Cesar Baldaccini
Pulgar (1989) Escultura en bronce encerado y barnizado. 12 m de altura La Défénse (Puteaux), Paris |
Cesar Baldaccini (1921-1998) fue un artista encuadrado en el movimiento Nouveaux Réalistes (Nuevos Realistas). Sin duda fue el más notable de los escultores franceses de la segunda mitad del s. XX.
Nacido en Marsella de padres italianos, se formó en la escuela de esta ciudad y posteriormente en la de París. Destacó por realizar esculturas de insectos, animales y desnudos. Su obra está influenciada por Pablo Picasso, Alberto Giacometti, Pablo Gargallo y Julio González.
A partir de una exposición sobre el tema de la mano, comenzó a realizar esculturas de dedos entre las que destaca La Pouce (el pulgar). Realizó diversas versiones, todas ellas de grandes dimensiones entre las que cabe recordar las instaladas en Marsella, y en el barrio de la Défénse de París, que con una altura de 12 metros, recuerda a un obelisco.
Las manos han captado siempre la atención de los artistas plásticos. Están entre las primeras representaciones artísticas de la Humanidad y tenemos numerosos ejemplos de manos desde la prehistoria. También fueron muy representadas en el mundo clásico y a lo largo de toda la historia del arte. Y es que las manos son, juntamente con la cara la parte del cuerpo humano que mejor representa la personalidad, la individualidad, o si queréis, el espíritu.
Y no se trata solamente de un valor simbólico. En las yemas de los dedos, los dermatoglifos - los surcos dactilares - son personales y únicos, y distinguen a cada individuo del resto de los humanos. Para comprender la causa de esta especial "firma" personal, debemos remontarnos a la vida fetal.
Las crestas y surcos papilares se forman en el feto hacia la semana 16 y la 25 del embarazo. Su desarrollo depende de numerosos factores genéticos, como la forma de los huesos de los dedos, la morfología de las yemas de los dedos y la calidad de la dermis, es decir, de las estructuras que ocupan la cara palmar de los dedos y de las palmas de las manos. Cada humano tiene un conjunto de genes únicos y diferentes de todos los demás , por lo que es lógico que los surcos digitales sean también diferentes.
Los únicos que comparten la misma dotación genética son los gemelos univitelinos. Sin embargo, hay otros factores que pueden contribuir también la forma de los dermatoglifos, relacionados con el entorno uterino y especialmente a las presiones intrauterinas que sufre el feto. Estas condiciones difieren ligeramente según la posición que adopten dos gemelos albergados en el mismo útero. Por eso los gemelos tampoco tienen las huellas dactilares exactamente iguales, aunque hay que decir que su dibujo global presenta un notable parecido. Más allá de la semana 25 de gestación, los surcos digitales ya están plenamente formados y se conservarán inalterables durante toda la vida.
El hecho de ser un dibujo único para cada individuo ha hecho que los dermatoglifos hayan sido usados con finalidad identificativa. Al principio por la policía y la justicia, pero actualmente también para abrir teléfonos móviles, ciertas cerraduras o para pasaportes biométricos. La identificación por dermatoglifos fue ideada por el policía Alphonse Bertillon (1884) y perfeccionada posteriormente por el argentino Juan Vucetich.
Las huellas dactilares permiten la identificación personal porque:
Recientemente el CNRS francés está intentando desarrollar técnicas más perfeccionadas para mejorar los procedimientos identificativos, que ya han suscitado el interés de Scotland Yard y del FBI.
A partir de una exposición sobre el tema de la mano, comenzó a realizar esculturas de dedos entre las que destaca La Pouce (el pulgar). Realizó diversas versiones, todas ellas de grandes dimensiones entre las que cabe recordar las instaladas en Marsella, y en el barrio de la Défénse de París, que con una altura de 12 metros, recuerda a un obelisco.
Cueva de las manos. Santa Cruz (Argentina) |
Las manos han captado siempre la atención de los artistas plásticos. Están entre las primeras representaciones artísticas de la Humanidad y tenemos numerosos ejemplos de manos desde la prehistoria. También fueron muy representadas en el mundo clásico y a lo largo de toda la historia del arte. Y es que las manos son, juntamente con la cara la parte del cuerpo humano que mejor representa la personalidad, la individualidad, o si queréis, el espíritu.
Y no se trata solamente de un valor simbólico. En las yemas de los dedos, los dermatoglifos - los surcos dactilares - son personales y únicos, y distinguen a cada individuo del resto de los humanos. Para comprender la causa de esta especial "firma" personal, debemos remontarnos a la vida fetal.
Las crestas y surcos papilares se forman en el feto hacia la semana 16 y la 25 del embarazo. Su desarrollo depende de numerosos factores genéticos, como la forma de los huesos de los dedos, la morfología de las yemas de los dedos y la calidad de la dermis, es decir, de las estructuras que ocupan la cara palmar de los dedos y de las palmas de las manos. Cada humano tiene un conjunto de genes únicos y diferentes de todos los demás , por lo que es lógico que los surcos digitales sean también diferentes.
Los únicos que comparten la misma dotación genética son los gemelos univitelinos. Sin embargo, hay otros factores que pueden contribuir también la forma de los dermatoglifos, relacionados con el entorno uterino y especialmente a las presiones intrauterinas que sufre el feto. Estas condiciones difieren ligeramente según la posición que adopten dos gemelos albergados en el mismo útero. Por eso los gemelos tampoco tienen las huellas dactilares exactamente iguales, aunque hay que decir que su dibujo global presenta un notable parecido. Más allá de la semana 25 de gestación, los surcos digitales ya están plenamente formados y se conservarán inalterables durante toda la vida.
El hecho de ser un dibujo único para cada individuo ha hecho que los dermatoglifos hayan sido usados con finalidad identificativa. Al principio por la policía y la justicia, pero actualmente también para abrir teléfonos móviles, ciertas cerraduras o para pasaportes biométricos. La identificación por dermatoglifos fue ideada por el policía Alphonse Bertillon (1884) y perfeccionada posteriormente por el argentino Juan Vucetich.
Las huellas dactilares permiten la identificación personal porque:
- Son perennes porque, desde que se forman permanecen indefectiblemente invariables en número, situación, forma y dirección hasta que la putrefacción del cadáver destruye la piel.
- Son inmutables, ya que las crestas papilares no pueden modificarse fisiológicamente; si hay un traumatismo poco profundo, se regeneran, y si es profundo, las crestas no reaparecen con forma distinta a la que tenían, sino que la parte afectada por el traumatismo resulta invadida por un dibujo cicatricial.
- Son personales, pues no se ha hallado todavía dos impresiones idénticas producidas por dedos diferentes.
- Son originales, ya que todo contacto directo de los lofogramas naturales producen impresiones originales con características microscópicas identificables del tejido epidérmico. Se puede establecer si fueron plasmadas de manera directa por la persona o si trata de un lofograma artificial.
Recientemente el CNRS francés está intentando desarrollar técnicas más perfeccionadas para mejorar los procedimientos identificativos, que ya han suscitado el interés de Scotland Yard y del FBI.
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