Anónimo Fra Garí (siglo XVI-XVII) Talla de madera Museu d'Història de la Ciutat (MUHBA) Barcelona |
El anacoreta cada vez más ganaba fama de santo y esto enfurecía al demonio, que decidió tentarlo. Se disfrazó con la ropa de un anciano ermitaño y se hizo el encontradizo con Joan Garí. Éste, al principio, se extrañó de no haberlo visto nunca, pero el demonio le mintió, diciéndole que vivía en una cueva muy pequeña y apartada y que sólo salía al exterior cada diez años.
Poco a poco, Fra Garí tomó confianza con el falso ermitaño. Lo iba a ver frecuentemente y le pedía consejo y opinión, exponiéndole sus dudas. Pero por mucho que el demonio intentaba inducirle a caer en la tentación, la extrema rectitud de Garí le hacía indemne a la tentación.
Lucifer decidió entonces cambiar de táctica. Endemonió el cuerpo de la princesa Riquilda, hija del conde de Barcelona Wifredo el Velloso. La desdichada princesa no paraba de gritar y de decir que sólo se curaría si la exorcizaba Fra Garí y por eso el conde decidió llevarla a Montserrat. Joan Garí la curó inmediatamente, pero el conde, para asegurarse, le pidió que permitiera que la doncella se quedara en la cueva con el ermitaño algunos días. Garí al principio se opuso, pero ante la insistencia del conde, aceptó que la chica se quedara con él.
Una vez a solas, la belleza y juventud de la muchacha despertaron la concupiscencia del santo varón. Turbado, acudió a ver al viejo ermitaño que - ante su asombro - le recomendó que no se opusiera a la inclinación de la naturaleza.
Vencido por la tentación, Garí acosó y violó a la muchacha. Horrorizado por su conducta, volvió nuevamente a consultar con el falso ermitaño, que le aconsejó que lo mejor era deshacerse de la chica. Garí entonces asesinó a Riquilda, despeñando su cuerpo por un precipicio.
Lleno de remordimiento, Garí peregrinó a Roma, para pedir perdón al papa. El pontífice le dijo que sus pecados eran tan grandes que no sabía si tendrían perdón. El papa le dijo que ya que se había comportado como una bestia, debía hacer penitencia como una bestia. Caminar a cuatro patas, no lavarse y huir del contacto con la gente.
Pasado mucho tiempo, unos cazadores de jabalíes toparon con el extraño ser y lo apresaron. Extrañados por el raro fenómeno del hombre-oso, lo encerraron en una jaula y lo llevaron a la corte del conde de Barcelona, como un prodigio de la Naturaleza. Justamente el conde celebraba una fiesta, ya que la condesa acababa de dar a luz a un heredero, el príncipe Miró. En la fiesta, entraron al salón la jaula de Fra Garí, como un entretenimiento exótico.
La nodriza, que llevaba al pequeño príncipe en brazos, se acercó a la jaula, para mostrar al niño el extraño animal. El bebé, ante la sorpresa general, habló claramente, diciendo:
- Levántate, Fra Garí, que Dios ya te ha perdonado!
El antiguo ermitaño entonces se irguió. El conde mandó enseguida que lo lavaran, le cortaran el pelo y lo vistieran. Una vez recuperada la apariencia humana Garí explicó al conde su crimen, pidiendo un justo castigo. El conde, magnánimo, no quiso castigar a quien Dios ya había perdonado. Entonces, el anacoreta condujo a los hombres del conde a donde había despeñado a Riquilda, para que recibiera cristiana sepultura. Pero al llegar al lugar hallaron a la muchacha viva, ya que la Virgen de Montserrat la había salvado.
El conde dispuso entonces que en Montserrat se erigiera un monasterio femenino - Santa Cecilia - del que Riquilda fue la primera abadesa. Este milagro se considera el primero de los muchos atribuídos a la Virgen de Montserrat.
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Fra Garí, l'hirsut ermità de Montserrat
- Aixeca't, Fra Garí, que Déu ja t'ha perdonat!
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