jueves, 21 de marzo de 2019

Aspectos patológicos en el Aguador de Sevilla, de Velázquez






Diego Velázquez

El aguador de Sevilla 
(1616-1620)

Óleo sobre lienzo. 105 x 80 cm
Apsley House. Londres. 





Velázquez pintó este cuadro en Sevilla, durante su primera etapa. Junto con otra de sus obras, Vieja friendo huevos, se considera la pintura más destacada de este período juvenil.

Las gotas de agua que resbalan por el cántaro
son de un gran realismo


Se trata de una escena de género, en la que es manifiesta la influencia tenebrista de Caravaggio. Las materias que aparecen en el cuadro son tratadas con meticulosa precisión, destacando el cántaro de primer término, que muestra un torneado espiral, destacado por la luz que incide en él. La luz proviene de un foco externo, iluminando toda la escena, matizando los volúmenes, que van degradándose para perderse en un fondo indeterminado. En el cuadro podemos distinguir dos partes: el tercio inferior, que es un auténtico bodegón, formado por los objetos inanimados de primer término (cántaros y copa) y el resto del cuadro, en la que se retratan los personajes. Hay que destacar las texturas de los objetos como el tosco barro del cántaro en el que se aprecia el deslizamiento de unas gotitas de agua, un claro ejemplo del realismo propio del Barroco.

Una buena parte del cuadro está ocupado por objetos inanimados
que casi pueden considerarse un bodegón. Obsérvese también el nódulo
de Heberden en el dedo pulgar de la mano derecha del aguador. 


En cuanto a los protagonistas de la escena, la mayor parte del cuadro está ocupado por el aguador, un hombre de cierta edad, pobremente vestido, que tiende a un niño una copa de cristal, de una transparencia tan destacable que incluso permite ver, dentro de la copa, un higo. En efecto en la época se usaba este fruto para perfumar el agua de bebida, en la creencia de que además transmitía a la misma virtudes salutíferas. 



La gran transparencia del vidrio de la copa permite 
ver un higo en su interior, que se solía poner 
para perfumar el agua 

El viejo sostiene la copa en su mano con un ademán elegante, casi señorial, propio de un profesional que conoce su oficio. Además del aguador y del niño, se observa, al fondo, algo atenuado por la penumbra, la cabeza de un joven, más alto, que bebe con avidez de una jarra de cerámica. Aunque la escena tiene lugar en un exterior -cosa lógica por el propio oficio del aguador, que ofrecía agua en la calle- la penumbra que percibimos sugiere que los personajes están en un lugar sombreado. Las pinceladas más decididas en los primeros planos y más diluidas en el fondo crean ya una atmósfera especial, que Velázquez desarrollará posteriormente y que se convertirá en un rasgo imprescindible de su estilo. 

  



















El niño de La vieja friendo huevos (izquierda) parece ser el mismo que el que 
aparece en El aguador de Sevilla (derecha). Incluso su indumentaria es la misma. 



El personaje del aguador es un varón fuerte, vestido con una capa parda, que deja entrever una camisa blanca. El niño, con la cabeza inclinada, es muy parecido al que aparece en el cuadro La vieja friendo huevos, y a juzgar por el jubón oscuro del que sobresale un cuello de camisa (del tipo llamado lechuguilla) parece ser de clase acomodada. Probablemente los personajes son tomados del natural, de las calles sevillanas (otra característica que lo equipara con Caravaggio) y la acción se desarrolla en un marco anecdótico y espontáneo. 

Sin embargo, bajo esta apariencia de escena cotidiana, el pintor tiene una intención simbólica, y quiere representar así el tema clásico de “las tres edades del hombre” (niño, joven y adulto). El anciano, un hombre experto, tiende la copa del conocimiento al niño que la recoge con veneración. Mientras, al fondo, el joven bebe con una impaciencia ansiosa, propia del atolondramiento juvenil. Es un tema muy habitual en el Barroco, época en la que la reflexión sobre el paso del tiempo y la fugacidad de la vida es constante. 



El cuadro simboliza las tres edades del hombre


El realismo de Velázquez nos permite observar ciertas patologías en el personaje del aguador:

1. Fotoenvejecimiento. En su rostro destaca una evidente piel curtida con arrugas profundas. No es raro, teniendo en cuenta la edad del personaje y su oficio, que se desempeñaba al aire libre, en las calles, lo que le obligaba a someterse continuamente a la exposición solar. 

2. Quiste epidermoide. En la oreja izquierda del aguador puede apreciarse una tumoración redondeada, que por sus características sin duda podemos identificar con un lobanillo (quiste epidermoide). 


        En el aguador de Sevilla encontramos
diversas patologías identificables: 
Profundos surcos y arrugas
en una piel fotoenvejecida, 
presencia de un lobanillo
  en la oreja y alopecia apolillada
en el cuero cabelludo. 
3. Alopecia apolillada o areolar. El cabello aparece sembrado de algunas zonas de cabello ralo. Son zonas mal delimitadas, por lo que podemos descartar el diagnóstico de alopecia areata o de tiña. Su aspecto recuerda más bien una posible alopecia areolar o apolillada de origen sifilítico. 

4. Artrosis. En el dedo pulgar de la mano derecha se puede observar un nódulo artrósico. Son nudosidades palpables que aparecen en las articulaciones interfalángicas distales de las manos (nódulo de Heberden) o en articulaciones medias (nódulo de Bouchard)Están formados por osteofitos. Son más frecuentes en mujeres, empezando generalmente entre los cuarenta y los sesenta años de edad, con procesos de artrosis. Tienen tendencia a aparecer de forma simétrica a ambas manos y provocan una discreta limitación de la extensión de la articulación. Esta enfermedad también aparece reflejada en la Vieja friendo huevos, como comentamos en otra entrada del blog. 

Como podemos ver, Velázquez observaba intensa y detenidamente a sus modelos, extraídos de la vida cotidiana, lo que se demuestra en estos detalles patológicos que nos permiten conocer de forma indirecta las enfermedades más comunes en su época. 


Bibliografía 

Schüller Pérez, A. La patología en la pintura de Velázquez. Tf editores. Alcobendas, 2002. 

Castillo Ojugas, A. Una visita médica al Museo del Prado",1998

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