lunes, 14 de septiembre de 2015

La mortal viruela de Luis XV





Michel van Loo

Retrato de Luis XV de Francia

Óleo sobre lienzo
Palacio de Versalles, Francia






Luis XV (1710-1774) era biznieto de Luis XIV, y lo sucedió en el trono de Francia en 1715. Durante su minoría de edad gobernó como regente el Duque de Orléans, que hubo de hacer frente a la delicada situación financiera que el reinado del Rey Sol había dejado en el país, aunque su gestión sólo consiguió agravar la situación con frustrados experimentos bancarios. 

En 1723, Luis fue declarado mayor de edad, aunque no asumió el poder hasta 20 años más tarde, dejando el gobierno en manos del Duque de Borbón (1723-1726) y del cardenal Fleury (1726-1743). Éste último consiguió estabilizar la moneda y las finanzas reales, impulsando un cierto auge económico. 

Mientras tanto, el rey se dedicaba a la caza, los viajes y las diversiones de la corte. En 1743 asumió la dirección del reino, pero sus continuos errores desprestigiaron a la Monarquía e incubaron el germen revolucionario que destronaría a su sucesor años más tarde. Al principio, alentó la obra de los enciclopedistas, pero más tarde la prohibió, cuando empezaron a criticar al régimen establecido. Su política exterior también fue catastrófica y Francia perdió sus colonias en la India y en Canadá. 

Luis XV tuvo numerosas amantes, algunas de las cuales alcanzaron gran influencia política, como la marquesa de Pompadour y la duquesa du Barry. El lujo desaforado de la corte y el continuo derroche escandalizaba a los franceses. 

Madame de Pompadour, por François Boucher (1756) 
En la primavera de 1774, a los 64 años, Luis XV cayó enfermo. Su amante favorita, Mme Du Barry, le convenció para descansar unos días en el Petit Trianon, pabellón de caza que él se había hecho edificar al otro extremo del Parque de Versalles. Al día siguiente de instalarse allí presentó una intensa migraña, con escalofríos y dolor en una pierna. Sin embargo, decidió salir de cacería, si bien se hizo transportar en carruaje, en vez de montar a caballo.

A la vuelta, se encontraba mucho peor y se acostó sin cenar. El médico real, Luis Lemmonier, le recomendó volver a Versalles, atendiendo a su estado, cada vez más grave. El rey creía que había pasado la viruela en su infancia, por lo que nadie sospechó todavía la naturaleza de su enfermedad. 

El 29 de abril el monarca presentó un manifiesto empeoramiento. Se sometió entonces a una serie de sangrías que casi lo dejaron exsangüe. Los médicos diagnosticaron "una fiebre humoral". Aquella noche le aparecieron lesiones rojizas eruptivas que evidenciaban el diagnóstico de viruela, aunque los médicos no se pronunciaron y aconsejaron lavativas. El duque de Rochefoucault-Liancourt nos ha dejado un detallado informe: 

"Con gran esfuerzo se le trasladó al borde de la cama y se le colocó en la postura adecuada, es decir con la cara apoyada en una almohada y el c... descubierto y en posición. La facultad entera se alineaba alrededor de la cama, en orden. El maestro boticario, con la cánula en la mano, seguido del mancebo de botica que sostenía respetuosamente la jeringa. De súbito, el ayuda de cámara, viendo que la luz que llevaba daba directamente sobre el c... real e imaginando que su efecto podía ser peligroso para la salud o por lo menos para la comodidad de Su Majestad, arrebató precipitadamente el sombrero que uno de los médicos llevaba bajo el brazo y lo puso entre la vela y el lugar al que M. Fourgeot dedicaba toda su atención"
El 2 de mayo, el enfermo tiende su brazo a su hija Adelaida: 


"Tengo una enfermedad extraordinaria. Mira los granos que me han salido en los brazos y en la mano. Pasa la mano por encima. Ya verás"

Jacint Rigau (llamado Hyacinthe Rigaud)
Retrato de Luis XV (1730) Versalles
Aunque Adelaida conocía la contagiosidad de la enfermedad que padecía su padre, obedeció sin rechistar.

Asustado, el Duque de Orléans le aconsejó desinfectarse con agua de colonia. Un lacayo le recomendó que mejor usase vinagre. 

El rey murmuraba una y otra vez: 
"Si no supiera que yo ya la he pasado, juraría que esto es la viruela". 
Finalmente, al día siguiente (3 de mayo) se dió cuenta que, efectivamente, se trataba de viruela. Llamó a su amante, Mme. Du Barry, y le pidió que abandonara la corte, para evitar escándalos. Ella al oírlo se desvaneció, pero finalmente aceptó irse. También se quiso apartar a la familia real, pero sus hijas se negaron a abandonar a su padre, llegando a esconderse entre los cortinajes. 

Empezaron a circular rumores de que el rey tenía la sífilis. Su ajetreada vida sexual y el nombre similar de ambas enfermedades en francés (petite vérole = viruela; grande vérole = sífilis) dieron pie al malentendido. 

Llamaron entonces al médico inglés Robert Sutton, sobrino de Daniel Sutton, que había desarrollado un particular método de tratamiento para la viruela.  Acudió presuroso a Palacio, pero se negó a dar la composición de su remedio al Dr. Lemmonnier. A pesar de que se le ofrecieron 100.000 escudos, él solamente accedía a facilitar la composición cualitativa, pero no la cuantitativa, por lo que terminaron expunsándolo de Versalles. 

A pesar del peligro de contagio, muchos cortesanos seguían visitando al monarca, para no perder su favor en el caso poco probable de que se curase. Cincuenta de ellos se contagiaron, incluso alguno que solamente había asomado al umbral de la puerta. 

Cinco días más tarde, el cuerpo del rey ya se había cubierto de pústulas y costras negruzcas y desprendía un notorio hedor. Tras la administración de la extremaunción, Luis XV expiró el 10 de mayo a las 15'15 h., tras 59 años de reinado. 

Inmediatamente se proclamó a Luis XVI y María Antonieta como nuevos reyes de Francia. A las 16 h salieron de Versalles con la corte para instalarse temporalmente en el palacio de Choisy, abandonando el cadáver del rey que quedó bajo el único cuidado de un clérigo. A medio camino, un chiste de la condesa de Artois hizo estallar en una sonora carcajada al cortejo. Luis XV, el Bien Amado, fue olvidado rápidamente. 

Cuando el cortejo fúnebre se dirigía al panteón real de Saint Denis para enterrarlo, los soldados obligaban a los parroquianos de las tiendas y tabernas a salir a la calle a presenciarlo. Cuentan que un borracho iba diciendo: 
- "Este cabrón, que nos mató de hambre mientras estuvo vivo, ahora que ya se ha muerto quiere matarnos de sed"

Luis XV, con su vida lujosa y dispendiosa, no se había granjeado la simpatía de las clases populares, que ya estaban incubando la Revolución que destronaría a su sucesor. Por las calles de París circulaban abundantes versos satíricos y panfletos alusivos:  

"Louis a rempli sa carrière 
Et fini ses tristes destins 
Tremblez, voleurs ; fuyez, putains ! 
Vous avez perdu votre père." 

"Luis acabó su triste destino  
 y su carrera ha llegado al final 
huid, putas; ladrones temblad! 
a vuestro padre habéis perdido"

Así pasó a la Historia el hombre que había dicho: 
"Après-moi, le Déluge"(Después de mí, el Diluvio)

Diecinueve años más tarde (17 octubre de 1793), la tumba  de Luis XV en la basílica de Saint Denis - como la de otros monarcas franceses - fue profanada por los revolucionarios sans-culottes, que querían saquear los supuestos tesoros de las tumbas. Al abrir el féretro, un pestilente olor hixzo retroceder a los curiosos. Al parecer, el cadáver del rey estaba bastante bien conservado:  

"La piel se veía blanca, la nariz amoratada y las nalgas enrojecidas como las de un recién nacido, nadando en agua, ya que no se había embalsamado como era costumbre sino que se limitaron a sumergirlo en una mezcla de agua y sal marina" 


Sic transit gloria mundi 

      


(Traducciones del francés de las citas textuales, X. Sierra)




Luis XV de Francia: 




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