jueves, 12 de febrero de 2015

Quistes que dejan huella







  Cráneo neolítico 
deformado por un quiste 

Colección paleopatológica
Museu de Ciutadella, Menorca



No hay muchas evidencias de enfermedades de la piel en los restos humanos, a menos de que estén momificados. Apenas algunas enfermedades sistémicaas aunque con predominio de síntomas cutáneos (sífilis, lepra...)

Unos pocos indicios, no obstante, nos permiten vislumbrar algunas de las posibles enfermedades de la piel. En 1906, Duckworth describió un esqueleto masculino procedente de un enterramiento anglosajón en el que se observaba una extensa depresión circular en el parietal. La lesión no parecía haber interferido en el buen estado general del individuo. La auténtica naturaleza de esta deformación no era fácil de interpretar, pero Duckworth dedujo que podría ser una secuela de la inflamación consecuente a la presencia y crecimiento de un quiste epidermoide en el cuero cabelludo. 

Algo similar presenta este cráneo del neolítico que se encuentra en el Museu de Ciutadella. Una depresión circular y neta, con bordes suaves asienta sobre la zona frontal (que en el museo han marcado con una flecha negra). El progresivo crecimiento de un quiste epidermoide presionó hasta que produjo una huella, un hundimiento del hueso, que queda así marcado y deformado. 

Los quistes epidermoides, conocidos popularmente por lobanillos son tumoraciones benignas que en la mayoría de los casos no tienen mayores consecuencias, pero es mejor extirparlos quirúrgicamente para evitar su crecimiento. En las épocas en las que - por motivos obvios - no podían realizarse intervenciones quirúrgicas, los quistes podían alcanzar un gran tamaño, presionando en las estructuras circundantes y podían llegar a ocasionar estas huellas en el hueso. 



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