jueves, 21 de mayo de 2015

Santa Rita y el carbunco




Imagen de Santa Rita de Casia


Capilla de Sta. Catalina Mártir

Catedral de Albacete 



Margherita Lotti (1381 -1457) más conocida por el diminutivo Rita, o por Santa Rita de Casia (ya que vivió y murió en la ciudad italiana de Cascia) es una de las santas más populares del santoral católico. Su fiesta se celebra el 22 de mayo. 

Rita nació en la aldea de Roccaporena a 5 Km. de Cascia (cerca de Perugia, Umbría). Sus padres, ya de edad algo avanzada, la casaron muy joven con un hombre de su pueblo llamado Paolo Mancini, a pesar de que ella había mostrado su voluntad de profesar como monja. 

Paolo era un maltratador, y la hizo sufrir mucho, aunque al parecer ella lo aguantaba todo con resignación. Una de las prohibiciones de su marido era que no diera pan a los pobres. Un día la sorprendió con unas hogazas de pan que Rita escondió en su regazo, Cuando Mancini le ordenó enseñar que llevaba, Rita desplegó su delantal: sólo había rosas. De todos modos, es curioso que este milagro se ha atribuído también a Sta. Margarita y a S. Pedro de Alcalá. Con su marido, Rita tuvo dos hijos mellizos, Jacobo y Paolo. 

Tras la muerte de su marido, que fue asesinado en una emboscada, pidió ser admitida en el convento augustiniano de Sta. Maria Magdalena en Cascia, pero las monjas le manifestaron que solamente admitían vírgenes y que ella debía cumplir sus deberes como madre. Un año más tarde fallecieron sus dos hijos de muerte natural. Rita dió las gracias a Dios por esta muerte que evitaba los deseos de venganza contra los asesinos de su padre (la vendetta era habitual en aquel tiempo y lugar) ya que les habría comportado un grave pecado. 

Libre ya de cargas familiares, Rita se dirigió nuevamente al convento y se encontró dentro de él, a pesar de tener la puerta cerrada. Por lo visto S. Agustín, S. Nicolás de Tolentino obraron el milagro. Rita recibió al poco el hábito de monja a los 36 años. 

Muy devota de la Pasión de Cristo, Rita recibió lo que interpretó como una señal divina: una espina de Cristo abandonó su corona para clavarse en la frente de la santa. Al cabo de poco tiempo la herida exhaló un olor nauseabundo, putrefacto. A pesar de las curas y cuidados la lesión, negra y supurante, persistió en la frente de Rita durante el resto de su vida. 

La espina de santa Rita se considera oficialmente un estigma. Sin embargo es probable que no fuera más que un carbunco (infección cutánea por Bacillus anthracis) enfermedad muy frecuente en el medio rural y que puede penetrar por inoculación en las heridas. 


Miniatura del s. XV, que se considera la representación más antigua de la santa


La historia de la espina de Sta. Rita tiene algunos puntos de interés. El principal es sobre la concepción e interpretación de la enfermedad. En el mundo antiguo, la enfermedad es un castigo de la divinidad frente a actitudes pecaminosas o impías. Un castigo que puede incluso ser por los pecados de los padres (y así se explicaban muchas enfermedades genéticas o congénitas). Pero a partir del s. XV aparece otra interpretación, casi opuesta a la anterior: la enfermedad puede ser una prueba, un premio a la santidad. El sufrimiento es así un reconocimiento a una vida que no teme la mortificación para llegar a la perfección. Un cambio radical en el planteamiento de la concepción de la enfermedad, que alcanzará su culmen en la época barroca. Las dos concepciones, desde este momento compartirán la visión de la enfermedad y serán usadas según convenga por unos y otros. 

Santa Rita goza de gran fervor popular y es invocada como patrona de los imposibles. Muchas tradiciones y dichos se vinculan a su figura: 

El agua por Santa Rita, toda la cosecha quita. 
Truenos por Santa Rita, toda la cosecha quita. 
Por Santa Rita, el agua da más que quita. 
Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita. 
Santa Rita, santa Rita, te da y te quita. 


Santa Rita de Casia, abogada de lo imposible:


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