miércoles, 6 de abril de 2016

Velázquez: La gallega






Diego R. Velázquez de Silva (Sevilla, 1599 - Madrid, 1660)

La Gallega Retrato de criada (1650)

Óleo sobre tela 60 x 46,5 cm 





Desde finales del siglo XVI, las mujeres gallegas iban a Castilla en las gavillas de segadores, sin atender a las prohibiciones de los desplazamientos de las solteras, promovidas por las autoridades civiles y eclesiásticas. Muchas de ellas llegaban después a la capital, donde trabajaban como sirvientas o para despachar en alguna taberna, cuando no paraban en algún burdel.


Una de ellas, llamada María, oriunda de la Terra Chá, había llegado a Madrid con su familia huyendo de la miseria. En Madrid funcionaban una especie de agencias de colocación para colocar a las chicas como sirvientas en las casas nobles (previo pago de dos reales, uno a cargo del contratante y otro a cargo de la contratada). María se colocó así en la llamada Casa del Tesoro, prolongación oriental del viejo Alcázar madrileño, en la que residía el pintor del rey y Aposentador de Palacio, don Diego Velázquez de Silva y su familia. No tardó mucho el pintor en fijar su atención en las peculiares facciones de la moza gallega y, siguiendo su tradicional costumbre de utilizar como modelos a personas de su familia o al menos de su casa, o figuras populares de su entorno, pintó del natural a su sirvienta y lo hizo con auténtica instantaneidad y realismo. Velázquez realizó así este retrato, pintando la cabeza con bastante detalle, incluso la pañoleta, pero dejando el cuerpo apenas esbozado, en una muestra de pintura fresca, inmediata. 

Sin duda María, la gallega, era una rústica mujer del pueblo, de rasgos típicamente gallegos que miraba con timidez y que presentaba una gran cuperosis facial, reveladora de una rosácea incipiente.

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