”. Esto provocó que los españoles empezaran a aniquilar al mayor número de perros de conquista posible o bien los reconvirtieron a otros usos y funciones.


Bibliografía

Bueno Jiménez A. Los perros en la conquista de América. Blog Ed. Streicher 

Córdoba Toro J. Los perros en la Conquista de américa. Iberoamérica Social. 

López de Velasco, Juan, Geografía y Descripción Universal de las Indias, Madrid, 1971, p. 11; 

Remesal, A de, Historia General de las Indias Occidentales y Particular de la Gobernación de Chiapa y Guatemala, t. I, libro III, cap. I. 




2 comentarios:

Pep dijo...

Como siempre lo aprendieron de los romanos...
En la conquista de la Galia, las legiones de Julio César llevaban un perro de combate dotado de una impresionante musculatura y una férrea mandíbula de acero. Llamado "canis pugnax" era un moloso, descendiente de los dogos asirios.

https://es.quora.com/C%C3%B3mo-eran-utilizados-los-perros-de-guerra-por-los-romanos-en-una-batalla?awc=15748_1554314650_5030be1dfbc5392e0c3febb5689bcee5&uiv=6&txtv=8&source=awin&medium=ad&campaign=uad_mkt_en_acq_us_awin&set=awin

Xavier Sierra Valentí dijo...

Muchas gracias por su interesante comentario que complementa y enriquece el artículo. Un cordial saludo