Escenas de Banquete
(s. XIII) Relieves de las ménsulas del Salón de Fiestas. Palacio Xelmírez. Santiago de Compostela. |
Lavarse las manos antes de sentarse a la mesa es una costumbre higiénica muy recomendable que se mantuvo siempre en las clases altas medievales. Tenemos una muestra en una de las ménsulas con bajorrelieves del Palacio Xelmírez, en Santiago de Compostela, sede de una importante corte episcopal.
Diego Xelmírez (ca. 1070-1140) fue el primer arzobispo de Santiago de Compostela y el artífice de la creciente importancia de la sede compostelana, que la llevó a competir en privilegios con Roma. En efecto, al ser Santiago el único lugar en donde se había encontrado la tumba de un apóstol (la tumba de S. Pedro no fue localizada en Roma hasta el último cuarto de siglo XX) su importancia dentro de la Cristiandad era capital. Xelmírez obtuvo del papa la distinción de que Santiago tuviera sus propios Años Santos y que se convirtiera en un activo foco de peregrinación adonde acudían romeros de toda Europa, convirtiendo a Compostela en un crisol cultural de intercambio de ideas y novedades.
Pero además el obispo Xelmírez fue un importante señor feudal, que participó muy activamente en la política de su tiempo. Acaudilló su propio ejército y se rodeó de una corte que nada tenía que envidiar a las de los monarcas de su tiempo. Para ello construyó su propio palacio - el actualmente conocido como Pazo Xelmírez - contiguo a la catedral compostelana.
En el Palacio Xelmírez destaca por su espectacularidad el Salón de Fiestas, situada en el primer piso. Es una amplia sala del s. XIII con seis tramos abovedados, bóveda de crucería y nervios muy decorados. Los nervios se apoyan en ménsulas que afloran de las paredes y que presentan relieves con escenas de un festín medieval. El naturalismo gótico de su estilo permite recrear gráficamente como debía ser un banquete de la época, como sirvientes llevando comida, diversos músicos tañendo instrumentos de ambientación, así como los variados manjares dispuestos en la mesa, muchos de ellos perfectamente reconocibles.
Diego Xelmírez (ca. 1070-1140) fue el primer arzobispo de Santiago de Compostela y el artífice de la creciente importancia de la sede compostelana, que la llevó a competir en privilegios con Roma. En efecto, al ser Santiago el único lugar en donde se había encontrado la tumba de un apóstol (la tumba de S. Pedro no fue localizada en Roma hasta el último cuarto de siglo XX) su importancia dentro de la Cristiandad era capital. Xelmírez obtuvo del papa la distinción de que Santiago tuviera sus propios Años Santos y que se convirtiera en un activo foco de peregrinación adonde acudían romeros de toda Europa, convirtiendo a Compostela en un crisol cultural de intercambio de ideas y novedades.
Pero además el obispo Xelmírez fue un importante señor feudal, que participó muy activamente en la política de su tiempo. Acaudilló su propio ejército y se rodeó de una corte que nada tenía que envidiar a las de los monarcas de su tiempo. Para ello construyó su propio palacio - el actualmente conocido como Pazo Xelmírez - contiguo a la catedral compostelana.
Algunos arcos del Salón de Fiestas del Palacio Xelmírez |
En el Palacio Xelmírez destaca por su espectacularidad el Salón de Fiestas, situada en el primer piso. Es una amplia sala del s. XIII con seis tramos abovedados, bóveda de crucería y nervios muy decorados. Los nervios se apoyan en ménsulas que afloran de las paredes y que presentan relieves con escenas de un festín medieval. El naturalismo gótico de su estilo permite recrear gráficamente como debía ser un banquete de la época, como sirvientes llevando comida, diversos músicos tañendo instrumentos de ambientación, así como los variados manjares dispuestos en la mesa, muchos de ellos perfectamente reconocibles.
Palacio Xelmírez. Escena del lavado de las manos (detalle). |
Desde el punto de vista de la higiene destaca la ceremonia de lavado de las manos, preceptiva en estos festejos. Un criado acerca una jofaina al señor. Lleva en la mano una jarra que puede interpretarse como un recipiente con agua o probablemente agua perfumada. Era habitual en estos casos usar agua de rosas, de azahar o de jazmín. El señor está realizando sus abluciones frotándose las manos. Otro sirviente le está preparando un lienzo para secarse.
El segundo personaje desde la izquierda parece empuñar un cuchillo, disponiéndose a partir alguna vianda, y el cuarto, también toca un instrumento de cuerda (fídula o viola en ocho). |
En algunas de las ménsulas del Salón encontramos los comensales sentados a las mesas, rodeados de todo lo que habitualmente requería un banquete de la época.
El sumiller, mostrando la botella de vino con gesto muy sugerente |
Tal vez la figura más inequívoca de todos los personajes es la del sumiller, sosteniendo una botella de vino con una forma similar a una redoma, que señala con un dedo de la otra mano, como si quisiera invitarnos a probar su contenido.
Muchos comensales son atendidos por sirvientes (generalmente a los lados) que les llevan los alimentos a consumir durante el festín. Muchos de los manjares que se representan en los relieves son perfectamente reconocibles.
Así, encontramos soperas con cocidos o estofados, algunas de ellas con formas muy similares a las tajinas usadas aún hoy en los países del Maghreb. En algunas ménsulas encontramos claras representaciones de empanadas, manjares de gran tradición y que siguen siendo muy apreciados en Galicia en la actualidad, y cuya antigüedad está perfectamente representada en relieves desde el siglo XII (también en el Pórtico de la Gloria encontramos un personaje comiendo una empanada). Otro servidor lleva una pila de panes.
En los relieves podemos observar algunos detalles anecdóticos o curiosos. Por ejemplo, una pareja de comensales se dan tiernamente la mano, lo que atestigua que las fiestas eran también lugares indicados para idilios y romances. A su izquierda un clérigo lleva un libro abierto, testimonio de la costumbre de la época de leer poemas o pasajes de libros durante el condumio, probablemente relatos o composiciones poéticas como las que encontramos en las Cantigas galaico-portuguesas, aunque en la mayoría de casos estas composiciones eran cantadas.
Abajo, a la izquierda, un criado lleva un montón de panes para repartir. Sobre la mesa, una sopera que probablemente contenga un cocido o un plato con salsa. Ante el otro comensal, de nuevo una empanada, conocida especialidad de la gastronomía gallega, que aún goza de justa fama en la actualidad.
Los banquetes medievales solían amenizarse también con espectáculos de habilidad y juegos malabares a cargo de juglares. Tenemos representación de algunos de estos juglares en algunos de los relieves del Salón, aunque su imagen es mucho más frecuente en el exterior de las iglesias medievales. En el románico gallego el exterior de los templos está decorado por todo lo malo, que hay que dejar fuera del recinto sagrado: demonios, animales impuros (cerdo, toro, serpientes) e incluso escenas de alto contenido erótico (incluyendo coitos, felaciones o sodomías), o escatológico (defecaciones). Es en este espacio profano donde encontramos con cierta frecuencia imágenes de juglares contorsionistas (la música, el baile y los juglares también eran considerados profanos). Ejemplos de estos elementos simbólicos los podemos hallar en la iglesia de Ansemil o en las santiaguesas iglesias de Salomé o en la Colegiata del Sar.
Ménsula con la representación de un juglar contorsionista, con los pies puestos encima de la cabeza. Atrio de la iglesia de Salomé (Santiago) |
Bibliografía
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